Un discípulo se acercó a su
maestro y le preguntó:
-
Maestro, tengo que reconocer que me cuesta
aceptar las injusticias que veo a mi alrededor. La mayoría que veo son debidas
a intereses personales y miedos. Por otro lado soy consciente de lo que puede
representar para la persona que las padece. Pero me cuesta aceptarlas.
-
Cuando dejamos de fijarnos en la forma – dijo el
tutor - y nos adentramos en la esencia de la situación, entonces veremos la luz
para el alma de quien las vive. Solo aquellos que necesitan “de esta ayuda”, se
encontrarán inmersos en la justa “injusticia”. Es injusto para quien todavía no
comprende la presencia del hecho, pero todo tiene un fin, un sentido que nos
conecta con el alma.
-
Pero maestro, cuando ve a alguien que sufre por
una imposición interesada de otro, ¿qué siente?
-
El dolor no es querido por ninguna de las almas
en la materia, pero sus sentimientos, a menudo, son de sufrimiento y
limitación. Cuando es nuestro corazón quien guía nuestra alma, puedes ver como
lo que atraemos a nuestra vida está en consonancia con la supuesta
“injusticia”.
-
(Silencio por parte del discípulo)…
-
Interferir deseando que nadie viva el camino que
debe de seguir, podemos estar evitando el proceso que él debe de vivir.
-
¿Y entonces, qué puedo hacer cuando vea una
injusticia?
-
Lo que tú denominas injusticias son
manifestaciones en el sendero de los que la viven para que puedan liberarse y
acelerar su iluminación. (Pausa). No hay injusticias celestiales, solo
terrenales, y esta terrenalidad está para elevar las almas que la viven, para
despertar sus corazones y elevar sus almas.
-
…
-
Amado aprendiz y maestro – dijo el venerable
anciano -, todo está basado en el amor. Cuando un alma se encierra en ella
misma o toma un camino que no es el suyo, necesita reaccionar, y las
“injusticias” son actos que te llevan a una reacción, que si se basa desde el
corazón te lleva a un aprendizaje y a un desbloqueo de tu camino, pero si se
observa y actúa desde la mente puede llevarte a un estado de limitación y
dolor. Todo lo creado por la materia tiene un sentido espiritual para llevar a
cada alma al lugar que debe de estar y/o dirigirse.
-
¿Así no debo de interferir? ¿Y si continúa
haciéndome sentir mal? – dijo el chico.
-
Entiende el por qué de lo que vive, la persona
implicada, para poder elevar su alma. Deja que tu corazón sienta el amor de lo
vivido, y entonces, el dolor que puedas llegar a sentir se convertirá en
agradecimiento por lo vivido. La consciencia nos ayuda a conocer la Verdad de
la existencia. (Pausa). No hay nada vivido que no dé de la mano al alma y la
eleve hacia su máxima exaltación.
-
Así,…. ¿todo es amor? – dijo el joven.
-
Así es – le respondió el maestro. Todo existe
para un fin superior.
Después de un silencio, el chico
finalizó el encuentro diciendo:
-
Gracias maestro. Tendré presente sus palabras.
El maestro asintió con la cabeza
haciendo una pequeña sonrisa al joven discípulo mientras veía que se alejaba
pensativo en sí mismo.
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