Había una vez una familia
de orugas donde todo lo establecido se basaba en su condición de desplazarse
arrastrándose por el suelo. Esta era la visión que tenían de la vida.
Cuando una nueva oruga
aparecía en esta familia todos la animaban para que se adaptara a su situación
de avanzar lentamente, haciéndole saber que toda su vida estaría relacionada
con su aspecto físico y las limitaciones que esto comportaba y que debería
aceptar.
Una vez, hubo una oruga
que vio que todo lo que le transmitían de pequeña era limitado y no le
permitían llegar a ser ella misma. Llegó el momento que esta oruga sintió que
debía de separarse de su familia.
Una noche, mientras todas
ellas descansaban nuestra oruga empezó a desplazarse hacia otros lugares de
aquel bosque en que se encontraba. A lo largo de este desplazamiento, vio a
otros seres de animales que podían llegar a hacer otras cosas de lo impuesto
según su naturaleza animal.
Nuestra amada oruga, en
su momento vio un bello árbol el cual le hizo sentir que se subiera a él y
tuviera un contacto con todo su cuerpo. Empezó a subir lentamente, llegando a
una rama más alargada de lo normal que había visto hasta entonces. Siguió esta
rama hasta un punto donde sintió que debía de descansar. Estando allí, se colgó
de ella, relajando todo su cuerpo, quedándose adormecida y en paz con ella
misma. Así estuvo un tiempo, cuando llegó el día que percibió que lo que era su
cuerpo, ahora había cambiado. Sus numerosas patas habían desaparecido, convirtiendo
su ser en unas alas dobladas y de colores luminosos. Poco a poco fue intentando
salir de allí, de esta protección donde se encontraba.
Su imagen ya no era la
misma. Con la práctica fue dándose cuenta que podía mover estas alas y sentía
como si se elevara, pudiendo volar como no lo había hecho hasta entonces.
Por fin, con la práctica
del bateo de sus alas, pudo dejar aquella rama, y empezar una nueva etapa en su
vida.
Lo que sintió en el
primer vuelo, fue tan sorprendente, que percibió como si éste fuera su estado
natural. Sentía tanta conexión con la naturaleza, abrazada por la paz interior
que sentía y la gran luz que percibía ante sí pudiéndose dar cuenta que esta
luz le permitiría saber qué dirección tomar en cada momento.
Entonces decidió volver a
ver a su familia.
Cuando llegó a allí, pudo
percibir cómo todos sus familiares continuaban estando en un cuerpo de orugas.
Uno de ellos miró hacia arriba y vio como una maravillosa, bella y
resplandeciente mariposa se acercaba a ellas.
Deteniendo el vuelo a su
lado de esta oruga le dijo:
-
¡Hola, soy
yo! Soy tu hermana!
La oruga la miró y le
dijo:
-
Tú no eres
nuestra hermana. Nuestra hermana un día se fue y todavía no ha vuelto. No
sabemos nada de ella desde entonces.
-
El día que me
fui sentí que había de saber quien en verdad yo era. Dentro de mi percibía que
no era aquel ser que parecía ser. Al final pude darme cuenta del verdadero ser
que yo soy. La vida de esta nueva etapa que ahora me encuentro me ha permitido
darme cuenta de lo qué hacer y cómo llegar a mí misma. Vosotras, amadas
hermanas no sois quienes aparentáis ser. Vuestro cuerpo actual sólo es el medio
para aprender y daros cuenta que todas vosotras también podéis llegar a volar.
Sólo es cuestión de quererlo. Yo así lo quise y me encontré con unas
sensaciones no sentidas hasta entonces cuando todavía era una oruga. Ahora sé
que toda oruga puede elevarse con su vuelo interior para mostrar toda su
belleza y todo su resplandor.
La oruga que escuchaba lo
que su hermana le estaba diciendo hizo que sus ojos se humedecieran, a punto de
llorar. Al final así lo hizo.
-
Este lloro –
le dijo la mariposa – son tus inicios para desprenderte de tus limitaciones.
Todas vosotras podéis aprender a volar como yo lo llegué a percibir y a conseguirlo.
Ahora mi vida es de una libertad inmensa al darme cuenta de quien en verdad yo
era.
Poco a poco fueron acercándose más orugas de su familia al ver cómo una de ellas hablaba emocionada con una bella mariposa.
Vuestra familia sólo es
el medio para poder llegar a uno mismo, al darse cuenta del camino a seguir, o elegir
uno de nuevo. Esto es lo que hizo aquella oruga que se transformó en un
precioso ser que volaba y sentía el amor en él. Se transformó y manifestó en
aquel quien en era interiormente.
Muchas veces los miembros
de una familia no quieren aprender a volar y la mariposa se encuentra sola sin
una aceptación por parte de quien era su familia. Aceptadlos, porque cada uno está siguiendo su
proceso y llega a él cuando ya se encuentra preparado, como esta oruga que
recibió a la mariposa.
La familia es una puerta
abierta para saber del camino a seguir en tu proceso.
A todos les llega su
momento.
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