jueves, 26 de junio de 2014

Sobre la sabiduría


Paseando por el campo, un maestro preguntó a sus discípulos, al hacer un pequeño descanso junto a un surtidor natural que se encontraba en medio de unos árboles:
-         ¿Por qué estáis aquí ahora conmigo?
-         Maestro – respondió uno – tú nos dijiste que te siguiéramos.
-         ¿Y por qué me has seguido? – les preguntó.
-         Porque quiero saber más sobre mí mismo – dijo uno.  
-         ¿Crees que conmigo encontrarás lo que buscas?
-         Sí, maestro. Desde que estoy contigo me he dado cuenta de aspectos de mí que no era consciente antes – le respondió
-         Yo estoy aquí – dijo otro -, porque estoy aprendiendo.
-         ¿Qué es lo que estás aprendiendo? – le preguntó el tutor con una expresión benévola y firme a la vez.
-         No lo sé, maestro – respondió el discípulo -, pero me siento mucho mejor. Me siento mejor cuando estoy en la naturaleza.
-         Entonces – continuó el maestro -, ¿con quién estás aprendiendo, con la naturaleza o conmigo?
Después de unos instantes de silencio, el joven dijo:
-         Contigo, porque estando contigo, he llegado a apreciar la naturaleza.
De repente, uno de los discípulos de aquel pequeño grupo, que hasta ahora estaba en silencio, preguntó a su mentor:
-         Maestro, ¿qué has aprendido de nosotros?
Él le respondió:
-         A apreciar la belleza de mi entorno y sentir el camino de mi alma. Vuestra presencia da sentido a la mía. Me siento honrado y agradecido por estar  conmigo porque mi alma ha necesitado que sea un aprendiz ante vosotros.
-         Entonces, ¿qué diferencia hay entre tú y nosotros? – preguntó un tercero que escuchó sus palabras.
-         La misma que dos granos de arroz – le dijo.
-         Si somos iguales – prosiguió preguntando el alumno -, ¿por qué estamos aquí?
-         Para aprender que vosotros sois la fuente de vuestra sabiduría, y no yo.
Hubo un corto silencio. A continuación prosiguió:
-         Vosotros sois la sabiduría que encontráis. Recordad y encontraréis las respuestas que os hacéis cada día. Al final os daréis cuenta que no existen las preguntas, sino sentir el camino.
-         ¡Ah! – intervino otro de los seis discípulos que en aquellos momentos se encontraban allí –, entonces tú sientes, y nosotros preguntamos. No haces preguntas, sino que sientes las respuestas.
El maestro hizo una pequeña sonrisa, y luego dijo:
-         Sentir aquel quienes sois os llevará a la sabiduría.



Que el Amor y la Paz sean en todos vosotros.

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