Había una vez una estrella que se encontraba en la Tierra.
Estaba desconcertada, como perdida por todo lo que estaba viendo en nuestro
mundo.
Un día quiso visitar este planeta, y le gustaron tanto
ciertos paisajes, que decidió quedarse un tiempo.
Ahora, después de estar algunos días, nuestra estrella miró hacia arriba y vio a sus compañeras, a
su familia como la observaban cada noche en su quehacer. Hablaban un tiempo, y
luego se despedían después de oír todo lo que la estrella errante les contaba.
Un día tuvo la oportunidad de poder encontrar a una niña
jugando sola en su jardín en medio de la naturaleza. La niña la vio y se la
quedó mirando. La estrella se acercó para poder estar un rato con ella y
conocerla más. Los días que llevaba aquí en la Tierra, sólo había conectado con
toda una serie de árboles, plantas y otros seres conocidos como animales. De repente se
encuentra a esta niña jugando con una expresión que le recordó cuando ella se
encontraba con su familia.
-
¿Quién eres tú? – le preguntó la niña.
-
Soy una estrella que ha venido de ahí arriba –
señalando con una de sus puntas hacia el cielo. ¿Y tú quien eres? –le preguntó
la estrella.
-
Soy Estela – le respondió.
-
¿Te diviertes aquí en esta tierra?
-
Me gusta jugar y me lo paso bien.
Quedándose pensativa, hizo una pausa y la niña le preguntó:
-
¿Cómo has llegado hasta aquí? El cielo está muy
lejos – dijo.
-
Nosotras podemos bajar sin esfuerzo. Podemos ir
donde queremos y debemos de ir para ayudar a otros seres como tú. ¿A qué
jugabas? – le pregunto la estrella.
-
A saltar con un pie y con los dos por estos
palos - señalando el suelo.
-
¿Puedo jugar? – le preguntó.
-
Bueno – le respondió la niña.
Entonces la estrella sin esfuerzo y como si levitase, empezó
a pasar por encima de los palos y tocando dos de sus puntas, ahora una y ahora
la otra, cuando fuera necesario y hacer como la niña.
-
¿Cómo lo haces? – preguntó la niña refiriéndose
al levitar y desplazarse sin esfuerzo.
-
¿Vosotros no podéis hacerlo? – preguntó la
estrella.
-
No – respondió la niña.
Luego añadió:
-
¿Yo también puedo hacerlo?
-
Lo que yo soy, también lo eres tú. Dentro de ti
hay muchas cosas que en su momento las encontrarás y las aprenderás a hacerlas
servir.
-
¿Y ahora puedo?
-
Si quieres sí.
Entonces la estrella le dijo a aquella niña que pensara en
un día que se lo pasó muy bien y fue feliz. Así lo hizo y en su cara reflejó
una sonrisa y un gran bienestar.
Luego la luz le dijo que sintiera el Amor en su corazón,
sintiéndose amada por todos. Estela así lo hizo y de repente sintió como si su
cuerpo no pesara nada. La estrella cogió una mano de la niña y juntas se
elevaron iluminando todo el jardín en el
cual estaba jugando.
Al final volvieron a descender en el mismo lugar donde
empezó su encuentro. Era como si no se hubiera movido pero con la sensación de
haberlo hecho. Lo que había sentido aquella niña fue inmenso e inolvidable.
Luego, después de jugar un rato con ella, la estrella se
despidió de aquel ser que le hizo ver conforme este mundo no está solo, porque
hay seres como Estela que sostienen este mundo desde sus corazones.
La niña no dejaba de decir adiós con la mano a aquella luz
que le hizo sentir como no había sentido hasta entonces desde que vino a este
mundo. A partir de entonces, de cuando en cuando hacía el mismo ejercicio que
le enseñó la luz y toda ella resplandecía allí donde se encontraba.
No estamos solos. Hay seres de Luz que se encuentran entre
nosotros, pero sobre todo, hay unos seres que son los que nos ayudan a la
evolución de nuestro mundo y a tener una sonrisa y una felicidad cuando más lo
necesitamos: los niños.
Sentid aquel quien sois, y sabréis de vuestro niño interior.
Solo el Amor podrá hacer presencia en vuestro interior. Él os llevará a sentir
la verdad de lo que vivís.
Todos somos nuestra propia Luz. Somos la Fuente que riega
nuestra existencia y el proceso de nuestra amada Tierra.
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