Los diagnósticos físicos son
consecuencia del tratamiento superficial de los síntomas aparecidos en un ser
humano. Cualquier deducción basada en la materia nos hace quedar a las puertas
del verdadero sentido y causa de lo vivido.
Más allá de la forma y sus
consecuencias, éstas están fundamentadas por unos principios emocionales que
nos llevan a un bloqueo y unas consecuencias no queridas por parte de quien las
padece.
Deducir que el alzheimer,
entre otros aspectos, es fruto de un desgaste y pérdida de la memoria, de los
recuerdos de la vida de uno, o como mínimo, de ciertos recuerdos, es banalizar
la situación, digamos, de quien lo vive.
Teniendo presente que toda
manifestación física es el resultado de una manera de ser y de sentir en relación
a ciertos, o todos los aspectos de la vida, nos lleva a valorar la importancia
de los sentimientos y sensaciones que habitan el interior de un ser humano. La
comprensión de este interior nos llevará a una visión mucha más amplia de los
síntomas etiquetados como alzheimer.
Hay unos puntos en común,
unas semblanzas entre todos los que padecen esta sintomatología: parte de su
pasado.
Cuando alguien llega a un
punto donde el declive racional empieza a ser muy notable y acelerado, no es
porque sí, teniendo presente que no todos los pacientes siguen el mismo ritmo
ni el mismo proceso, manifestando los mismos síntomas, aunque muchos sí que
coinciden. Cada uno es diferente, según su pasado. La aceleración de vivir en
un mundo irreal no es la misma para todos. Su entorno es importante, según
reaccione a tales manifestaciones.
Volviendo a las causas
comunes entre todos los que manifiestan estas limitaciones mentales, entre
otras, se encuentra su pasado.
Teniendo presente otros
ejemplos y comparándolos entre sí, vemos que hay unos puntos en común que
podríamos concentrarlos en tres, teniendo presente que cada uno de ellos
contiene matices para entender mejor el diagnóstico médico. Estos puntos son:
1. Padre
dominante, teniendo presente, el paciente,
la figura masculina de su entorno como algo dominante, severo y rígido.
Esto conlleva, muchas veces a tener una pareja que sigue este rol.
2. El
sentirse “poca cosa”, inferior a los demás, callando y obedeciendo por miedo a
las reprimendas o equivocarse, debido que uno piensa que no lo hará bien y se
equivocará y todos se darán cuenta, según él, de su poca valua o capacidad. Es
el sentido de infravaloración.
3. Anulación
del propio ser. Ausencia de autoestima y pensar más en los demás que en uno
mismo.
Estos son los aspectos más
notables de una base para que en el día de mañana uno pueda empezar a
manifestar los síntomas que se conocen como alzheimer.
Ante estas
circunstancias, albergadas en su interior, el ser actúa siempre para agradar y
sentirse valorado como tal. Cuanto más nos esforzamos en este sentido, más nos
anulamos y tomamos el exterior como referencia de nuestra vida, alejándonos de
nuestra esencia y nuestro ser, perdiendo todo el poder que podemos llegar a
tener. Debido a esto, el proceso en la vida de uno no es agradable, almacenando
resentimiento, sentido de culpabilidad, nula autoestima e impotencia por no
llegar a ser nosotros mismos, debido que los demás pueden con nosotros. Hay un
sentido de víctima albergado en el proceso.
Ante esta
situación, se llega a veces, a no querer saber, inconscientemente, nada de
nuestro pasado por el dolor emocional sufrido. Es este dolor emocional el que
produce los bloqueos en nuestro cuerpo y la reacción de las partes físicas de
nuestra biología.
Entonces,
se llega al punto de “querer olvidar”. Uno se encierra en su mundo y deja de
recordar. Al dejar de recordar, el pasado empieza a disiparse y a desaparecer
de nuestra vida, pero sus raíces, sus reminiscencias emocionales se encuentran
impregnadas en nuestro ADN, haciendo que reaccionemos según lo vivido pero sin
saberlo. Actuamos por actuar, llegando a vivir exclusivamente el presente, sin
más. El tiempo ya no existe. Pasado y futuro dejan de tener sentido y espacio
en nuestra vida. Solo existe el presente viviendo con el pasado que dirige
nuestras vidas. Actúas y no sabes el por qué los demás reaccionan hacia ti de
la manera que lo hacen. No entiendes, la mayoría de las veces sus reacciones
porque no tienes recuerdos, solo las creencias de un pasado limitado como
víctima te hacen reaccionar así pensando que es lo adecuado a hacer.
Cuando solo
existe el presente dando de la mano al pasado, la vida deja de entenderse y
solo puedes llegar a sentir si estás bien o no, si tu pasado se remueve en ti o
no; es decir, la aparición de los enfados, los momentos como de histeria debido
a la impotencia acumulada en tu interior de no hacer las cosas bien para que
los demás no denoten tu complejo de inferioridad y poca cosa.
Lo que se
conoce como alzheimer no es contagioso, pero sí las creencias y las actitudes
de nuestra familia y de cómo reaccionamos nosotros a nuestro exterior, nuestro
entorno. Estas creencias no siempre sintonizan con lo que tú sientes, y en su
momento, se decide hacer caso y actuar según los demás y no según sentimos
nosotros. Nos vamos anulando cada vez más. Tengo que decir, que las personas
más sensibles, son las que, actuando así, pueden llegar a unas manifestaciones
que, con el tiempo, pueden llegar a diagnosticarse como alzheimer.
Es la
ausencia de autoestima, el no ser tú desde la infancia y el no mostrarte tal
como tú eres, lo que puede llevarte a este diagnóstico. Los casos que he podido
llegar a conocer, proceden de una familia, un padre muy rígido, dominante,
inflexible y autoritario. Cuanto más sensible sea la persona, más propensa
estará a poder manifestar los primeros síntomas con los años.
Todo y así,
podemos invertir esta situación si a lo largo de nuestra vida empezamos a dar
pasos hacia nosotros. Si el ser no quiere y no hace nada para él mismo, puede
desembocar en un estado de declive mental que le irá carcomiendo y limitándolo
cada vez más hasta convertirse en un ser vegetal, donde ya nada puede llegar a
controlar.
Pierde todo
criterio porque siempre ha dependido de lo que los demás dicen.
Su vida es
un descontrol absoluto, haciendo ver que todo lo controla, pero nada más lejos
de la realidad.
Crea su
propio mundo, con sus expresiones tópicas para relacionarse o dar a conocer que
él o ella está en todo y todo lo sabe hacer.
Es el
pasado incrustado en nuestro interior quien guía y dirige los pasos de quienes
padecen esta etiqueta. No son ellos, y cada vez menos, alejándose de sus
esencias para convertirse en seres que sencillamente están. Sin más. Es una
manera de querer olvidar lo vivido y empezar de nuevo, dejando este mundo
porque no es el que ellos sienten en su interior, pero ven que no pueden
hacerlo.
Sus vidas
se apagan por momentos. Sus actos ya no son coherentes y sus palabras una
justificación desesperada para que los tomemos en serio. Cada vez se sienten
más con ellos mismos, encerrados, dejando que su exterior, al igual que de
pequeños, en su infancia y juventud, decida por ellos. Al final, es literal y
así es.
Dejan su
mente para centrarse en su corazón.
Dejan el
raciocinio para adentrarse en lo que sienten. Sólo saben si su estado es “bien
o mal”. Solo viven en el presente. No hay otro momento.
A pesar de
todo esto, aunque parezca contradictorio, ellos pueden vivir más relajadamente
porque ya nada les preocupa. La preocupación es tiempo, es decir, pasado y
futuro, pero como se han estancado en él y viven siempre en el presente, si su
entorno es el adecuado, pueden vivir más relajados y, no tan solo sonreír, sino
el hecho de reír juntos más asiduamente.
En estos
casos de llegar a un punto notable de decadencia mental, el apoyo y el hábitat
donde viven es básico. Solo el Amor puede ver la situación desde el aprendizaje
y cariño. Solo el Amor puede desdramatizar la situación y vivirla desde la
naturalidad. Entender al paciente te hace ver su experiencia desde otra visión,
la visión desde el corazón. Entonces, desde aquí, solo os podréis acercar y
comprender lo que el otro vive, sin compasión terrenal de “¡oh, pobre!, solo
desde la compasión de aceptación y respeto hacia la otra persona. No viéndola
como alguien que no puede, sino apreciando su esencia divina, y sus
sentimientos amorosos todavía activos. Estos se encuentran activados hasta su
final, pero debido a la falta de consciencia, se aleja de su saber divino.
Por otros
escritos al respecto sobre el alzheimer, mi ser vive momentos de este declive
por parte de alguien amado. Siento su impotencia interior de no ser
correspondido y valorado por lo que es. A lo largo de su vida le han ido
cortando las alas y, ahora, en su vejez, su mente no quiere continuar teniendo
presente lo que ha permitido vivir que le ha llevado a una situación de,
sencillamente ser y estar.
Siento un
gran respeto por este ser y me ha permitido poder tener un aprendizaje al
respecto de la sintomatología manifestada. Esta alma, una gran maestra está
siendo, no tan solo para mí, sino para todos aquellos que con ella conviven o
se relacionan.
Ella, nada
de esto sabe, porque en su presente solo aprecia si hace sol o llueve, si hace
frío o calor, si alguien la ama o no.
Mi amor
está contigo y deseo que tu alma, en el momento determinado se dará cuenta que
el Amor lo puede todo, incluso hacia uno mismo. Cuando el Amor es desinteresado
obra milagros, cuando damos o nos ofrecemos contra nuestra propia voluntad,
aparentemente, nos morimos y anulamos en esta vida. Por eso, cuando llegue tu
momento, amada alma, sabrás la verdad de tu situación y la de todos aquellos
que te hemos rodeado a lo largo de los años parte de tu camino.
Gracias por
ser y estar en mi vida en estos momentos.
Mi Amor
está contigo.
No estás
sola, amada alma que vive el presente guiada por tu pasado.
Que el Amor
y la Paz sean en ti, pudiendo sentir el sosiego de la presencia de quienes te
rodean. Ellos también están aprendiendo de ti.
Gracias.
3 comentarios:
Un abrazo muy fuerte Jordi, de Corazón a Corazón
Emma
Gracias Emma. Otro para ti.
Una abraçada de tot cor Jordi.
Lola
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