Son tiempos
duros para el ser humano que está dejando su humanidad para conectar y
manifestar su verdadera esencia. Tiempos no elegidos, pero encontrados y
anhelados por una gran parte, como predecesores del nuevo ser a punto de
manifestarse. Un proceso que nos hace contactar con la parte no iluminada de
nuestro interior para que nuestras energías puedan elevarse, activar aquellas
partes de nuestro ADN y poder mostrar, por fin, la verdadera Divinidad que cada
uno es.
Grandes
movimientos energéticos están sucediendo en nuestra galaxia y universo. Grandes
mareas energéticas están llegando a nuestro planeta, así como radiaciones gamma
de las erupciones solares y más allá de nuestro sol.
El centro del
Universo está recolocando y transmutando sus energías. Nosotros somos parte de
él, y en consecuencia, como seres en la materia, lo que sentimos y
experimentamos hace que nos preguntemos: ¿Qué está pasando? ¿Qué sucede? ¿Qué
me pasa? ¿Por qué llevo un tiempo con estos movimientos internos? ¿Por qué
parece que mi vida no avanza?; o bien: “me siento mal y no sé lo que me pasa”,
“me siento cansada, extraña y no sé por qué”.
Hay toda una
sintomatología inducida por estos grandes cambios en nuestro planeta y en los
seres que la habitamos. Llevamos desde febrero que la nueva energía está
trabajando con nosotros como pocas veces lo ha hecho a lo largo de nuestra
existencia.
Tranquilizaos,
amada familia, porque nos estamos acercando, uniendo y unificando. Para esto,
debemos de liberar y transmutar. Estos son tiempos donde “la incomodidad” del
cambio se manifiesta desde el Amor de la Voluntad Superior, a la cual todos
estamos colaborando.
No temáis,
amada familia encarnada, porque lo que sucede no es según nuestra mente. Lo que
veis, no es tal cual. Lo que sentís tiene una finalidad superior amorosa, fruto
de nuestra intencionalidad inicial.
Nuestra alma se
alegra y se nutre de las nuevas energías. Nuestro ser, a menudo regido por
nuestro raciocinio no comprende lo acontecido por la distorsión obtenido de a
vida debido a unas creencias inculcadas y aceptadas como propias. Por eso, se
necesita una liberación del viejo ser (quien fuimos y aparentamos) para mostrar
al verdadero ser que hay en cada uno de nosotros para dar paso a la Divinidad
que somos.
La
restructuración y “las obras” de nuestro interior están en marcha. Se está
produciendo la mayor regeneración energética del ser humano para dar paso al
ser divino.
Lo que sentimos
nos hace entrar en contacto con aquellas partes de nosotros que nos ancla a la
dualidad. Elevar nuestras energías comporta liberar la densidad que hay en
nosotros, y poder sentir así, la majestuosidad de nuestra esencia en este plano
dimensional que nos encontramos. Al elevarnos, elevamos el planeta y viceversa.
Al elevar el planeta, damos sentido a la Creación y magnificamos a Dios, al
Amor en nuestro amado universo. Así nos unificamos todos y ayudamos, a la vez,
a “purificar” y unir a todos los seres del universo en el cual nos encontramos.
Es un
intercambio constante entre todos los miembros de la creación. Unos nos
ayudamos a otros. Los corazones se abren
y nos vamos acercando los unos a los otros.
Este proceso
que estamos viviendo nos permite abrir y activar más nuestra conciencia,
dependiendo de nuestra actitud ante lo vivido, experimentado y sentido.
Son momentos
gloriosos para la transformación de la humanidad y el planeta. Son instantes de
gloria y alegría para todo el universo. El pilar de estos acontecimientos se
basa en el Amor. Los cambios que se reflejan en nuestro entorno, están dirigidos
por el Amor de unas consciencias despiertas y la aportación del servicio de
nuestros hermanos más allá de nuestra dimensión actual.
Lo que aparenta
ser, no es. Las “obras celestiales” están siguiendo su rumbo adecuado. Esta
restructuración energética es impactante para las resistencias humanas y un
sentido de agradecimiento y gozo para todos aquellos que despertaron en su
momento, llevando de la mano al ser humano hacia su divinidad.
Nos encontramos
en tiempos muy importantes para el proceso existencial de nuestro mundo y de
las almas que en él nos encontramos. No volveremos a vivir momentos como estos.
Somos unos afortunados de ser partícipes de esta nueva creación en el universo:
una nueva humanidad y un nuevo mundo. Todo se confabula para que así sea y los
que habitemos en esta nueva etapa en nuestro camino podamos vivir en armonía,
paz, consciencia y amor con la tierra y el resto de nuestra amada familia
encarnada y del Hogar, del cual todos procedemos.
Las obras
siguen su curso. Cada vez más, iremos sintiendo el nuevo estado interior en
cada uno, percibiendo el Hogar en nosotros. Todo lo que está sucediendo en
estos momentos en nuestro proceso es la preparación para que el Dios que somos
pueda manifestarse.
Se está
preparando el hogar en cada uno, para que el Cielo sea en la Tierra.
¡Tú eres el
Cielo! ¡Eres la Tierra prometida! ¡Tú eres aquel quienes todos esperamos!
Gracias por ser
tú y por colaborar en el Gran Plan Divino donde todos aportamos nuestra parte.
Lo que está
sucediendo es que lo Humano está dando paso a lo Divino.
¡Gracias por
ser y estar!
Que el Amor y
la Paz sean en todos vosotros.
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