Como cada día, me acerco a la taquilla. Saco mi cartera,
pido una entrada a la chica de la ventanilla, recojo el billete y me aparto con
un “buenas noches”.
A continuación entro en el recinto y cruzo las puertas
que dan a la sala. A través del corredor con cierta pendiente busco mi lugar
cerca del escenario para no perderme ningún detalle ni palabra de lo que acontecerá.
Me siento en la butaca correspondiente, y una vez allí me
predispongo a fijar la mirada ante mí. Hoy puede ser diferente. Hoy puedo ver
lo que tanto anhelo. Cada día el mismo ritual. Espero poder ver algún día, lo
que mis sueños me hablaron. Quiero ver realizado mis anhelos de ojos cerrados.
Hoy puede ser el día adecuado.
Miro la hora y, como yo, otros seres van aposentándose en
sus asientos. Estés donde estés, la visión es perfecta, aunque personalmente,
prefiero estar en el centro para así divisar todo el espacio de la obra.
Las luces se apagan. Mi corazón empieza a latir más
rápidamente, al saber que lo que tanto he soñado, hoy puede ser materializado.
Otros han ido viniendo hasta ver realizado lo que tanto han deseado a lo largo
de mucho tiempo. Una vez visto plasmado ante ti, se realizará fuera del local
donde me encuentro. Sus vidas cambiaron y ya no volvieron por aquí. Hoy espero
que sea mi turno. Llevo tiempo esperando. Hoy puede ser el gran día.
Las luces amagan su presencia, dando pie a una tenue
luminosidad enfocando al centro del teatro. No se oye ningún rumor. Todos
esperan que sea su turno. Todos expectantes para ver si hoy nos ha tocado a
nosotros. Somos muchos los que nos encontramos hoy aquí. La platea está totalmente
llena de seres que han oído la llamada de su turno. Hoy puede ser el mío. Así
lo espero.
De repente, como si de ningún lugar en concreto fuese, se
oye una melodía procedente de detrás del telón. Este se va alzando lentamente.
Vemos una luz que se nos permite ver el entarimado que tenemos delante. Enfoca
a su centro.
Cuando la cortina ya nos ha activado nuestro deseo que
hoy puedo ser yo el afortunado, una oscuridad llena la expectación de los
asistentes, mientras una suave voz me llega al corazón:
-
¿Por qué esperas tanto? ¿Por qué la rutina diaria
de venir aquí para saber si ha llegado tu hora?
Hay un profundo silencio en toda la sala, a la vez que
estas palabras resuenan en mi interior.
-
Piensas ver tu camino realizado, como si esta
escenificación te permitiera dar los pasos que tú ya sabes. (Pausa). La Luz
crea tu voluntad. Aquí verás lo que ya sabes, y por lo tanto, lo que aprecies
en este escenario no es nada nuevo para ti, aunque no recuerdes que en su
momento ya creaste lo que verás.
A continuación, la luz tenue que iluminaba el centro del
entarimado empieza a ofuscarse y empieza la representación.
Mientras ésta duró, el tiempo desapareció. Pasaron unos
setenta minutos, pareciendo como si sólo hubiera transcurrido dos de ellos.
La representación finalizó y los aplausos tímidos de los
asistentes dieron la conformidad de lo actuado. Todos excepto uno, que se
levantó de su asiento y entusiasmadamente aplaudía sintiéndose afortunado
porque hoy le había tocado a él. Había visto su sueño representado. Ahora sabía
que sólo debía de salir fuera del recinto, que la vida se encargaría de
materializarlo. Su expresión dibujó una sonrisa en su cara. Parecía ser el ser
más feliz de la Tierra. Hoy le había tocado a él.
Todos paramos de aplaudir, pero unos esporádicos aplausos
continuaron unos segundos más. Era nuestro hombre.
La sala empezó a vaciarse. Uno a uno fueron desfilando
por el pasillo que daba al hall de la salida. En él me encontré al afortunado.
Por un instante pensé en dirigirme a él y así lo hice. Fue un gesto espontáneo.
Me acerqué a él y como si una fuerza interior me empujara a hablar le pregunté:
-
Enhorabuena. Hoy te ha tocado a ti. (Pausa corta).
¿Me permites que te haga una pregunta? – le dije.
-
Por supuesto – me respondió desprendiendo una
alegría inusual. (Lo sé porque ya lo había visto en otras sesiones días atrás).
-
¿Qué has hecho o te ha ocurrido de novedad desde
la última vez que viniste hasta hoy? ¿Por qué hoy a ti?
Como si estuviera esperando esta pregunta, me miró a los
ojos y me respondió:
-
¿Te acuerdas de las palabras iniciales al inicio
de la obra?
-
Sí – le respondí.
-
Pues eso. ¿Que qué me ha pasado de nuevo desde la
última vez? – continuó diciendo -, sencillamente que he dejado de esperar, y
hoy he venido al teatro convencido que lo que vería sería mi obra realizada.
Eso es todo. Ya no he esperado – continuó diciendo – a ver si por azar hoy me
tocaría a mí. ¡No! Hoy no he venido pensando esto. Hoy he entrado por esta
puerta – señalándomela – sabiendo que hoy mi vida cambiaría y había llegado el
momento. Ya no he esperado más. He decidido que hoy sería mi día.
Dicho esto, se despidió de mí, dando media vuelta y
dirigirse a su nueva vida que tanto tiempo había “esperado”.
Hay quien espera y espera. Estos continúan esperando. Hay
quien tiene el convencimiento que hoy es el día adecuado. Éstos son los
afortunados.
No esperes ver tus sueños realizados. ¡Realízalos tú en
ti!
Tu vida no depende de lo que veas, sino de tu capacidad
de ser capaz y creerte que aquello que quieres ya lo tienes.
Pasado unas semanas, nuestro ser que preguntó a aquel
afortunado, volvió a entrar en aquella sala, como había estado haciendo varios
días seguidos. Aquel día, todos salieron del local inexpresivos, dirigiéndose a
sus casas para mañana volver nuevamente, excepto uno.
Alguien salió de aquel teatro con una expresión de
alegría y felicidad. Era nuestro hombre que ya conocéis.
A la salida le esperaba alguien que le preguntó:
-
¿Por qué hoy a ti y no a mí? ¿Qué ha cambiado de
ayer que te vi a hoy en ti para que te tocase?
La respuesta ya la sabéis.
Que el Amor y la Paz sean en todos vosotros.
¡No esperéis, sentid!
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