lunes, 29 de junio de 2020

Conersación con el Maestro






Una vez, un discípulo hablando con su tutor le preguntó:
-         Maestro, dices que una caja grande no puede caber dentro de una pequeña. Lo entiendo porque es obvio, pero ¿qué me quieres decir, exactamente?
El Maestro le respondió:
-         No quieras responsabilizarte y  hacer más de lo que puedes dar en estos momentos. Cuando tu interior se abra, entonces podrás sentir otros sentimientos y más pureza.
-         ¿Y cómo puedo llegar a sentir estos sentimientos más puros dentro de mí?
-         Dejando que tu naturaleza se manifieste. Deja que tu corazón te hable y escúchalo. Deja de pensar y dedícate a sentir. Entonces verás como tu interior se hará más grande y sentirás la presencia de todo el universo en ti.
-         ¿Y cómo empezar para llegar a aquí?
-         No haciendo tantas preguntas y sintiendo el amor dentro de ti.



miércoles, 24 de junio de 2020

Vivir desde la Esencia



¡Hola! Continuamos nuestro proceso de expansión.
A partir del próximo mes de julio, debido a la libre movilidad para podernos desplazar fuera de nuestra provincia, reinicio el proceso para poder llegar a todos vosotros presencialmente con todas las actividades que he venido realizando hasta ahora.
A continuación os anuncio el nuevo encuentro, en este año 2020. Nos encontramos en tiempos de dar un nuevo paso en nuestro proceso evolutivo, y éste se basa en vivir desde nuestra verdadera esencia. Por eso, os quiero presentar este nuevo encuentro de media jornada, inicialmente, dispuesto a ser transmitido y compartido.  Mi intención era haberla presentado a principios del mes de marzo, pero  debido a la situación vivida, he tenido que posponerla hasta los momentos actuales, donde ya son posibles los desplazamientos por la mayoría de nuestro país.
Todos aquellos que queráis que se realice en vuestra población, centro o asociación, solo tendréis que escribir un mail a: emaeljordimm@gmail.com Miraré la manera de poder venir con todos vosotros y compartir el contenido de este nuevo proyecto basado en la evolución de cada uno, como ser de Luz que somos, y con las nuevas energías habidas actualmente en nuestro planeta.
Encantado estaré de poder estar con todos vosotros.

Desde mi corazón, un abrazo.

domingo, 21 de junio de 2020

La niña que perdió una coleta






Había una vez una niña que vivía con sus padres. Como cada mañana, la despertaban para que se levantara para ir a la escuela. Aquel día, como otros, la niña, después de mirarse al espejo dijo a su madre:
-         Mamá, hoy quiero que me hagas coletas.
Después de lavarse la cara, su madre cogió dos gomas elásticas para la cabeza y le hizo dos coletas como su hija le había dicho. La niña salió de casa en dirección a la escuela acompañada por su padre que trabajaba cerca del centro escolar.
La niña pasó todo el día en la escuela porque también se quedaba a comer. Al atardecer, cuando se ya se encontró en casa nuevamente, y habiendo cenado para ir a lavarse los dientes, se dio cuenta que le faltaba una coleta, cuando por la mañana llevaba dos.
-         ¡¡¡Mamá!!! -  se oyó una voz que gritaba desde el lavabo.
-         ¡¡¡Papá!!!,  venid, corred, venid – se oyó nuevamente desde el servicio.
Cuando sus padres llegaron se encontraron a la niña buscando su coleta por el recibidor en dirección a su habitación.
-           Aïna, ¿qué te pasa hija? – preguntó su madre mientras la veía que buscaba algo.
-          He perdido una coleta y no la encuentro.
Los padres la ayudaron a buscarla, pero nada. Entonces cogieron a la niña, y los tres fueron a sentarse al comedor.
-          A ver, ¿cómo puedes perder una coleta y no darte cuenta, hija? – le dijo su padre.
-          No lo sé. Esta mañana la llevaba y ahora ya no la tengo.
-          ¿Quieres decir que no te la has deshecho? – insistió la madre.
-          Que no mamá, que no me he tocado el pelo.
-          A ver, ¿Cuándo te la has encontrado a faltar por primera vez? – le preguntó su papá.
-          Ahora, cuando me he ido a lavar los dientes.
-          ¿Y antes no? ¿A lo largo de todo el día no la has encontrado a faltar?
-          No – respondió la niña.
-          ¿Has tenido gimnasia hoy? – le preguntó la madre.
-          Sí, esta mañana – le respondió.
-          ¿Cuándo has acabado la gimnasia tenías todavía las dos coletas? – preguntó su padre.
-          Sí, todavía las llevaba porque se me había caído un poco de pelo a la cara y me lo he peinado un poco.
-          ¿Qué has hecho después de la gimnasia? – dijo su papá.
-          Hemos vuelto a clase.
-          ¿Y después? – insistió.
-          Hemos hecho un poco de relajación antes de salir al patio y esperar para ir a comer.
Después de analizar todo el día llegaron a la conclusión que cuando fue a comer ya sólo llevaba una porque alguna de sus compañeras la miraban un poco diferente.
-           ¿Qué habéis hecho en la relajación? – preguntó su madre.
-          Un ejercicio que viajábamos a un país donde había la llave de la felicidad y que para entrar nos pedían alguna cosa nuestra, y que si a la salida todavía no habíamos adivinado cuál era la llave de la felicidad no nos devolvían lo que habíamos dejado a la entrada, y que no nos lo devolverían hasta que supiéramos cuál es esta “cosa” que nos hace ser felices.
-          Vaya, y por lo que veo, tú no lo has adivinado – dijo la madre interrumpiéndola.
-          No. Yo  le dejé una de mis coletas y el guardián de la entrada la puso en una caja forrada por dentro de una ropa de color lila. Entré y ¡todo era tan bonito! La gente estaba contenta y hacían mucha broma entre ellos. Pregunté a uno cuál era la llave de la felicidad y me dijo que sintiera en mi corazón y que él me lo diría. Le pregunté a otro y me dijo que aquello que buscaba se encontraba dentro de mí, señalándose el pecho. Yo veía que todos eran felices y como si se conociesen.
-          ¿Escuchaste a tu corazón? – preguntó su padre.
-          No – respondió la niña.
-          ¿Y por qué no lo escuchaste?
-          Porque yo quería que me lo dijesen y así poder ser la primera en salir de allí.
-          ¿Qué no te encontrabas bien en aquel país? – interrumpió la madre.
-          ¡Sí, muy bien! Todo era muy divertido y me lo pasaba bien estando con ellos.
-          ¿Jugaste? – preguntó el padre.
-          Sí. Te dejaban jugar con ellos y no les importaba perder porque todo y así se lo pasaban muy bien. Jugaban para pasárselo bien, no para ganar.
-          ¿Qué pasó al final, al querer salir? – preguntó la madre llena de curiosidad.
-          Pues, que al querer salir y encontrarme al guardián de la entrada me preguntó cuál era la llave de la felicidad y yo le dije: pasárselo bien y reír. Entonces él me dijo:
-          Sí, es cierto que  jugando como un niño llegas a estar bien, pero esta no es la llave de la felicidad. Si no ríes igualmente puedes ser feliz, por lo tanto, todavía debes de encontrar esta llave que te permitirá ser feliz siempre, estés donde estés.
Cuando quise salir y coger la coleta, él me dijo:
-          No, todavía no te la puedo dar hasta que encuentres la llave que te hará ser feliz.
De esta manera dejé aquel país volviendo del viaje con una coleta menos. Cuando me desperté de la relajación me sentí extraña porque era como si me faltase algo como si tuviera que saber algo importante. Estando todavía pensativa con lo que había vivido en el ejercicio de relajación, sentí una voz de fondo que decía:
-          Va, y ahora id saliendo poco a poco sin mucho ruido. Los que os quedéis a comer id al patio pequeño, como siempre.
Era la maestra que ya habíamos acabado y ya podíamos salir
-          Aïna, ¿todavía no sabes cuál es la llave de la felicidad? – preguntó su papá.
-          Yo pensaba que era pasárselo bien y reír.
-          Ya sabes que no volverás a tener dos coletas hasta que encuentres la respuesta – dijo el padre.
-          Mamá me hará otra – dijo.
-          No, me parece que no serviría de nada – dijo la madre.
-          ¿Por qué? – preguntó la niña.
-          Porque me parece que cada vez que quiera ponerte la goma, la coleta desaparecerá.
-          ¡Que no! ¡Ya lo verás! ¡Pruébalo! – dijo la niña.
La madre cogió parte de su pelo, lo estiró, le puso una goma elástica, y ¡zás!, como arte de hechizo, la cola desapareció.
-          ¿Lo ves hija? Solo conseguirás tener nuevamente la otra coleta cuando encuentres la llave de la felicidad.
-          ¿Vosotros la sabéis? – preguntó.
La madre asintió con la cabeza.
-          Y tú papá, ¿lo sabes?
-          Sí – respondió.
-          Entonces decírmelo y así yo también lo sabré y podré recuperar la coleta.
-          Amada hija, ¿que te sientes bien con nosotros? – preguntó el padre.
-          Sí – respondió la niña rotundamente.
-          ¿Por qué? – continuó preguntando el padre.
-          Porque me amáis – dijo Aïna.
-          Nosotros también, hija. Eres un regalo del cielo para nosotros.
Entonces el padre se acercó a ella y la besó. La madre le hizo una sonrisa y también li hizo un beso de ir a dormir, a la vez que le dijo:
-          Venga, va, ahora ves a dormir.
-          ¡Pero si no me habéis contestado!
-          Ahora cuando te pongas en la cama ten presente lo que te hemos dicho y  esta noche vigila los sueños, porque quizás mañana tengas una sorpresa – continuó diciendo la madre.
-          ¿Mañana ya lo sabré?
-          Es probable – le dijo el padre
Aïna se fue a su habitación pensando con lo que le habían dicho sus padres y cuando se acostó se sintió muy amada por ellos. Aquella noche tuvo un sueño que le dijo cuál era la llave de la felicidad.
Cuando se despertó y levantó de la cama para ir al lavabo se dio cuenta que volvía a tener las dos coletas. Había encontrado la respuesta.


Y tú, ¿ya sabes cuál es la llave de la felicidad?