-
Sé que estás ahí, madre. Sé que sientes mi
respeto y mi amor hacia ti. Mis palabras van haciendo silencio con el tiempo
porque ya no todas llegan con la
comprensión de un tiempo pasado donde entendías y te resguardabas de la
incapacidad de poderte mostrar tal como sentías. Madre, sé que estás ahí, y en
el fondo, desde tu corazón, no existe la distancia entre tú y yo. Cuando menos
articulo los sonidos, más sentimos en nuestro interior, y para romper el
silencio que a veces puede producirse, una expresión tópica por mi parte, sin
sentido, atrae tu atención y te sientes dispuesta a intervenir con tus
recuerdos apagándose.
-
…
-
Te observo acurrucada en tu interior viendo como
el castillo de tus sueños va desprendiéndose ante ti, sin darte cuenta, pero
con la felicidad y la sonrisa en tus labios al poder sentir que la gente de tu
lado te protege y te ama.
-
….
-
¿Dónde estás madre?
-
Hijo, ante ti me encuentro. Te veo. Te oigo,
aunque mis palabras no te lleguen como yo querría.
-
¿Por qué tan lejos y cercana a la vez te siento?
-
Son nuestros corazones que nos acercan. Siento
como si solo a través de él pudiera llegar a aquellos que también abierto lo
tienen. Ya casi no entiendo las palabras, hijo, y gran parte de las veces, ni
las oigo. A veces no encuentro las adecuadas para hablarte, pero he podido
darme cuenta que es desde el corazón que podemos estar juntos y saber del otro.
-
Cierto, madre – le respondo. Mi corazón me habla
de ti. Me hace ver tu pasado y lo que sientes a cada instante de tu presente.
Puedo saber de ti, de tu estado, de cómo te encuentras y tus ansias de ser
comprendida y aceptada tal como eres.
-
Me cuesta hablar y tener una conversación - me
responde, pero esta se produce de una manera instantánea y natural cuando las
palabras son omitidas.
-
¿Sabes? Te amo y acepto tu situación porque veo
que tu alma está contenta aunque no puedas comprender y dar tu parecer al
respecto. Aceptas sin argumentos la situación, aunque no la comprendas. Lo que
tu mente en tiempos pasados relacionaba con tu exterior, ahora adormecida, ha
dado paso a tu corazón, a tu interior, aunque tampoco seas consciente de este
cambio.
-
Hijo, te encuentro muy cercano a mí. Lo que
antes entendía, ahora ya no es importante para mí. Lo que antes me reservaba,
ahora no tengo ningún motivo para que así sea. Lo que vivo en estos momentos no
varía en relación a lo que viví. Siento que mi vida es exactamente igual aunque
mi cabeza ya no sea la misma. Lo que en ella se encontraba va desapareciendo
rápidamente. Va haciéndose espacio para el vacío de lo racional. Ya no puedo
razonar ni entender las palabras que mis oídos perciben. Las reconozco pero no
puedo recordar el significado de la mayoría de ellas. Antes sí que podía, pero
ahora es como si hubieran perdido todo interés para mí, y sólo son sonidos con
los que relacionarse. Tengo la sensación que mi camino continúa siendo el de
antes. A veces has podido hablarme de mi capacidad de dar mi parecer sin
decírmelo directamente. Tus palabras hacían que tuviera que dar mi opinión
sobre lo que me preguntabas, pero parte de este vacío en mí no me permitía
expresar la respuesta de mi parecer. Hijo, solo vivo, sintiendo el amor de
aquellos que cerca de mí os encontráis. Siento tu alegría y, desde mi corazón,
me siento agradecida por volver a reír en mi vida. No sé porque ahora digo
esto, pero algo dentro de mí hace que te lo transmita.
-
Madre, con qué claridad te manifiestas cuando lo
haces sin palabras. Tu corazón te habla alto, y es desde él que puedo
entenderte y sentir el amor hacia ti.
-
…
-
Todo este tiempo que he estado a tu lado, he
sentido tus anhelos de liberar tu alma. A tu manera nos das tu parecer, aunque
éste sea ambiguo e indefinido, sintiendo tu valentía para expresarlo. Te
sientes una con nosotros siendo diferente, y tu corazón hace que quieras lo
mejor para todos aquellos que te rodean. Eres madre y abuela, y tu sentido maternal no ha desaparecido de
ti. Tu corazón te habla alto, aunque la mayoría de las veces lo ignores. Ahora
es lo único que te queda para seguir con tu vida. Tu corazón te habla con una gran nitidez y
claridad a medida que tu cabeza, tu mente, se vaya adormeciendo ya para siempre
en esta vida. Ha tomado la decisión de hacer el viaje de no retorno. En su
momento te preguntó si podía tomar esta iniciativa. Debido a lo vivido le diste
tu consentimiento. Ahora, con el tiempo a su favor, tuviste que encontrar una
nueva puerta para sobrevivir en esta vida. Tu presencia, madre, ha elevado mi
alma, nuestra alma, y ahora juntas, podemos abrazarnos para sentir el amor del
otro, más allá de lo racional. (Pausa). Te amo y mi amor está contigo, aunque
mi presencia en tu pasado. Ahora eres feliz, ¡y no sabes cómo me alegro, amada
alma!
-
Hijo, si los demás supieran lo que ahora estoy
descubriendo en la situación que me encuentro en mi presente, y fuera capaz de
transmitirlo, la vida que viví ya no la viviría, y mi vida hubiera sido otra.
Siento a mi corazón tomar las iniciativas de mi ser. Algo me dice que así es,
aunque no pueda concretártelo. Noto vuestras actitudes conmigo algo diferentes
a cómo actuáis con los demás, aunque no sepa definirlo exactamente. Siento que
algo está ocurriendo en mí, que hace que estéis más atentos a todo lo que yo
hago. Desde mi interior no acabo de entender lo que me está sucediendo porque
me da la sensación que continuo siendo la misma que antes. No noto ningún
cambio en mí, solo que ahora, no siempre recuerdo lo que quiero saber o
recordar. Pero bueno, a esto le pasa a todos, ¿no, hijo?
Mirándole a los ojos con mi
compasión hacia su ser y conociendo su situación, le respondo:
-
Sí, madre. A veces, no siempre recordamos lo que
queremos saber o encontrar.
En estos momentos siento cómo
mi madre y yo nos unimos en esta complicidad silenciosa, sintiéndose ella
comprendida por mí y aceptando sus vacíos esporádicos, como a cualquier otro que le puede pasar.
La lejanía mental nos lleva a
un acercamiento sin argumentos ni motivaciones, sencillamente se produce una
unión de respeto sin ningún indicio de juicio. Ahora, somos uno en la
convivencia, comunicándonos a través del corazón. En estos momentos, es como mejor
ella se expresa. No hay palabras, sólo sentimientos y sensaciones. No hay
raciocinio. Su mente lo va borrando cada vez con más aceleridad.
Llegará el día que sus
palabras dejarán de omitirse, pero continuará sintiéndose amada por todo aquel
que la respete según su presente y escuchando su corazón. Es el único camino
para llegar a ella. Cuando nos relacionamos desde el corazón, sobran las
palabras. Éstas van menguando cada vez más, pero con una comprensión superior
por nuestra parte, más allá del intelecto.
Al final, cogiendo una de sus
manos entre las mías, le pregunto:
-
Madre, ¿sabes quién soy?
-
Cómo no voy a saber quién eres. Claro que lo sé.
-
¿Quién soy?
-
Mi niño – me responde.
Hago una sonrisa cálida y una
caricia con mis manos en su cara, así como un tierno beso en su mejilla,
diciéndole:
-
¡Guapetona!
Ella me sonríe sabiendo de estos
momentos íntimos entre madre e hijo.
Todo,…… sin palabras.
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