-
Maestro – dijo un día un discípulo ante su
mentor, llevo años a su lado y siento que ya no soy el mismo del primer día que
le conocí. Hay algo que quiero preguntarle en relación a lo que nos sucede en
nuestro sendero individual.
El maestro se quedó observándole
esperando la pregunta del joven que tenía ante sí.
-
Espiritualmente, cuando algo no sale como
debería de salir, ¿hay un plan B, una segunda opción a realizar?
Los ojos del tutor no dejaron de
mirar a los de su discípulo, haciendo una sonrisa y teniendo un respeto por la
pregunta realizada. De repente, sus labios se dispusieron a hablar, diciéndole:
-
Amada alma, no hay segundas opciones en el
camino espiritual. No hay errores en la adjudicación de los hechos a vivir por
parte de alguien. El universo, señalando hacia arriba con su dedo índice
derecho, no envía al azar las bendiciones para los que vivimos encarnados en
esta vida. No hay equivocación en los designios celestiales. Todo tiene su
sentido desde la Fuente de la cual procedemos. (Después de una pausa, prosiguió
diciendo:) Aquello que vivimos en este plano, así debe de ser. No siempre el
ser humano entiende lo vivido, debido a la forma en que convive. Aquello que
nos es designado, es lo adecuado para nuestra alma. No hay nada erróneo en
nuestro proceso. Todo sigue un flujo para nuestro mayor bien y el de todos. Lo
que puedes llegar a experimentar influye a todos aquellos que te rodean. No es
en vano, ni superfluo lo que de la vida recibes. No existe una segunda opción
por si la primera no es la adecuada. Toda opción es la adecuada para nuestro camino.
Hay diferentes oportunidades depende de la reacción del discípulo que todos
llevamos dentro, pero la bendición recibida como primera opción es la adecuada.
Después de una pausa, el maestro
continuó:
-
Toda nuestra vida tiene un sentido mayor a nuestras
creencias. Nuestros pensamientos, a veces traen hacia nosotros una explicación
según el momento que nos encontramos, no desde la elevación del alma.
Entonces el discípulo intervino
diciendo:
-
Pero no siempre lo que vivimos nos hace sentir
bien.
-
Al igual que una semilla en su proceso de brotar
y elevarse necesita el agua para crecer, así el alma necesita de su esencia
para elevarse. La semilla puede pasar por períodos de sequía, pero la humedad
existe en el interior de la tierra, por más profunda que esté. El humano, en
los períodos de sequía necesita ir, también, a lo más profundo de su interior
para reconectar con su esencia que le permitirá sentir aquel quien es y su
sentido en esta vida. Este hecho de ir a su interior, permitirá que lo exterior
no influya en lo interior, y que lo interior, haga cambiar el entorno de uno
mismo. ¿Entiendes mis palabras, amado ser? – dijo el mentor al joven.
-
Sí, maestro – le respondió. No hay nada que
vivamos que no tenga un sentido para nuestra alma, y así poder seguir nuestro
proceso hacia aquel quien somos.
-
Así es – dijo el maestro, asintiendo con la
cabeza.
-
Y teniendo presente esto – continuó diciendo el
joven, todo lo que recibimos y el universo nos da es para avanzar o rectificar
algo que nosotros no somos conscientes o no nos damos cuenta en aquellos
momentos.
Quien le escuchaba hizo un
movimiento afirmativo con su cabeza. Luego, dijo:
-
Cuando aprendemos, dejamos el dolor y el
malestar a un lado del camino, porque ya no nos pertenece.
-
¿Hasta cuando este proceso, amado maestro?
-
Hasta que ya no te cuestiones más la vida. Solo
la sentirás y sabrás qué hacer. Será entonces, cuando sentirás aquel quien eres
y sabrás qué hacer en todo momento. La paz y la serenidad serán en ti. Sentirás
el amor intensamente y solo querrás transmitirlo según tus cualidades.
Entonces, todos se beneficiarán porque serás el espejo de cada una de las almas
que se te acercarán.
Se hizo una
pausa, y en unos instantes el discípulo dijo:
-
Gracias maestro. Ahora entiendo tu silencio y tu
presencia.
Los dos se saludaron haciendo
una suave reverencia y el maestro se giró y se fue.
El discípulo se quedó allí
quieto, en el lugar donde se había producido el encuentro entre una visión
terrenal y la espiritual.
Hizo una respiración profunda
y se dispuso a irse, sintiendo un gran agradecimiento por lo recibido.
Había dado un paso importante
hacia su maestría.
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