“…y así fue como aquella alma se unificó con
su Divinidad, llevando a término el pacto acordado momentos antes de su
encarnación en esta vida actual.”
Aquel ser dejó de ser él, y su
presencia era física, pero no su expresión ni manifestación a lo largo de su
nueva vida.
Dejó todos sus pensamientos, su
parte racional para dejar que su corazón guiara su vida y tomara el timón de su
rumbo en medio del caudal de su verdadero sentido al encontrarse en este mundo.
Su vida se basó en el sentir. El
pensar ya no tenía su espacio dentro de su parte mental. Fue su corazón quien
le susurraba cada decisión a tomar.
Parte de su obra no era escuchar
a su corazón, sino, a partir de aquel momento, sencillamente se abría
interiormente, se predisponía y dejaba que todo surgiera según la Voluntad
Divina en él.
Él ya no era quien su entorno le
estructuró.
Él era quien verdaderamente era
basado en su esencia innata.
Desde entonces, él dejaba que su
Divinidad hablara por él, y sus actitudes y sus actos fueran las de su
verdadero ser: el Dios que era.
Se liberó de sus creencias.
Dejó de controlar su vida,
fluyendo y aceptando cada bendición que esta le ofrecía. Era un ser libre,
liberado de todo tiempo y espacio. Sólo existía el presente en él.
Su Luz resplandecía como nunca
antes lo había hecho.
Su Amor era puro, y su
Compasión, incondicional.
Percibía el fondo de todo lo que
sucedía en su vida o en la de todos aquellos que a él se le acercaban pidiendo
una ayuda para poder llegar a ellos mismos.
Fluía, vivía intensamente su
presente, con toda su plenitud, sin ningún interés personal asociado a la forma
y la materia, sabiendo que todo le era dado, viendo como su vida iba
materializándose sincronizada con la Voluntad Superior, manifestando el Universo
y el Hogar del cual él era consciente que de allí procedía.
Esta alma era un ser libre al
servicio de la Divinidad Superior, siendo él parte de esta Divinidad encarnada
en esta dimensión que se encontraba.
Empezó a amar como nunca lo
había hecho hasta ahora. Siempre había dedicado su vida a los demás, pero llegó
el día que dejó de ser quien le habían hecho, para convertirse en quien era.
Su proceso le llevó a tomar
ciertas decisiones que pocos son los que las toman. Así había de ser.
Su instrucción fue,
mayoritariamente, procedente del mundo celestial. Su aprendizaje fue guiado y
transmitido por Maestros Ascendidos que le indicaron los pilares para poder
vivir en esta vida siendo uno mismo. Luego, su vida terrenal le llevó a
encontrarse con los maestros físicos que le permitieron llevar a término lo
indicado y abrir nuevas puertas para su Gran Despertar y poder interpretar,
aplicar y divulgar adecuadamente toda la sabiduría que se le había transmitido.
Sentía el Dios que era cada vez
más. Su interior era el universo expandido pudiendo encontrar las respuestas
que necesitaba, la conformidad de lo que sentía y todo aquello que debía hacer
en su presente, e incluso, poder ver su vida más allá del presente que se
encontraba.
Era un ser sereno, tranquilo y
aceptando su misión en esta vida, y sobre todo, la de su presente constante.
Aprendió a darse cuenta que todo
tenía un Sentido Mayor y no había nada al azar.
Aprendió a dejarse llevar por
aquel quien era y dejaba que su presencia hiciera la función que debía de
hacer, por el solo hecho de estar donde estaba.
Se liberó de todo y decidió
entregarse completamente a su Divinidad.
Ahora es un ser cada vez más
íntegro y una Fuente donde beber la esencia que cada uno es para alimentar su
espíritu y llegar a manifestarse, con toda su majestuosidad.
Este ser podía pasar
inadvertido, a no ser por su mirada, su actitud, su Luz y resplandor. Cuando
alguien se le acerca, se siente bien a su lado. No es alguien diferente a otro,
sencillamente, se está mostrando tal como es, siendo él y obrando según su
esencia.
Todo su proceso le llevó a su
presente actual. Sabe que su camino, y su evolución continúa. Sabe que todavía
hay puertas que abrir, todavía más en su interior, pero siempre en la más
profunda sencillez, humildad y firmeza a la vez.
Así fue como aquella alma dio
los pasos adecuados para manifestarse en este mundo en el cual se encuentra.
Viéndole a ella, uno llega a
darse cuenta del potencial que cada uno tiene en su interior y que, si
quisiera, aplicando su libre albedrío, podría llegar a ser, él también, su
Divinidad manifestada.
La Felicidad le abraza. No hay
limitaciones para llevar a término aquello que uno siente.
Así fue como aquella alma,
siguiendo su proceso, llegó a sentir intensamente su Divinidad, Unificándose
con ella, y poder ser el Cielo aquí en la Tierra.
En este planeta en el cual nos
encontramos hay almas enviadas del Hogar para indicar el camino hacia aquel
quien cada uno es. Cada ser es parte de la humanidad, y con su proceso
individual y voluntario, puede llegar a manifestar la Divinidad que siempre ha
sido desde su nacimiento actual.
Recordar quiénes somos, nos
libera de las capas y barreras que se han podido construir para alejarnos de la
realidad existencial. Es con el aprendizaje basado desde el fondo de la forma,
que podemos ver y sentir más allá de lo establecido o los convencionalismos,
tanto religiosos, tradicionales, sociales,….
Y así fue como nuestra alma llegó a sentir la plenitud y
estar al servicio del sentido por el cual encarnamos.
¡Sé tú! ¡Escucha a tu corazón! Siente el Amor dentro de ti y
no temas llevar a término aquello que sientes en tu interior.
El proceso evolutivo consiste en SENTIR, no en Saber.
No se evoluciona aplicando la parte racional del ser, sino escuchando
los susurros celestiales de tu interior y el sentir cuando te encuentras
conectado con tu esencia innata.
Entonces se elevarán las vibraciones energéticas de nuestro
ser y abriremos las puertas de aquel quien en verdad somos.
Entonces, sabremos de la bendición que somos para todos
aquellos que nos rodean y para nuestro amado mundo.
“…y así fue como aquella
alma se unificó con su Divinidad, llevando a término el pacto acordado momentos
antes de su encarnación en esta vida actual.”
Gracias por ser y estar
No hay comentarios:
Publicar un comentario