Se encontraba Yuca, en la
cima del monte tocando su tambor. Sentado en contacto con la hierba de aquel
lugar y su tambor entre sus piernas cruzadas, sus manos hacían resonar la
melodía ancestral de la interiorización para conectar con sus ancestros y todos
aquellos seres que le acompañaban en su encarnación actual.
La melodía llegaba por todo
el valle y más allá de las aguas del río que la cruzaba.
Cuando se encontraba en estos
momentos de profunda conexión, las águilas dejaban sus nidos para planear por
encima de aquella fuente de luz. Alguna de ellas, incluso descendía junto a él
durante todo el tiempo que abarcaba los instantes de comunicación con el más
allá de la materia.
Yuca creaba estos instantes.
Eran momentos de encontrarse con su verdadera naturaleza y poder abrir las
puertas del lugar donde siempre había pertenecido, más allá de lo terrenal. Un
Hogar donde solo las almas pueden ir y estar.
Con sus ojos cerrados
continuaba haciendo sonar su tambor, como intermediario y creador del estado
adecuado para transcender su consciencia y elevarse, entrando en contacto con el estado interior
adecuado para poder encontrarse con su alma y todos los seres de Luz, toda la
hermandad celestial que vela, guía y protege nuestros pasos.
Con ellos, acompañándolo,
puede adentrarse en la sabiduría ancestral y universal. Nuestra alma india
empieza a sentir su esencia a niveles intensos. El Amor lo abraza, la Paz lo
viste, la Confianza y el dejarse ir y llevar por ellos le cogen de las manos
para acompañarlo dentro de la Luz donde podrá recibir los mensajes de los
Maestros y Tutores celestiales que están a su cargo desde su nacimiento en esta
vida. Todos ellos se alegran de verle y él, siente el respeto hacia su ser y la
alegría y gozo de sus hermanos de la luz por su camino y su vida.
Yuca siente. Yuca abre su
corazón y deja que este le hable. Son momentos muy íntimos con el mundo
espiritual, siendo para él, su verdadero mundo, su Hogar, donde siempre ha
pertenecido.
Su tambor continuaba
emitiendo las ondas, expandiéndose éstas, por el aire hasta llegar a las altas
esferas Vibracionales.
Nuestra amada alma estaba
siguiendo su proceso en esta vida, con sus aprendizajes, momentos para las
obras realizadas, emanadas desde su corazón, y dejando espacios, también, para
estar con los suyos, su familia y amistades.
Yuca era un ser amado por su
aldea. Era reconocido, incluso, por viajeros que en sus viajes debían de cruzar
aquel territorio. Era un ser querido por todos. A pesar de esto, él sentía que
de cuando en cuando debía de irradiar su energía y subir a la montaña para
entrar en contacto con aquel quien en verdad era.
Ahora se encontraba junto con
su tambor, y aunque eran sus manos quienes golpeaban aquel instrumento, no era
él quien lo hacía. Aquel quien en verdad era se encargaba de no parar el ritmo
místico mientras su alma se adentraba en el Hogar donde era bien recibido.
Esta vez, se adentró tanto en
su interior, que sus guías le llevaron ante la Luz Suprema que rige e ilumina
todo el Universo. Era una luz dorada y con tonos blanquecinos. Era una luz
intensa y amorosa. Así lo podía llegar a percibir. Sentía una pureza amorosa en
su interior ante esta presencia.
Le invitaron que se acercara
más a ella. Justo delante de su presencia, le hicieron parar.
-
No tengas
miedo – le dijeron quienes le acompañaban. ¡Siente! – le dijeron a
continuación.
En estos momentos sintió una
gran expansión en su interior, como si fuera el universo en él, liberado de
toda tensión, preocupación y una gran sensación de seguridad al estar allí.
Sabía que nada le ocurriría y estaba a salvo. Así lo sentía con una gran
seguridad y certeza. Él se dejó ir del todo, sabiendo que estaba siendo amado.
A continuación le dijeron:
-
¡Adelante!
– invitándole a entrar en esta Luz que se encontraba ante él y le hacía sentir
todo lo comentado.
Dio un paso y cruzó el umbral de
aquella luz. De repente vio a toda la Familia Celestial con él, así como a sus
ancestros que se le acercaban y sus parientes y seres amados que ya habían
transcendido la materia. Todos se le acercaron para estar con él. Allí sintió
una gran alegría y gozo por existir. Sintió el Amor real del Cielo. Todos
estaban allí con él. Toda la Familia unida nuevamente, pudiendo verlos allí con
él.
Yuca se emocionó tanto que
algunas de sus lágrimas se manifestaron en su curtida tez, lisa y suave a la
vez, como renovada por el estado que se encontraba.
Alguien con una energía más
poderosa e intensa se le acercó.
-
¡Mira!
– le dijo.
De repente, como si todo
sucediera en un instante, vio su amor irradiado por toda la Tierra, llegando a
cada ser que la habitaba, tanto humano, animal como vegetal. Todos recibían su
Amor. Veía como su camino se iba ensanchando hasta cruzar el gran mar y llegar
más allá de donde, en estos momentos se encontraba. Sus lágrimas continuaron
humedeciendo su cara por la gran ilusión y emoción de poder volar y llegar a
otras tierras necesitadas de su esencia.
Vio como
era bien recibido, sintiendo una gran familiaridad por todos los que le
recibían. Luego, elevó su mirada y vio a una gran águila de cabeza blanca
haciendo círculos encima de él. Con sus alas abiertas, extendidas para poder
planear con toda su majestuosidad, nuestro indio la observaba, sintiendo la omnipotencia
de su presencia. En su interior sentía una gran firmeza y seguridad, así como
una sensación de respeto y familiaridad a la vez.
Volvió a
bajar la mirada y se encontró en medio de una gran luz y rodeado de lo que
ahora conocemos como ángeles y en un segundo círculo, sus ancestros y almas
conocidas.
-
Llevas
tiempo aprendiendo el camino hacia nosotros – le comunicaron quienes con él
estaban. Ahora ha llegado tu hora, venerable y alegre alma, que transmitas el
camino a los demás para que también puedan venir a nosotros. Enséñales a
avanzar desde el corazón y poder llegar a su Hogar, como tú has sabido abrirte
camino para llegar a saber de aquel quien eres. (Pausa). Deberás de enseñar el
camino hacia ellos, hacia el verdadero ser que son. Sus almas esperan su
despertar para unirse conscientemente a la Gran Familia, como tú ya has hecho.
(Pausa). Pronto sentirás la Gran Llamada desde tu corazón. Sabrás donde ir y
cómo hacerlo. Tus alas están preparadas para elevarte y dirigirte hacia el motivo
por el cual naciste.
De repente, Yuca sintió una
gran ilusión en su interior, así como una inmensa plenitud y convencimiento
pleno que así será y conseguirá llevar a término aquello por lo que encarnó su
alma. Sintió una gran emoción dentro de sí, sabiendo que aquello que había
recibido, así sería.
A continuación se encontró,
todavía sin abrir los ojos, tocando su tambor nuevamente. Controló sus toques
para dejarse llevar por cómo debía de hacer sonar su ya viejo compañero de
viaje.
Al cabo de un rato, se
decidió por abrir los ojos sintiendo esta paz y sensación de bienestar que
conlleva el hecho de haber estado en el Hogar.
Vio al águila aposentada
encima de una piedra, justo ante el precipicio que había ante ellos, apreciando
la belleza del paisaje que se divisaba hasta el horizonte. El día era claro y
luminoso.
Yuca hizo unas respiraciones
después de finalizar la melodía con su amigo el tambor. Se levantó y se dirigió
hacia la aldea, divisándola junto al río, al lado de unos árboles dejando un
claro en su centro, acariciado por los rayos del sol.
Descendió de la montaña,
sintiendo el amor, la serenidad, la paz y la alegría de saber que aquello que
ya llevaba percibiendo hace años, llegaría a ser realizado.
Yuca fue un alma entregada a
su corazón y al Gran Padre que rige el Universo. Su Amor fue irradiado tal como
se le permitió sentir y ver.
Fue una Luz para nuestra
amada Tierra.
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