“El Amor no toma partido, solo establece el
equilibrio”
Pedir
a Dios por algo o alguien, es querer lo mejor para la situación o la persona
sin que nadie padezca o pueda sufrir, queriendo decir que se ahorre el pasarlo
mal.
¿Sabéis?
Es bueno rezar, porque la energía que se crea es de compasión; todo y así, lo
que podamos llegar a pedir, en un nivel concreto, solo beneficia a nuestros
intereses para luego decir: “¿ves? Dios siempre
te ayuda. Tú pide y Él te atenderá (según has expresado)”.
Muchas
veces, tal como actuamos parece ser que Dios es algo o alguien en quien puedes
confiar en momentos determinados cuando no sabes cómo resolver algo en tu vida.
Algo ajeno a tu ser interviene para solucionar lo que se ha pedido.
Es
cierto que cuando suceden acontecimientos, digamos milagrosos en nuestras
vidas, es que algo ha sucedido dentro de la supuesta adversidad que nos
encontrábamos.
Dios
no es un héroe que se esconde para que no le veas pero que en momentos
determinados aparece, a ti te parece verlo, notarlo o percibirlo, ayudándote en
tu situación. En este caso es esperar que en determinados períodos de tu vida,
lanzaras un S.O.S. al universo y Él viniera a ti y te sacara y solucionase la
situación que estás viviendo.
Cuando
hablamos de Amor, no podemos esperar que tome partido; dicho de otra manera,
que se decante en su resolución, hacia nosotros.
“El Amor no toma partido, solo establece el
equilibrio”
Solo
la ignorancia puede distorsionar la visión de la vida y de uno mismo. Cuanto
más alejado se está de nuestra alma, más malinterpretamos lo que sucede en
nuestro entorno y nuestra vida. Pensar que algo o alguien puede interactuar a
nuestro favor cuando lo necesitemos es haber cedido toda capacidad de amar en
uno mismo. Es como querer decir: “como yo
no puedo amarme porque atraigo y me hago vivir situaciones dolorosas, entonces,
que venga alguien y me lo solucione.
¡Cuánta
ignorancia al no abrir el corazón y empezar a recordar quiénes somos! El
malestar creado por nuestro ser al no responsabilizarnos de nuestras vidas, nos
lleva al dolor y sufrimiento emocional, mental, espiritual y físico.
Ha
habido conferencias que he llegado a dar donde ha salido este aspecto. Pedimos
y pedimos, y normalmente no recibimos. ¿Os habéis preguntado el por qué? ¿Por
qué todo y así, continuamos pidiendo y pidiendo el cabo dónde cogernos para
salir de la situación que estamos viviendo, y evitarnos el dolor de pasar por
ahí y sentir el malestar en nuestro interior?
“El Amor no toma partido, solo establece el
equilibrio”
Cuando
queremos que el Amor sea en nuestra vida, o también dicho, que Dios intervenga
a nuestro favor, estamos desprestigiando e infravalorando aquel quien en verdad
somos. Estáis cediendo vuestro poder interior para que algo de fuera intervenga
y os solucione vuestras supuestas adversidades.
Dios
no está fuera de vosotros, sino que su esencia, que es el Amor, ¡sois vosotros!
Nuestra
verdadera naturaleza es divina. Estamos preparados para sanar nuestro pasado,
nuestro ser y materializar nuestra voluntad. Todo esto es posible si estamos
conectados con aquel quien somos. Una bombilla no puede iluminar sino hay un
interruptor que está conectado a la corriente. Si no hay corriente, no hay luz.
De alguna manera, nosotros somos la bombilla y nuestra esencia divina la
corriente eléctrica. Si no conectamos con nosotros mismos, nuestra verdadera
naturaleza, no habrá luz en nosotros, ni descernimiento ni claridad para ver
qué estamos viviendo y el por qué de lo que nos pasa.
Somos
Amor, y cuando sentimos el Amor en nosotros, solo podemos esperar lo mejor.
Cuando despertamos de nuestro letargo espiritual, más abriremos los ojos del
corazón y empezaremos a ver la realidad de nuestra vida.
Tú
eres AMOR, un Amor infinito, puro e incondicional, pero este solo se manifiesta
si abrimos el corazón y empezamos a recordar quiénes somos; entonces, nuestro
ADN empezará a modificarse para que seas consciente, activándose aquellas
partes de tu potencial divino adecuadas para poder llevar a término aquello que
has venido a hacer.
Si
hay que pedir, alguna vez, algo, debería ser para que podamos sanar (a nivel
del alma y nuestro ser) y poder llevar a término lo que hemos venido a hacer en
esta vida, según lo acordado por nuestra alma.
Dios
es la energía de este despertar en ti. No procede de algún lugar del universo.
Todo el Universo es Amor, y tú también formas parte de él, del universo. Ábrete
para adentrarte en camino hacia Dios, hacia ti. Tú eres parte del Dios
Universal.
Buscamos
y buscamos sin cesar. Esta búsqueda te lleva a ir más allá de tu ser, debido
que te encuentras como aprisionado ante una situación concreta y no hay manera
de liberarte de ella. No siempre indagamos en la dirección correcta. Tu corazón
te habla y lo que sientes dentro de ti crees que puede ser solucionado fuera de
ti. Esta es la mayor equivocación del ser humano, porque está fomentando su
condición humana todavía más. Esta condición te hace pensar y sentir el dolor
que hay en ti y la incapacidad de solucionar tu vida.
Nos
estamos dirigiendo hacia la divinidad. Los tiempos que vivimos nos llevan hacia
ella, entonces, ¿qué hacemos que todavía estamos pendientes de nuestro entorno
o de algo ajeno a nosotros para estar bien?
Aquello
que buscamos ya lo tenemos en nuestro interior. Aquello que pedimos, en el fondo,
es la activación de nuestro verdadero ser para que “nos saque del atolladero”
que vivimos.
Nosotros
somos la Salida, Solución y Sanación de nuestras atracciones en nuestra vida.
Eres un ser completo, entero y omnipotente. ¿Y sabes por qué?
Porque
tú eres Dios manifestado en la materia, pero esta biología que ves reflejada en
los espejos te confunde.
Recógete
en tu corazón abierto, y desde allí vas a ver con claridad la situación
armonizada y el camino a realizar hasta ella. ¿Y sabes por qué?
Porque
tú eres Dios. Eres Amor. Eres parte de la Creación del Universo, y todo lo que
en él existe procede de la Intencionalidad Divina del Amor. Es este Amor que
hay en ti. Es Dios en ti.
“El Amor no toma partido, solo establece el
equilibrio”
Que
el Amor y la Paz sean en ti, amada divinidad.
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