Hoy quiero hablaros de un ser amado. Una
mariposa que sus alas empiezan a descolorirse en un proceso acelerado.
Una niña
pequeña que ahora, en la lejanía del tiempo, ve como sus recuerdos empiezan a
difuminarse cada vez más. Una niña obediente de todo lo que le decían sus padres, bien con palabras, con
lo que veía, bien con sus actitudes. Esta niña, ahora adulta, vive del pasado
de esta obediencia inculcada.
Hoy quiero
hablaros de un ser amado. Quiero decir unas palabras, que seguro algunos de
vosotros también conocéis a alguien o tenéis a un ser cercano que vive la misma
situación.
Los síntomas
son evidentes y característicos. El declive llega a todos ellos. La vida
continúa siendo sus pasados en el ahora.
Me he sentido
impulsado a decir unas palabras en relación a cuando dejamos de ser nosotros y
nos entregamos a nuestro exterior o a alguien en concreto. ¡Hasta dónde podemos
llegar cuando dejamos de ser nosotros!
Esta niña continúa
viviendo en blanco y negro. Se ha olvidado que existe el color en nuestra vida
y el vivirla pueda ser gratificante y lleno de bienestar.
¡Hasta qué
punto nos lleva el dejar de ser nosotros! Anulación absoluta e incapacidad para
reconocer que uno mismo puede sentir, pensar o decir algo diferente a lo
estándar o nuestro exterior, y que diciéndolo, nuestra vida continuaría con
mayor bienestar interior.
Cuando dejamos
de ser nosotros, nuestro ser se anula, abriendo la puerta del dolor en nuestro
camino y de la incapacidad para tomar las decisiones de nuestros pasos. Al
negarnos a nosotros mismos, vemos como la insatisfacción y el malestar empiezan
a aparecer con mayor asiduidad en nuestro proceso. La vida deja de ser vida, y
es entonces cuando te encierras o te reafirmas teniendo siempre un “No” en nuestros labios para contradecir
cualquier cosa que pueda proceder de nuestro exterior. Estamos tan
influenciados por él, que uno, a veces, se ve incapacitado para poder ir “en contra” de todo lo que ve, lee o
escucha. Crea su propia armadura energética y todo lo demás se convierte en
adversario. Se vive en constante tensión interior, no reconociéndolo ni
expresándolo porque este ser ha sido entrenado
para soportar todo lo que le digan, independientemente de lo que sienta en él.
Calla. Siempre calla y vive para sus adentros la negación de su propio ser.
Ahora, ya
adulta, esta mujer, ha tomado la decisión de no querer recordar nada de lo que
fue, vivió. Su pasado es tan doloroso, sobre todo emocionalmente, que ha
tomado, inconscientemente, la decisión de no querer saber nada de lo vivido. La
presencia de su pasado en el presente, le insta a ignorarlo, viviendo en su
mundo y atormentada en el silencio y la apariencia de normalidad por sus
rencores, rabia, resentimientos e impotencia. Ha tomado la decisión
inconsciente de vivir como una “víctima”.
Ella nada de eso sabe. Su consciencia lejos de ella está. Anda por la vida sin
vivir. Cada vez recuerda menos lo que fue, pasó, vivió u oyó. Solo estar, sin
más, a merced de la nueva propuesta de su entorno. Ella sigue, quizás en contra
de su voluntad, pero cada vez muestra menos su contrariedad y divergencia con
lo oído y decisiones tomadas por ella. Antes, éstas eran impuestas, ahora,
porque se ve incapaz de tomar una decisión por sí misma. No sabe. No contesta.
No percibe. No es consciente. Solo siente si le crea bienestar o no, pero a los
pocos segundos ya ni se acuerda de lo sucedido.
Un ser que vive
inmerso en una etiqueta según los médicos. Su mente va en declive, y cada vez
recuerda menos su pasado, incluyendo el de hace unos segundos. Solo vive el
presente, existiendo solo el presente para ella. En estos momentos parece como
si la vida le empezara a cerrar las puertas de su realización, aunque esta
situación será la que le lleva a elevar su alma.
Su vida se está
apagando. Es como un atardecer en su andar. Está perdiendo facultades, y la
mente le está borrando los recuerdos y todo lo bueno que ha podido disfrutar a
lo largo de su vida, que ha sido en momentos contados.
Ya no recuerda
casi nada.
Su mente se
apaga, y ella, no ha querido hacer nada a lo largo del trayecto para ella y
volver, así, a controlar su vida, porque se olvidó que ella tenía una vida y
una manera pura de sentir. Andaba sin saber que podía cambiar el rumbo de su
dirección.
Su mente se va
apagando y la lleva a un desconcierto del presente, cerrada, aislada de todos
en su interior. Vive un mundo que no es el real. Todavía reconoce a los seres
más próximos, como hijos, nietos, y amistades más cercanas, pero no siempre el
nombre de ellos.
Un alma avanza
hacia su ocaso. Anularse la está llevando a un punto de no retorno, de no saber
controlar la realidad y no poder vivir sola. Su mente, de apellido alzheimer, la está poseyendo.
La
infravaloración hacia ella misma, así como la incapacidad de decisión por ella
misma la ha llevado a este punto del camino, donde solo existe el presente para
ella, sin ser consciente.
Va a un lugar y
se desconcierta, no sabiendo qué hace allí.
Quiere decir
una cosa, y no encuentra las palabras para expresarse como ella querría.
A veces le
cuesta encontrar las cosas porque no se acuerda donde las ha dejado o se
encuentran.
Cuando cocina,
no siempre da los pasos que se requieren para cocinar un plato concreto.
Cada vez se
acuerda menos de los gustos de su pareja, su marido, que sin él, “ella nada sería”.
Va a comprar y
cuando llega al supermercado, no se acuerda de lo qué comprar. A veces, esta
mujer llega a casa con un producto que no necesita, o que la despensa ya está
llena de este producto.
No controla su
vida. Ya no sabe decidir, dejándose llevar por la rutina diaria, rechazando
toda novedad, aunque sea para liberarla. Ya no toma decisiones, y de esto ya
hace muchos años.
Los olvidos van
a más. Ya no se acuerda casi de ella, solo recuerdos esporádicos de su
infancia, repitiéndolas una y otra vez con las mismas palabras como si fuesen
la primera vez.
Su pasado le
corroe. Su vida es una rutina, pero dentro de ella, de cuando en cuando,
encuentra una grieta en su vida, que la hace sentir bien o tranquila, hecho que
no ha sido a lo largo de sus años.
Ahora está
rodeada por seres que la aman. Estos saben de su situación, sabiendo que ésta
irá consumiéndole progresivamente, llegando a la absoluta ausencia de su
conciencia, con lo que esto conlleva. Su entorno está dando pasos para que el
distanciamiento interno de este ser, inevitable, sea acompañado y vaya
recordando el amor que se le está dando en estos instantes de su atardecer no consciente.
Los días se van
apagando para su ser.
Siento un gran
amor hacia todo lo que ha hecho por los seres más amados.
Ahora solo hay
un camino, no el de ella, sino de aquellos que la rodean, porque hará que sus
vidas vayan cambiando cada vez más y se deban de tomar decisiones “no queridas” y aceptadas a la vez, para
que este ser pueda sentir el amor de aquel o aquellos que ahora, y en su
momento, le rodean o estarán con ella.
Amada alma,
llena de inocencia, transparencia, generosidad y queriendo lo mejor para todos
los seres amados,…¡GRACIAS!.
Eres amada y
guiada por la Luz, a pesar de los pesares.
Tu Amor reside
en ti, porque eres Amor y siempre lo has sido, y este Amor te ha llevado a tu
mejor camino para elevar tu alma y la de todos.
Gracias por ser
y estar, y por tu coraje de aceptar esta situación como alma.
Que el Amor y
la Paz sean en todos vosotros.
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