Había un ser humano que recibió una
llamada. La atendió y desde el otro lado acordaron quedar a un lugar en
concreto. Inmediatamente colgó el teléfono, lo descolgó nuevamente, y llamó al
servicio de taxi para que le enviaran uno cuanto antes porque debía de estar
dentro de poco a una dirección concreta.
Una vez pedido, nuestro hombre se preparó
y estuvo atento para cuando llegara el taxi solicitado. A la hora acordada, ya
se encontraba en la puerta de su domicilio para recogerlo, subirse en él y
dirigirse hacia donde habían quedado.
Estos actos aparentemente cotidianos, representan
perfectamente el período desde que nos ha llegado la hora de nuestro despertar
hasta la realización de nuestra voluntad y la manifestación de la divinidad que
cada uno es.
Todos recibimos la llamada por el solo hecho de
vivir en este cuerpo que tenemos. Todos, absolutamente a todos, nos suena el
teléfono interior con el interés de dirigirnos hacia la obertura de una nueva
puerta en nuestra vida no abierta hasta el presente, permitiéndonos llegar allí
donde debemos de llegar según el proceso de nuestra alma.
Recibimos la llamada y quedamos en llegar a tal
punto de nuestro caminar que nos ofrecerá nuevas oportunidades en nuestra vida
para la plena realización de nuestro ser.
Damos el paso y dejamos que nuestra
intencionalidad expresada en voz alta nos cree las coincidencias para que todo
sea. Cuando tenemos claro el camino a seguir, entonces es cuando viene nuestro
taxi para recogernos.
Bueno, el primer paso ya está dado, ahora ya hemos
dado el consentimiento para que todo sea. Confianza. Ya hemos aclamado y pedido
a la vida, aquello que queremos, ahora es cuestión de esperar que nuestra nueva
actitud ante la vida nos atraiga las puertas adecuadas para poder dar nuevos
pasos en nuestro proceso del despertar y así, poder activar la divinidad que
cada uno es.
Cuando vemos venir el taxi y pararse ante
nosotros, justo delante de nuestra puerta como habíamos quedado, nos subimos y
le recordamos al conductor la dirección que queremos ir. El vehículo arranca y
nosotros nos aposentamos en el asiento de nuestra petición.
El ser humano que despierta o se adentra más en su
camino hacia la Luz ,
pide al universo, al Padre, aquello que siente en su corazón. Pide una y otra
vez, como si el Hogar pudiera olvidar las peticiones de los miembros de la Familia , sus deseos
más fervientes procedentes del corazón. Este ser empieza a incluir en su día a
día, una actitud diferente a la tenida hasta ahora, así como la realización de
una serie de ejercicios para conectar con el verdadero ser que es.
Esto es solo el primer paso. Muchos piensan que ya
todo será, y que aplicando de cuando en cuando estas pautas más amorosas en su
vida, todo ya será. Hay que fluir. Tenemos que aprender a fluir como los
delfines encima de las olas, o como una hoja llevada por las aguas bravas de un
rio. Todo sucede sin expectativas, exigencias ni impaciencia. Una vez has
abierto las puertas de tu voluntad desde el corazón, deja que todo sea, siempre
siguiendo aquello que tu interior te dicte.
El fluir no es no hacer nada y ya me vendrá por el
solo hecho de pedirlo. El proceso no funciona así, exactamente. Fluir
representa vivir todo aquello que la vida te ofrece sin resistencias y sabiendo
que todo lo que te sucede es para tu mayor bien. Fluir es haber puesto los
pilares, tu intencionalidad, al servicio de tu corazón y dejar que todo sea en
su momento más adecuado. No siempre este es cuando nosotros queremos, sino que
muchas veces, para llegar allí donde queremos debemos de hacer varias paradas
y, en cada una de ellas, recoger el aprendizaje para elevar un grado más de
amor nuestro ser. Fluir no es no hacer nada, sino hacer la parte que te
corresponde, lo que sientes en tu corazón en relación a donde quieres llegar,
ser o sentir.
Todavía, parte de la humanidad adormecida, cuando
empieza a dar los primeros pasos titubean y dan prisas, dudando, del proceso.
No temáis, porque una vez has puesto el mecanismo del despertar en ti, ya no
puede cerrarse, y con el tiempo, irá a más. No podemos desconcienciarnos, y
cuanto más nos adentremos en el camino hacia nuestra Luz interior, más
motivación tendremos para seguir y abrir las puertas de nuestro ser de par en
par para mostrarlas de una manera absoluta al mundo, a nuestro entorno.
Igual como la historia expuesta en el principio,
una vez vas avanzando hacia el lugar correspondiente a tu alma, debemos de
dejarnos llevar por el taxista. Él sabe qué caminos coger para nuestro mayor
bien. Él sabe lo que necesitas, así como el conocimiento de la transición de la
animalidad a la divinidad. Nos han enviado al mejor taxista posible, el más
cercano a nuestro estado actual. Siempre, en todo momento, recibimos aquello
que necesitamos.
Cuando nos hemos sentado cómodamente en el asiento
de atrás, dejemos que él haga su trabajo. Debemos de aprender que cada uno debe
de aportar su parte. Es un trabajo de dos: de ti y de quienes te acompañan.
Deja que tus guías te lleven por el mejor camino.
Todos tenemos un taxi esperándonos a la puerta
para cuando despertemos y estemos dispuestos a ir más allá de nuestro presente,
para dejar atrás nuestro pasado limitado y elevarnos hacia nuestra divinidad.
Cuando estamos siendo llevados, no le preguntamos
constantemente al conductor: ¿Seguro que sabe cómo se va? ¿No puede ir un
poco más rápido? ¿Os suenan estas palabras? Cada uno se encuentra, a
petición propia, con el taxista adecuado. Él sabe lo que se hace. Confiad.
Esperad que acabe el trayecto, y entonces os podréis bajar e ir allí donde
habéis quedado. Tened el convencimiento que todo está siendo e irá bien. No
dudéis. Confiad. Sed pacientes porque a veces, según cada uno, encontrará los
semáforos en rojo o una calle muy transitada. Relajaos y sabed en todo momento
que estáis siendo llevados.
Dad los pasos que sintáis desde vuestro corazón
que debéis de dar, y luego, todo es una cuestión de sincronicidades.
Confiad. Sed pacientes. Tener la certeza que todo
será, que tendréis o conseguiréis aquello que sentís desde vuestro interior.
Deja que el taxista, que el proceso te lleve allí
donde acordasteis. Confía en él. Confía.
Es una suerte haber encontrado el taxi en el cual
te encuentras. Siente la seguridad de ser llevado allí donde sientes que debes
de dirigirte.
Confía y relájate. Deja que los taxistas que te
rodean también hagan su colaboración en el Gran Plan Divino donde te
encuentras. Así lo acordasteis.
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