miércoles, 31 de marzo de 2021

En la naturaleza

 


-         Papá, es muy bonito todo esto – dijo un niño de siete años a su padre respecto a la visión que tenía desde la cima de una colina.

-         Sí, hijo. Cuando uno está en silencio y mira, puede llegar a ver la belleza que le rodea.

-         ¡Mira, mira! – dijo señalando unos pájaros que pasaron ante ellos en grupo. Me gusta lo que estoy viendo – continuó diciendo.

Su padre lo escuchaba en silencio mirando lo que su hijo observaba.

-         Me gusta venir aquí y al bosque a pasear y jugar – dijo el niño.

-         A mí también me gusta ir y poder pasear, escuchar los sonidos de los pájaros y la olor de la tierra cuando está mojada.

-         A mí también – respondió aquel ser joven.

-         ¿Sabes?, mamá y yo veníamos muy a menudo a la montaña. Nos hacía sentir bien – le dijo su padre

-         Estamos más cerca del cielo – añadió el niño.

-         Hace que estemos más cerca del cielo, pero no por la distancia, sino porque nos sentimos mucho mejor y cuando uno está bien con él mismo, hace que el cielo se acerque a él.

-         Yo lo siento muchas veces.

-         Me alegro hijo – respondió el padre. Todos tendrían que salir más a menudo a la naturaleza para estar bien. Cuando uno sale a pasear o a jugar en ella, luego vuelve a casa sintiéndose mejor.

De repente llega una brisa de aire y el niño extiende sus brazos y cierra los ojos para sentir mejor este elemento. Al cabo de unos instantes, el padre le dice:

-         Me gusta mucho verte como aprecias la naturaleza y te encuentras bien aquí. Todos tendrían que venir y poderse sentir bien.

Era la tarde, y de repente, ya hacia el atardecer, alguna estrella empezó a verse. El niño empezó a contarlas en voz alta una vez se dio cuenta de ellas, hasta que preguntó:

-         Papá, me gusta venir aquí y estar contigo.

-         A mí también, hijo. Me gusta compartir contigo estos momentos. Estoy muy contento por estar juntos en instantes como éste.

A continuación añadió:

-         Cuando estábamos allí arriba los dos, yo también te quería, y cuando volvamos allí – señalando el cielo – volveremos a estar juntos. Yo te quiero y siempre estaré contigo.

-         Mamá está ahora con nosotros, ¿verdad?

-         Sí, hijo. Ella desde allí nos ve y nos envía su amor.

-         A veces he soñado con ella.

-         Yo también – dijo el padre.

-         Estoy contento que esté allí arriba – dijo el niño..

-         ¿Por qué?

-         Porque así puede estar siempre con nosotros.

-         Ella nos recibirá cuando vayamos allí – señalando el cielo.

-         ¿Ella está bien, verdad?

-         Sí. Ahora ella está contenta porque nosotros dos estamos ahora aquí juntos.

De repente el niño dijo:

-         ¡Mira papá, la luna! ¡Ahora hay muchas más estrellas!

-         Sí, la de mamá también está allí.

-         ¿Dónde?

-         Es una de ellas. Siempre aparece para decirnos que está bien.

-         ¿Sabes cuál es?

-         Mira el cielo. Ahora cierra los ojos pero continúas viendo lo que veías. ¿Lo estás haciendo?

El niño asiente con los ojos cerrados.

-         Ahora mira todas las estrellas que ves con los ojos cerrados. Mira bien porque hay una que se hace más grande.

De repente, y después de unos segundos, se oye una expresión:

-         ¡Mamá!

-         ¿Viene hacia ti?

-         ¡Sí!. Está bajando.

-         No hables y mira lo que ella hace. Quiere estar contigo.

Al cabo de unos momentos el niño abre los ojos y dice entusiasmado:

-         Me ha dicho que me ama mucho y que siempre está conmigo y contigo. Era más joven.

-         ¿Y tú que le has dicho?

-         Que no se preocupara porque yo y tú estamos bien.

-         ¿Te ha dicho algo para mí?

El niño miró a su padre y a continuación dijo:

-         Te ama.

El padre abrazó a su hijo, y éste a él, dirigiéndose al coche para volver a casa.

 

Cada vez somos más conscientes de la importancia de la naturaleza para nuestras vidas. Cada vez hay más seres que se adentran a ella, o que cambian de domicilio para estar más cerca.

Es parte de nosotros y nosotros de ella. Hay una Unicidad con todo lo que nos rodea. No es porque sí su existencia en este mundo. A veces podemos necesitar un lugar donde sentirnos bien y armonizarnos. El cielo nos entregó la naturaleza, los bosques y campos. En ella apreciaremos el bienestar y podremos llegar a obtener la apertura de nuestro interior para recordar un poco más, aquel quien cada uno es.

No es porque sí su presencia. Es parte de nosotros, y nosotros de ella.

El silencio, el bienestar, el sentir, el no-tiempo y otros aspectos innatos son activados cuando nos encontramos en este espacio destinado a nuestro equilibrio.

Todo lo que necesitamos nos es dado, y la naturaleza, junto con los animales, es parte de nosotros, un espejo donde nos podemos ver y sentir todo nuestro interior, si abrimos nuestro corazón.

Los tiempos que vivimos nos están llevando cada vez más a ella. Así es y está siendo.

Respetémosla y cuidémosla, porque al ser parte de nosotros, cuando el humano la deteriora, nos está deteriorando a todos, a cada uno de nosotros.

Son tiempos de consciencia, y ésta apertura nos lleva a contactar y reunir todo lo que es parte de cada uno.

La Tierra es Sagrada para sus habitantes. Las consciencias nos unirán y haremos de este mundo, el paraíso inicial establecido.

 

Que vuestro Corazón guíe vuestros pasos.

 

jueves, 25 de marzo de 2021

Encontrando al Maestro

 


En una zona del bosque se encontraban un grupo de gorilas reposando y comiendo frutos y hojas que este bosque les ofrecía. Sus presencias denotaban una impresión de gran respeto y humildad.  Sus movimientos eran serenos, mientras recogían y arrancaban los frutos de aquel lugar.

Reposando en el suelo verde que los mantenía, dejaban que el tiempo fuera pasando sin más intención que hacer y vivir aquel momento en que se encontraban. Eran seres que vivían fuera del tiempo y el espacio. Sencillamente estaban en su presente actual, a cada instante.

De repente, un grupo de monos los vieron en la distancia. Todos ellos se detuvieron excepto uno que continuó su camino hacia donde los gorilas se encontraban.

Cuando éstos oyeron unas hojas ser pisadas giraron la cabeza hacia la dirección que así era. Uno de los gorilas avanzó unos pasos para ver quién era el que se atrevía a acercarse a su grupo.

Estando aquel animal de gran presencia mirando hacia donde alguien se acercaba percibió un mono avanzando sin temor. Cuando éste llegó a pocos metros de quien le observaba, se detuvo. Miró al suelo como señal de respeto y esperó unos momentos.

El gorila se le acercó hasta ponerse a un metro de él, más o menos. Luego se sentó ante aquel ser y lo contempló sin parar. De repente, le dijo:

-         ¿Por qué has venido hasta aquí?

-         Pido mil respetos por acercarme tanto. Mi intención sólo es de preguntarte algo y poder recibir una respuesta de tu parte – le dijo el mono.

-         ¿Qué me quieres preguntar? – preguntó el simio de mayor tamaño.

Sin continuar mirándole a los ojos, dijo el mono:

-         Muchos os temen por vuestra gran presencia. ¿Cómo puedo tener yo una gran presencia teniendo el cuerpo que tengo?

El maestro gorila le respondió:

-         Tu atrevimiento de venir hasta aquí ya es una muestra de tu querer. Has sentido que debías de acercarte y hablar con quien podía aconsejarte. (Pausa). Mereces todos mis respetos.

El mono lo miró por primera vez a los ojos, viendo su  profundidad en la mirada que tenía. Se sintió en paz y acogido por aquel ser. A continuación dijo:

-         Mis compañeros no han gozado acercarse a tu grupo por miedo a lo que les pudiera llegar a pasar. Yo sentía que podía recibir una respuesta después de mucho tiempo que llevo preguntándome sobre el cómo mostrarme todo lo que soy.

-         Aquel que tiene miedo desprende una energía de inferioridad, dando pie a quien pueda llegarse a creer que es más que él. El hecho de no temer los posibles resultados obtenidos de una deseada respuesta, hace que ésta te acerque a los demás. (Pausa). Siento tu respeto hacia nosotros y tu querer sentir la felicidad en ti. Sintiéndola, uno hace que los que le rodean también puedan llegar a sentirla por la unicidad con la energía de aquel que la irradia.

El gorila continuó hablándole con una voz serena y tranquila. El mono lo miraba fijamente para poder captar todo lo que aquel ser desprendía y le llegaba. Su actitud era parte esencial del contenido que le estaba transmitiendo. Luego, el maestro simio continuó diciendo:

-         Cuando alejas los temores y los miedos de ti, es cuando percibes más la posibilidad de poder ser tú mismo. Siendo así, percibirás que otros seres pueden acercarte sin defenderte de su presencia. Algo en ti sentirás conforme aquel otro ser es una parte de ti.

Finalmente le dijo:

-         El querer conseguir una gran presencia como protección, debes de confiar más en ti y sentir conforme tú ya eres todo lo que necesitas. Disfruta de cada instante que vivas en este bosque o en otro lugar. No estoy hablando de una presencia física, sino del gran ser que hay en ti. No tiene nada que ver con tu tamaño, sino con tu gran corazón.

Mientras  los dos hablaban, a cierta distancia se encontraba el grupo con el cual se desplazaba nuestro discípulo simio.

El gorila dejó de mirar al mono y fijó su mirada al grupo que había avanzado cierta distancia. Al mirarles, alguno de ellos se alejó por miedo a que fuera a por ellos y pudieran salir perjudicados.

La gran presencia volvió a mirar al ser de menor estatura y pareció como sonreírle.

-         ¿Puedo preguntarte una cosa más? – dijo el mono.

-         No temas por cómo ahora eres, porque tu presente sólo es el inicio de lo que llegarás a ser en tu existencia – dijo el maestro. 

-         ¿Por qué existimos tantos animales con diferentes tamaños y estaturas? No lo entiendo. Si todos somos iguales, ¿por qué hay estas diferencias entre unos y otros?

-         Para que puedas darte cuenta que no cuenta el tamaño, la forma, sino el cómo reaccionas tú. Cuando llegue el momento de hacerlo sin los temores de posibles ataques, será cuando hayas aprendido que sólo ha sido por cuestiones mentales que han alterado tu energía. Procura ser tú en tu camino para irradiar una energía de alta vibración, entonces, la naturaleza será tu aliada y no temerás por lo que te pueda ocurrir. Ahora tu día a día te ha llevado hasta mí. Ha hecho que te encuentres conmigo. Todo ha sido debido que has preguntado aspectos ignorados hasta ahora por ti. Cuando percibes tu verdadera esencia, atraerás todo lo que necesites, por eso has venido hasta aquí. Si hubieras continuado con los temores de tu interior, entonces, continuarías atrayendo seres que te harían huir y temer por tu vida. Tu energía hace que tus compañeros, y animales que vayas encontrando, te respeten o te persigan para hacerte mal. Éste solo se encuentra en tu mente, en el grado de miedo que puedas llegar a tener en tu vida dentro de este bosque.

De repente, el mono hizo como una reverencia al gran gorila como agradecimiento de sus respuestas. El gorila levantó su mano haciendo un palmeo en su pecho. Se levantó y se dirigió hacia su grupo nuevamente.

El simio discípulo hizo como una respiración profunda y continuó dirigiéndose hacia sus compañeros que le esperaban. Cuando llegó a ellos, sintió una gran paz y los que se encontraban junto a él, lo vieron y sintieron por primera vez, como alguien importante en la dirección de todo el grupo de su especie.

 

Cuando uno está preparado, encuentra a su maestro para seguir su proceso. Éste aparece ante ti y a menudo, de la manera más inesperada.

Todo fluye.

Nuestra energía lo atrae.

jueves, 18 de marzo de 2021

La estación de tren

 


Alguien se encontraba sentado en uno de los bancos de la estación del tren. Esperaba la hora prevista para poder coger el tren que le llevaría allí donde cada día le llevaba.

Eran las 7’15h de la mañana  y el tren llegaría a esta estación a las 7’22h.

Antes de llegar, apareció otro viajero previsto para coger su propio tren. Se le veía preocupado y como siguiendo una rutina diaria.

No fueron los únicos que se encontraban allí. Como si fuera un paseo matinal, aparecieron dos personas más. Las dos adultas. Dos mujeres llegaron mirando la procedencia de las vías hacia aquella estación para ver si se divisaba el tren previsto a coger. La otra mujer sencillamente se dirigió a otro de los bancos de la estación y se sentó.

Así durante todo el día. Llegan unos seres esperando su tren, y cuando llega, se suben a él para que les lleve al sentido de aquel día y puedan llenar las horas con las que cuentan en cada jornada.

Una vez, una joven llegó a la estación con unos auriculares puestos escuchando una música. Parecía estar centrada en ella. Pasó un tren y no lo cogió. Llegó otro tren y sólo lo observó desde donde se encontraba sentada. Al final, se levantó y empezó a caminar por el andén de un extremo al otro.

Llegó un momento que se quedó en uno de los extremos de aquella estación, sentándose en el suelo bajo uno de los faros que había en aquel andén. Llegó otro andén, y tampoco se subió en él. Así a lo largo de gran parte de aquella mañana.

Al día siguiente, cuando los primeros viajantes de aquella jornada desaparecieron de la estación por haber cogido su tren, volvió a llegar aquella joven, pero esta vez sin los auriculares. Parecía estar con ella misma y con nadie más.

En un momento determinado apareció por un lado de la estación un joven, sentándose en el otro extremo del banco donde se encontraba la chica. La miró y vio como su mirada estaba como perdida. Parecía ausente de aquel lugar donde se encontraba. 

Se creó unos momentos de silencio. Pasó un tren, y ninguno de los dos lo cogió. Llegó otro tren, y salió sin sus presencias.

-         A veces cuesta encontrar el tren que buscamos – dijo el chico en voz alta.

La chica fue como si no le hubiera oído.

De repente, el chico se puso a reír, haciendo girar la cabeza a la joven para mirarlo.

El chico le dijo:

-         Los niños nos ayudan a reír – dijo mirando al andén que tenían delante, donde habían llegado una mujer con un niño que estaba riendo. Ellos  - continuó diciendo – no esperan tanto. Sencillamente cogen el tren y se divierten en el trayecto para bajar donde deba de ser.

-         Cómo mínimo saben qué tren coger – dijo la chica en voz alta mirando a aquel niño.

A continuación añadió:

-         Llevo tiempo para ver si encuentro mi tren, y no lo veo por ningún lado, ni los que vienen por la izquierda, ni por la derecha. No siento su llamada para subirme a él.

-         No debemos de temer lo que nos podamos encontrar en el camino, ni en dónde nos permitirá bajar – dijo el joven. Hace años yo cogí uno que me hizo vivir una serie de experiencias aparentemente no queridas, y resulta que con el tiempo, he llegado hasta aquí.

La chica miró por primera vez al joven y sintió algo especial en ella. Mirándole, le preguntó:

-         ¿Cómo es que estás aquí ahora?

-         Sentí que debía de venir.

-         ¿Tú también debes de coger un tren?

-         Ahora no, pero sí el hecho de estar aquí. Sencillamente he venido y aquí estoy.

-         ¿Por qué estás aquí si no sabes el por qué? – preguntó la joven.

-         No es que no lo sepa, pero sí el tener que estar ahora aquí. ¿Quieres irte para empezar de nuevo?

-         Me gustaría- le respondió.

-         ¿Puedo hacerte una pregunta? – preguntó el chico.

-         Pregunta – le respondió ella.

-         ¿Qué tipo de tren quieres coger?

Después de un silencio respondió:

-         Uno que me haga sentir bien y me motive para hacer la vida que siento en mí.

-         ¿Que no la estás haciendo?

-         Estoy cansada de hacer siempre lo mismo. No me motiva.

-         Por eso vienes cada día aquí para ver si encuentras algún tren que te lleve donde sientes.

-         ¿Cómo sabes que vengo casi cada día? – preguntó la chica.

-         Me lo has hecho saber tú sin decírmelo, por tus palabras dichas.

-         Tengo ganas de irme y no sé cómo hacerlo.

-         Puedes sentir cómo quieres vivir. A veces ayuda.

-         ¿Tú eres feliz? – preguntó ella.

-         Yo me encuentro bien y soy feliz. Llegué a coger diferentes trenes, y al final encontré el que necesitaba.

-         ¡Cómo me gustaría que eso me ocurriera a mí!

De repente vieron como un tren llegaba a la estación.

-         ¿Quieres subir a él? – le preguntó el joven.

-         No – respondió.

En unos segundos, el tren que tenían delante cerró sus puertas y empezó a moverse hasta dejar la estación.

-         ¿Cómo crees que será el siguiente tren? – preguntó el chico.

-         Divertido no – dijo inicialmente -, aunque dejándome llevar por lo que siento, te diría que estando en él me sentiría bien.

-         Puede ser un buen momento para iniciar tu nueva vida.

-         No sé donde me llevará.

-         Pero te sentirás bien en él me has dicho.

-         Sí. (Pausa). Crees que si te quedas aquí serás feliz?

-         No!!! Respondió la chica de una manera tajante y convencida.

-         Deja, pues, que te lleve allí donde debe de llevarte. Quizás encuentres parte de aquello que sientes para llegar a sentirte bien del todo.

La chica lo escuchaba, pareciendo que la situación que vivía de querer cambiar no era tan degradable.

-         Tienes la suerte de tener una estación junto a ti para poder coger el tren que elijas.

La joven sintió un alivio el oír estas palabras.

-         Ahora está en ti el decidir. Tú puedes conseguirlo. No estás sola. Seguro que allí donde vayas vas a encontrar otras personas que te harán sentir bien. Si dejas pasar todos los trenes no sabrás si lo que te espera se acerca más a lo que sientes dentro de ti. La mejor manera es dar el paso.

-         Y coger el tren, ¿verdad?

-         Sí. Así es – le respondió el chico.

Después de un buen rato casi en silencio, y ya hacia el atardecer, llegó un tren como si viniera de la puesta de sol que se percibía desde donde estaban.

De repente la chica se levantó dirigiéndose y subiendo en uno de los vagones de aquel tren. Una vez dentro, y todavía con las puertas abiertas, se giró. Miró al chico y le dijo:

-         Gracias – haciendo una sonrisa, la primera, desde que estaba con él.

Las puertas se cerraron, y cuando el tren desapareció del andén, todos los bancos estaban vacíos, incluido donde aquella chica  y el joven se encontraban. El andén quedó vacío.

 

A veces, por miedo, no cogemos el tren de nuestra vida. Hay veces que necesitamos vivir algo muy diferente a lo que se quiere, para poder dar el primer paso hacia nuestro sentido en esta vida.

Siempre hay un tren para nosotros, aunque el supuestamente previsto ya se haya ido. Éste previsto, procedía de vuestra mente, no de aquel quien en verdad sois.

No temas, porque tu tren está a punto de llegar.

Él sabe de tu presencia en tu estación, por eso te viene a buscar para llevarte allí donde acordaste llegar. A todos nos llega el momento de empezar de nuevo. Una nueva vida abre sus brazos para recibiros.

Tu tren ya está entrando en tu estación. Las puertas se abrirán para ti.

 

¡Adelante!