Una vez, un hombre cansado de la desgraciada
vida que llevaba decidió subir al cielo y pedir cuentas a quien sea por su
situación a lo largo de todos sus años hasta el presente.
Mientras se iba elevando observó como los
árboles y las casas se iban haciendo pequeñas bajo sus pies. El enfado que
llevaba era notable, y pensaba pedir explicaciones al encargado de haberlo
puesto en el mundo donde vivía. A medida que se dirigía hacia la entrada del
cielo, vio la Tierra hacerse pequeña, dejando atrás las nubes que, estando en
ellas, no podía ver el firmamento. Ahora se encontraba en la infinidad del
silencio, deslumbrado por la luz de la presencia del sol situado mucho más allá
de donde se encontraba. Elevándose y adentrándose en el vacío del que, desde la
Tierra se denomina Cielo, llegó a un lugar donde había una entrada con un
cartel que decía: “QUEJAS HUMANAS”.
El hombre se encontró con una gran cola de seres humanos, que como él, habían
tenido la misma intención. Había de todas las razas y religiones. Quiso ver
donde se encontraba el primero de la cola, y hubo de esforzarse para
distinguirlo.
A medida que se iba
acercando hacia la ventanilla de quien les atendía, vio como todo aquel que se
presentaba ante ella para protestar, se iba contento y como aceptando las
palabras de quien les atendía les decía. Todos se iban con una sonrisa en los
labios y corriendo para volver a la Tierra.
Todo me resultaba
extraño, pero en mi interior, me proponía y pensaba qué diría cuando me tocase:
“que qué se habían creído al darme una
vida como aquella, que qué se pensaban si nosotros éramos muñecos con los que
ellos podían hacer lo que querían con nosotros, que no hay derecho en darme una
situación mísera y hacerme vivir todo lo que he vivido hasta ahora, que es
injusto que unos tanto y otros tan poco o nada, que yo no he pedido venir a un
mundo como el de la Tierra, y que hagan el favor de llevarme a un mundo mejor
del que estoy, que allí no se puede vivir, que…..”
Haciendo estas
reflexiones interiores me di cuenta que había llegado mi turno. Ante mí había
un ser con una sonrisa dócil en la boca y una mirada profunda y afable. Toda su
expresión era bondadosa y serena.
Él me miró esperando lo
que yo le había de decir, pero, por momentos no supe qué decirle. Me había
quedado mudo, y por un instante, no pude increpar a aquel ser que estaba ante
mí. Me daba cuenta que ahora yo era el primero de la cola pero parecía estar
aislado, sintiéndome insonorizado con los de mi entorno y tenía detrás de mí,
que eran muchos. Parecía como si solo estuviéramos aquel ser de apariencia
serena y bondadosa y yo. Nadie más podía oírnos, como si estuviéramos solos.
Por fin recuperé nuevamente mi estado interior y de desconcierto, recordando
porque me encontraba allí, ante quien me podría, seguramente, dar una serie de
explicaciones y resolver mi situación. Recordé porque estaba allí y dije medio
enfadado, medio desconcertado:
-
Quiero
hablar con quien me permite vivir como lo estoy haciendo en la Tierra. Es
injusta la situación que estoy viviendo y no hay manera de ser feliz. Todo son
preocupaciones y nada me sale bien. Quiero hacer una reclamación y hablar con
quien lo tenga que hacer para que esto no pase más.
Entonces, como por arte de magia, aquel buen
hombre desapareció y me encontré a mí mismo ante mí, diciéndome:
-
¿Me
han dicho que quieres hablar conmigo?
¡Rayos y truenos!, no podía creer lo que estaba
viendo: ¡¡era yo!! Me froté los ojos y me quedé quieto no sé cuánto tiempo,
intentando descifrar qué había pasado y que lo que veía solo eran alucinaciones
mías.
-
No,
no soy una imaginación – dijo aquel que era yo. Tú querías hablar con quien
pudiera solucionar y cambiar tu situación en el planeta Tierra y aquí me
tienes. ¿Para qué querías verme?
-
(Como
puede, y desconcertado porque no entendía lo que me estaba pasando, dije:) ¿Cómo
te llamas?
Ahora sí
que quedé totalmente paralizado cuando oí su nombre: ¡¡se llamaba como yo!!
Entonces continué:
-
¿Podrías
decirme qué está pasando? Es algún programa tipo “cámara oculta”, ¿verdad? ¿Quién eres tú realmente?
-
¿Tú
querías hablar con quien te pudiera ayudar a cambiar la vida que llevas, no?
En silencio asentí con
la cabeza.
-
Bien,
yo soy este que tú buscas. Dime, ¿de qué te quieres quejar?
-
¿De
qué me quiero quejar? Tú, supongo, debes de saber la vida que tengo. Debes
saber que no hay nada que me salga bien, y continuamente tengo problemas de
todo tipo porque no hay manera de salir de la situación que me encuentro desde
que tengo uso de razón. No es justo. No se puede vivir así. Estoy harto que no
pueda vivir como yo quiero. Esto no es vivir, por eso, vale más no vivir. Es
inaguantable. Sufriendo por todo y por mantenerme en vida. ¿Me puedes decir
porque vivo así? ¿Eh?, ¿Puedes decirme porque se me ha dado esta vida cuando
hay otros que lo tienen todo y la vida les es muy fácil vivirla, teniendo para
todo lo que necesiten y deseen? ¿Me puedes decir porque pasa esto y no puedo
hacer nada para cambiarla? (Después de una pequeña pausa, nuestro ser humano
continuó diciendo:)Me siento ridículo hablando contigo – dijo en voz baja – con
este que tengo delante de mí. Estoy hablando conmigo mismo, ¡qué locura!
-
(Como
si el yo que tenía delante no hubiese escuchado mis quejas, me preguntó:) ¿Cuál
es tu verdadera queja?
-
¿¡¿Pero
que no lo has oído?!? ¡Te lo acabo de decir!
-
No,
solo estás quejándote por la vida que estás llevando, pero no has definido el
motivo por el cual has venido hasta aquí.
-
¡Que
estoy harto por la vida que llevo! No la quiero porque solo me da penas y
desgracias. Todo son problemas y no quiero tener, ya más. Quiero vivir una vida
placentera y rodeado de riquezas. ¡No quiero padecer más!
-
¿Qué
puedo hacer por ti?
-
Tú
sabrás, es tu trabajo, ¿no? ¿No eres tú quien me puede ayudar a cambiar de
vida? Pues por eso he venido.
-
¿Crees
que no vives una vida placentera y llena de abundancia?
-
¡¿Tú
estás loco o qué?! ¿Tú me ves la cara que tengo? ¿Me estás tomando el pelo o
qué? (Y desesperado y enfadado le contesté:) Por favor, llama con quien pueda
hablar y solucionarme lo que te he dicho, ¿eh? No me hagas perder más tiempo. ¡Solo
me faltabas tú, ahora! – dije en voz baja.
-
Muy
bien, ahora le aviso.
Entonces, quien tenía
delante desapareció, y al cabo de unos segundos volví a ver a alguien ante mí:
¡¡¡volvía a ser yo!!!
-
¿Es
una broma, no?
-
Sí
y no. Yo soy…. – diciendo mi nombre.
-
¿Quieres
hacer el favor de no tomarme más el pelo? – dije muy enfadado y chillando.
-
Mira
esto – dijo enseñándome unas imágenes mías de mi vida, en un monitor, que eran
los momentos en los cuales yo me sentía bien y era feliz.
Eran imágenes de mi
infancia y cuando conocí a la primera persona que le hice un beso porque
empezaba a amarla. El monitor me iba enseñando momentos de mi vida donde yo era
feliz y me sentía bien conmigo mismo. También me mostró instantes donde había
ayudado a alguien y entonces yo me sentía muy bien porque había sido útil para
alguien necesitado. Estas imágenes me hacían sentir bien y empezaron a relajar
mi corazón y mi espíritu. Incluso me mostró un momento que yo decidí por propia
voluntad, pensar que los demás podían conmigo, y yo sentirme poca cosa. Sí,
incluso estas imágenes donde decidí ser víctima de mi vida. Podría haber tomado
otra decisión, ¡pero no!, dejé que los demás hiciesen de mí lo que quisieran.
A continuación
aparecieron unas imágenes como si fuesen una película y yo estuviera en el
cielo, a punto de venir a la Tierra, de nacer. En esta situación se me mostró,
momentos antes de venir al mundo, lo que sería la vida que había decidido
tener, como si yo ya supiera qué vida tendría. Era maravillosa y llena de
aprendizaje y ocasiones para sentir amor en mí. Vi también, las oportunidades
de poder ayudar a muchas personas una vez estuviese en vida (la que iniciaría).
Sentí por momentos la plenitud en mí y lo mucho que representaba aparecer en el
planeta Tierra y vivir como un humano, dentro de un cuerpo, y a través de él
poder acercarme a personas que necesitaban de mi presencia para continuar sus
caminos. Me di cuenta de la importancia de venir a este mundo y el papel que
representaría para muchas personas, y a pesar de mi carácter contestatario y
rebelde, lo importante que sería para mi alma ser presente en estos momentos de
la historia de la Tierra.
Momentos antes de
descender y aparecer a través de un parto, también sentí el amor que había en mí
y que no estaba solo. Amigos invisibles estarían conmigo en todo momento, y que
aunque no les vería en vida, continuarían estando y ayudándome a recordar.
Todo esto lo vi, o mejor
dicho, lo sentí dentro de mí como si lo que estaba viendo en aquel monitor
sucediera en mi interior en aquel instante. Fue algo extraño.
Me quedé quieto, en
silencio, recordando todo lo que había sentido y visto. Por momentos me olvidé
del por qué me encontraba allí, y una nueva energía me rodeó. Me sentía como
encerrado en mí y con una pequeña grieta de esperanza y sabiduría como si todo
fuese para mi mayor bien.
En aquellos momentos se
me juntaron muchas emociones y sentimientos a la vez. Uno de ellos era como si
todo fuera temporal y que aquello que yo me pensaba que era, no era, y lo que
yo creía que no era, era. Quizás no sé si me he explicado bien, pero era esto
lo que sentía. Entonces, mi mirada se fijó en aquel que se encontraba ante mí:
yo, y me di cuenta que yo, y solo yo, podría tomar la decisión y tener la
capacidad de cambiar mi situación. Ahora entendía el por qué “yo me había presentado ante mi diciéndome
que era yo quien me podía ayudar a cambiar mi situación”. Por momentos,
pareció como si se hubiese encendido una luz y lo viera todo claro.
Dentro de mí sentí una
fuerza que no había sentido hasta aquel momento. Me sentía capaz de cambiar
aquello que en el fondo, no me pertenecía
porque formaba parte de una vida ilusoria que yo me había creado.
Quien tenía delante me
hizo una sonrisa, y yo le correspondí. Recordé lo que todavía debía de hacer en
la Tierra de bueno, quizás sin ser consciente del todo, pero que lo quería y
había de hacer, y rápidamente salí de aquella cola para volver hacia el planeta
de donde había venido.
El último que se puso a
la cola de espera parecía enfadado y con cara de pocos amigos. Parecía lleno de
rabia cuando vio marcharse, con poca nitidez al primero de la cola, corriendo,
dirigiéndose hacia la salida.
Con cierto tiempo de
espera, llegó a la ventanilla donde le atendió un ser con una sonrisa dócil en
la boca y una mirada profunda y afable. Toda su expresión era serena y de
bondad. Él le miró esperando lo que le había de decir, pero por momentos, el
ser humano no supo qué decirle. A continuación recordó porque se encontraba
allí y dijo enfadado:
-
Quiero
hablar con quien permite que viva como lo estoy haciendo en la Tierra. Es
injusta la situación que estoy viviendo y no hay manera de ser feliz. Todo son
preocupaciones y nada me sale bien. Quiero hacer una reclamación y………..
El resto de la historia
ya la conocéis.
3 comentarios:
que hermoso.nos deja claro que nosotros somos quien decide como vivir y de que manera. tenemos todo el potencial para decidir vivir en abundacia o en en la escazes, la desicion es nuestra.
Así es Marleny. La cualidad de vida depende del grado de aceptación o resistencia al proceso que estamos siguiendo basado en las decisiones de nuestro libre albedrío. Un abrazo.
Gracias hermano.Muy bien escrito lo que es.
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