- Las palabras que puedas llegar a oír, sólo son una mano para que puedas llegar a aquel quien eres – dijo una vez un maestro a un joven con la consciencia despierta y su corazón abierto.
- ¿Qué quieres decir maestro en el sentido que son una mano?
- Las reacciones que puedan llegar a producirse dependen del grado de consciencia que uno tenga. Cuando estas palabras conllevan un malestar, te enseñan a ser tú mismo y a no identificarte con ellas. Si lo que te aporta es un bienestar, son el reflejo de tu estado interior innato.
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Entonces, cuando oyes a alguien que no quieres
oír por su manera de expresarse, ¿quiere decir que tengo que aprender a
respectar y ser yo mismo en estas situaciones?
- O que este no es el camino a seguir. Deja que quien se enfade se desahogue, porque no eres tú quien ha creado este malestar, sino él mismo al verte como un espejo de cómo tendría que ser su camino y no lo está llevando a término.
- Pero si no acepta lo que le puedas llegar a decir para que comprenda que no has creado tú este estado interior, ¿qué hacer entonces?
- Deja que siga su camino como tú el tuyo.
- Pero si con esta persona estoy cada día, ¿qué puedo hacer?
- Escuchar tu interior y no hablar con una pared. No quieras convencerla. Ella está siguiendo su camino y tú el tuyo. Deja que siga su proceso. No te centres en ella. Si no te hace sentir bien, déjala para que continúe con su camino. Su mundo no es el tuyo. Son seres que viven desde su exterior, no desde su interior. Tú continúa viviendo desde tu interior. Él te permitirá encontrar una nueva puerta para poderla cruzar y encontrar a aquellos que tengan su corazón abierto para llegar a ellos mismos.
- Ahora lo entiendo maestro. Gracias por tus palabras.
- La palabra es un reflejo sonoro del interior de uno mismo – acabó diciendo el maestro.
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