¡Hola, soy yo!
Pienso que hace
tiempo que debería haberte escrito esta carta. Ahora es cuando más claro se
muestra el motivo por el cual me siento agradecido y más seguro de mí mismo.
Antes que nada, gracias.
Mucho tiempo he
estado olvidado y me he encontrado solo y desamparado. He llorado mucho en el
silencio. Nadie me escuchaba ni me hacía caso. Me sentía solo. No me sentía
amado. Yo chillaba, pero mis gritos y lloros no eran escuchados. Tenía miedo,
mucho miedo. He estado ignorado durante mucho tiempo.
Un día oí un
lloro que no era el mío. ¡Eras tú! Vi entonces una pequeña grieta en tu
corazón, donde unos tímidos rayos de luz me iluminaron.
Te habías
atrevido a expresar un poco lo que sentías. Nunca lo habías hecho. Era la
primera vez. Tus lágrimas fueron un gran consuelo para mí. Me aliviaron. Aquel
día empezaste a abrir una puerta para llegar a mí, la cual yo pensaba que
estaba cerrada y sellada para siempre. Aquel hecho me hizo ver una luz de
esperanza.
Cada lloro que
hacías me daba seguridad y confianza.
Con el tiempo
me fui encontrando extraño, diferente. No estaba acostumbrado a que estuviesen
por mí, aunque no fuera de una manera consciente. Ahora continuaba teniendo
miedo porque no sabía qué me pasaría y cómo acabaría todo. Tenía sensaciones
que no había tenido nunca.
Un día, aquella
puerta se abrió de par en par. Entró mucha luz y, por primera vez, sentí una
dulce, una dulce voz que me hablaba con palabras tiernas, llenas de amor y
confort. Me puse a llorar.
La luz me
abrazaba y nos columpiábamos. ¡Me sentía tan bien!
Eras tú, que
habías decidido encontrarme después de tantos años de ignorancia. Tenía miedo
de vivir plenamente estos momentos. Tenía miedo de encontrarme solo nuevamente,
después de instantes de luz y calidez.
Con el tiempo
aquella puerta se fue abriendo más a menudo y tus palabras me fueron dando
seguridad, llegando a tener más confianza en ti.
Me sentía más
tranquilo. Recuerdo que un día viniste hasta donde yo estaba. Me cogiste con
tus brazos y me diste un gran abrazo. Tanto fue que mi pequeño cuerpo estaba
pegado a tu pecho. Sentía tu calor, tu corazón, tu amor. Aquel día supe lo que
sentías por mí. Entonces me abrí totalmente, por primera vez, a ti. Me amabas.
Supe que tu acercamiento era sincero y amoroso. Podía confiar plenamente en ti.
Me dijiste que me amabas y que nunca me dejarías, pasase lo que pasase. Siempre
estarías conmigo.
—Te amo —me
dijiste.
—Yo también —te
respondí.
Nos
«achuchamos» bien fuerte y empezaste a jugar conmigo y a hacerme cosquillas.
Era el primer encuentro, mostrándome lo que sentías por mí. Aquel día supe que
«nos habíamos encontrado» y que en mí entró el amor y la estimación. Empezaba a
adquirir cierta seguridad y confianza en mí.
Ahora ya han
pasado bastantes años de aquel primer encuentro y lloro.
Ahora sé que te
tengo y que tú me tienes.
Ahora puedo
estar solo, pero seguro de mí mismo, lleno de luz y amor.
Ahora sé y
sabes que tú y yo somos lo mismo, somos uno.
Ahora me siento
amado y protegido gracias a ti.
¡Me has
enseñado tantas cosas para encontrarme yo bien!
Me has abierto
tu corazón y me has mostrado cómo eres, sin engaños, con la verdad por delante.
Esto me da seguridad y me hace sentir bien. Ahora siento el gran amor que
sientes y tienes para dar.
Gracias, por
todo lo que has hecho por ti, por mí, por nosotros.
Gracias por
buscarme y encontrarme.
Gracias por el
amor que me das y por entenderme.
Te doy las
gracias por aceptarme en tu vida. Solo siento gratitud, protección y amor
cuando pienso en ti.
Gracias por
haber hecho de mí un niño sonriente, con ganas de jugar y vivir. Me siento
amado y contento.
Me siento
orgulloso de ti.
Te amo, y
gracias por todo lo que has hecho por mí.
Hay luz en mí y
sé que siempre te tengo y te tendré, pase lo que pase. Ahora sí que lo sé. Me
lo has demostrado siempre que ha sido necesario. Quería decírtelo y por fin me
he decidido.
Estate
tranquilo en momentos adversos, que yo estaré porque sé que me amas y me
amarás, pase lo que pase.
¡Te amo y
gracias!
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