En mi vida cotidiana soy un ser de pocas palabras. No
siento la necesidad de hablar, sintiéndome, a menudo, muy bien en silencio. El
entorno que me rodea actualmente, me ha llevado a un punto donde he aprendido a
hablar sin decir nada importante y de las cosas más banales que puedan existir,
pero para mucha gente, estas banalidades, representan toda su vida: el ir a
comprar el pan, el ir a una tienda y encontrarse con alguien en concreto, el
estar sentado en una terraza de un bar y ver un casamiento a las puertas de la
iglesia de su pueblo,…en fin, toda una serie de pequeñas cosas que hacen de su
vida, un narrador del día a día a nivel externo.
Me di cuenta que era la manera de acercarme a ellos y ser
parte de ellos, sin quererlos cambiar, ni criticarlos ni juzgarlos. Aceptarlos
como son ha permitido que nos acercásemos y ellos se abrieran a mí. Ahora me
encuentro entre ellos, aceptado y amado; todo y así, permanezco más tiempo
callado. No siento la necesidad de hablar por hablar, repitiendo siempre lo
mismo y sin decir nada nuevo ni interesante para nuestra alma.
¿Dónde se encuentra el alma en ellos? Arrinconada por el
dolor vivido en sus vidas, reprimiendo las emociones y siendo sumiso, el ser, a
lo que su entorno prevalece. Cuando quieres, porque te gustaría que se
expusieran otros temas en la conversación, automáticamente, se encierran en sus
creencias y prefieren mejor dejar la conversación porque ellos no piensan igual
que yo. Es como si en una comunicación siempre alguien deba de tener la razón y
todos acabando identificándose con alguna de las posturas existentes de los que
allí nos podamos encontrar. ¡No! Nada de eso es ni debe de ser. Una
comunicación no debe de acabar siempre con alguien teniendo la razón o con todos
identificándose con alguna de las posturas expuestas. No hay que convencer a
nadie de nada. La conversación no debe de llevarse hacia un lado u otro. Una
conversación es la puesta de lo que piensa o siente cada uno. Va más allá de la
cotidianidad que podamos vivir. A menos consciencia, más importancia tomará
nuestro entorno.
Expresar lo que sentimos o hemos vivido con lo que esto
nos ha comportado es expresión. Los demás no deben de tomar partido por lo
emitido. Una conversación puede ser la manifestación de quienes somos, y si
tenemos el corazón abierto puede servir para reflexionar sobre lo oído. Para
muchos, este oír que representa una postura muy lejana a la suya, es cerrarse y
potenciar las diferencias con el otro, creando una barrera pensando que hasta
que el otro no cambie, no podrá haber un entendimiento y un acercamiento entre
los del grupo.
Últimamente estoy viendo como lo que se entiende como
comunicación, se convierte en imposición, sumisión y distanciamiento cuando,
entre dos o más personas, deberíamos de borrar de nuestra actitud el hecho de
querer tener razón, rigidez, y de aceptar lo diferente en nosotros. Hablar como
si fuésemos la verdad basada en una racionalidad, nos lleva al estancamiento y
al distanciamiento con aquellos que nos rodean. Es apegarnos a lo conocido para
no desestructurar nuestros pilares construidos desde la inseguridad, miedos,
escasez mental y una mente adaptada e identificada con nuestro entorno de
generaciones atrás hasta el presente.
No siempre alguien debe de tener una razón absoluta para
decir: “hoy he vuelto a ganar yo. Lo que
yo creo y he vivido es la verdad absoluta”. ¿Seguro?
Así surgen los radicales, los movimientos ultras, los de
la extrema (derecha o izquierda), los fanatismos, independentismos, las fronteras,
las reglamentaciones, los dominantes, agresores y víctimas, los sumisos y las
diferentes clases sociales.
Las comunicaciones son necesarias para el bienestar
interior y para acercarnos los unos con los otros, pero también para dar y
recibir.
Nuestros pensamientos son piezas valiosas para nuestro
proceso.
Las palabras, maná para nuestra unión con nuestros
semejantes, pero cuando estas tienen una finalidad de imponer o de pensar que
alguien sabe más que nosotros y nos creemos todo lo que dice, entonces las
palabras se convierten en proyectiles que destruyen al ser humano, pudiendo, ya
no solo sanar y equilibrar, sino destruirnos los unos a los otros.
Somos seres perfectos, tal como somos. Cuando no somos
conscientes de nuestro potencial es cuando distorsionamos la realidad y nos
identificamos con un detalle cotidiano, perdiendo la perspectiva de nuestra
existencia. Este detalle depende de cada uno y del ambiente que se encuentre, y
éste, dependerá de nuestro estado interior. ¿Seguro que el detalle o la visión
personal según nos han hecho representa el TODO? Muchos todavía así lo piensan,
encerrándose en sus creencias de antaño para hacer creer que son el presente
actualizado.
Debe de haber comunicación entre los seres humanos, desde
el corazón y para compartir, sin querer tener razón ni imponer, y los oyentes
deben de ser capaces de mostrar su desacuerdo si así es. Nadie debe de ganar
con la dialéctica. No es la facilidad de palabra la que llega a los corazones,
sino su contenido, y éste, a menudo escasea.
La verdadera comunicación es aquella que sale del corazón
y nos expresamos libremente, sin importar lo que puedan pensar los demás. Tú
tienes necesidad de expresar lo que sientes o lo que has vivido. Aprendamos a
escuchar sin criticar ni juzgar,….sencillamente escuchar y sentir amor y
comprensión por el otro.
No hay motivo para salir airoso en una conversación. Ésta
puede ser muy beneficiosa para todos. Estemos abiertos a lo nuevo y dejemos de
dar el papel principal a otro, o pensar que tú eres el que sabe. Los dos os
engañáis. Los dos os frenáis en vuestro proceso, y en una comunicación no hay
ni vencedores ni vencidos. Todos sois iguales. Todos sois importantes porque,
con vuestras diferencias estáis abriendo una puerta para que el otro pueda
avanzar en su camino. No tengáis miedo de aceptar la diferencia en vosotros. El
camino, el verdadero camino se encuentra en lo nuevo, en la oportunidad que la vida te da para hacer reflexionar
al ser que eres y abrir la puerta de par en par de tu corazón y despertar tu
consciencia.
Cuando hablamos con consciencia, dejamos de querer
convencer, aceptando la opinión de los demás, sin juicios hacia tu persona,
pensando que a lo mejor el otro es más que tú y debes de aprender de él.
Escucha a tu corazón que él te hablará de una manera clara, pura y lo mejor
para ti, para tu alma, según lo oído.
La comunicación une. El raciocinio separa. Cuando en una
conversación no hay acuerdo, es el raciocinio que lo impide, una o unas mentes
ancladas en el pasado obsoleto.
El corazón puede hacer de las diferencias el mejor manjar
para tu alma. Deja que te alimente. El corazón os unirá porque será el Amor
quien se manifestará.
Mi comunicación es cada vez más silenciosa. Siento el
respeto y amor por los que se encuentran a mi lado, en mi entorno, permitiendo
que cada uno pueda ser él.
Sólo el Amor puede obrar los milagros tan esperados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario