lunes, 23 de diciembre de 2024

Carta del niño interior a su ser adulto

 


¡Hola, soy yo!

Pienso que hace tiempo que debería haberte escrito esta carta. Ahora es cuando más claro se muestra el motivo por el cual me siento agradecido y más seguro de mí mismo. Antes que nada, gracias.

Mucho tiempo he estado olvidado y me he encontrado solo y desamparado. He llorado mucho en el silencio. Nadie me escuchaba ni me hacía caso. Me sentía solo. No me sentía amado. Yo chillaba, pero mis gritos y lloros no eran escuchados. Tenía miedo, mucho miedo. He estado ignorado durante mucho tiempo.

Un día oí un lloro que no era el mío. ¡Eras tú! Vi entonces una pequeña grieta en tu corazón, donde unos tímidos rayos de luz me iluminaron.

Te habías atrevido a expresar un poco lo que sentías. Nunca lo habías hecho. Era la primera vez. Tus lágrimas fueron un gran consuelo para mí. Me aliviaron. Aquel día empezaste a abrir una puerta para llegar a mí, la cual yo pensaba que estaba cerrada y sellada para siempre. Aquel hecho me hizo ver una luz de esperanza.

Cada lloro que hacías me daba seguridad y confianza.

Con el tiempo me fui encontrando extraño, diferente. No estaba acostumbrado a que estuviesen por mí, aunque no fuera de una manera consciente. Ahora continuaba teniendo miedo porque no sabía qué me pasaría y cómo acabaría todo. Tenía sensaciones que no había tenido nunca.

Un día, aquella puerta se abrió de par en par. Entró mucha luz y, por primera vez, sentí una dulce, una dulce voz que me hablaba con palabras tiernas, llenas de amor y confort. Me puse a llorar.

La luz me abrazaba y nos columpiábamos. ¡Me sentía tan bien!

Eras tú, que habías decidido encontrarme después de tantos años de ignorancia. Tenía miedo de vivir plenamente estos momentos. Tenía miedo de encontrarme solo nuevamente, después de instantes de luz y calidez.

Con el tiempo aquella puerta se fue abriendo más a menudo y tus palabras me fueron dando seguridad, llegando a tener más confianza en ti.

Me sentía más tranquilo. Recuerdo que un día viniste hasta donde yo estaba. Me cogiste con tus brazos y me diste un gran abrazo. Tanto fue que mi pequeño cuerpo estaba pegado a tu pecho. Sentía tu calor, tu corazón, tu amor. Aquel día supe lo que sentías por mí. Entonces me abrí totalmente, por primera vez, a ti. Me amabas. Supe que tu acercamiento era sincero y amoroso. Podía confiar plenamente en ti. Me dijiste que me amabas y que nunca me dejarías, pasase lo que pasase. Siempre estarías conmigo.

—Te amo —me dijiste.

—Yo también —te respondí.

Nos «achuchamos» bien fuerte y empezaste a jugar conmigo y a hacerme cosquillas. Era el primer encuentro, mostrándome lo que sentías por mí. Aquel día supe que «nos habíamos encontrado» y que en mí entró el amor y la estimación. Empezaba a adquirir cierta seguridad y confianza en mí.

Ahora ya han pasado bastantes años de aquel primer encuentro y lloro.

Ahora sé que te tengo y que tú me tienes.

Ahora puedo estar solo, pero seguro de mí mismo, lleno de luz y amor.

Ahora sé y sabes que tú y yo somos lo mismo, somos uno.

Ahora me siento amado y protegido gracias a ti.

¡Me has enseñado tantas cosas para encontrarme yo bien!

Me has abierto tu corazón y me has mostrado cómo eres, sin engaños, con la verdad por delante. Esto me da seguridad y me hace sentir bien. Ahora siento el gran amor que sientes y tienes para dar.

Gracias, por todo lo que has hecho por ti, por mí, por nosotros.

Gracias por buscarme y encontrarme.

Gracias por el amor que me das y por entenderme.

Te doy las gracias por aceptarme en tu vida. Solo siento gratitud, protección y amor cuando pienso en ti.

Gracias por haber hecho de mí un niño sonriente, con ganas de jugar y vivir. Me siento amado y contento.

Me siento orgulloso de ti.

Te amo, y gracias por todo lo que has hecho por mí.

Hay luz en mí y sé que siempre te tengo y te tendré, pase lo que pase. Ahora sí que lo sé. Me lo has demostrado siempre que ha sido necesario. Quería decírtelo y por fin me he decidido.

Estate tranquilo en momentos adversos, que yo estaré porque sé que me amas y me amarás, pase lo que pase.

¡Te amo y gracias!

                       

 

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