jueves, 22 de enero de 2015

Sobre David, sus palabras y presencia


Cada vez que estoy con David veo su proceso y los cambios que se están produciendo en él, manifestando cada vez más, su consciencia crística y su divinidad expresándose a través de él de una manera libre, pausada y de la mejor manera para el mayor bien de todos los presentes en aquel momento.
Veo su luminosidad, la pureza del amor que irradia. ¡Me encuentro tan bien a su lado! Desde mi corazón, doy las gracias al universo por haber podido conocer a un ser tan entregado al Dios que es. Él es consciente de su divinidad, aunque prefiere sentirla y no hablar de ella.
David sabe de cada uno, de su esencia, y, como en alguna que otra vez le he oído comentar: “no hay diferencia entre tú y yo”.
Puedo decir que conocerlo me ha cambiado, incluso, mi vida. También tengo que decir que todo aquel que se le ha acercado y ha andado a su lado un trecho del camino, sus vidas también han cambiado.
Algunos podéis preguntarme el hecho de qué hace David para producir estos cambios en la vida de los demás. La respuesta es muy sencilla: “Ser él mismo”. Cuando dejamos que el Amor que somos nos manifieste, nuestra Luz se expande y abraza a todos aquellos que lo necesitan. David no le gusta hablar por hablar, solo lo hace cuando está sirviendo a la Divinidad. No quiere convencer a nadie sobre lo que piensa y la veracidad de sus creencias. David solo está y es con la fuerza de su presencia que transmuta toda densidad presente, alejando toda oscuridad que pueda haber. Los que habitan la oscuridad saben de él y, en algunos de sus encuentros vieron que no podían con él, teniéndole actualmente, mucho respeto y procurando evitarlo cuando entran en acción con los humanos no despiertos o desconcertados.
En los últimos tiempos, su presencia ya no es su presencia. Más cercano que nunca, compasivo, comprensivo y aceptando toda realidad, encontrando el sentido de su existencia y los pasos a dar para transformar la desconexión en conexión, la inquietud en serenidad y la impotencia en seguridad.
David puede parecer, a simple vista, uno más, como tú o yo, pero aquel quien es le delata.
Cuando habla, la gente siente su paz interior a través de sus palabras.
Cuando está cerca de ti, puede sentirse la paz y el sosiego en su estado más puro.
Hay quien ya empieza, también, a darse cuenta que cuando habla, no es él quien habla. No es el humano quien transmite, sino la Divinidad que hay dentro de él.
Conozco a David desde hace unos años, y veo su proceso, sí, también él sigue su proceso como alma encarnada. Su entrega es absoluta al servicio de la Voluntad Superior en la cual todos estamos inmersos.
Una vez le pregunté a David:
-         Cuando hablas, ¿sientes al Padre en ti?
-         Es mi presencia la que veis, pero la mayoría de las veces no soy yo, sino aquel que habita en mí y mi vida le pertenece. Escuchan mis palabras, pero no soy yo quien las transmite. No surgen de mi voluntad sino de aquel quien me creó. Él está en mí y somos Uno en mí. Aquello que digo soy yo quien transmite pero no quien crea las palabras dichas.
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-         Siento una fuerte conexión con mi verdadera esencia - continua diciéndome -, como si las palabras fluyesen de mi interior hacia mi boca para ser expresadas. Como si no fuera yo quien las dijera. Soy yo quien las dice, pero no quien las crea para ser transmitidas. (Pausa). Son momentos de plena conexión con Dios en mí. En estos momentos siento una fluidez oral, pero con una sencillez a la vez, para que cada palabra sea comprendida y pueda llegar al corazón para que aquellos que estén dispuestos a aceptarlas, puedan entenderlas.
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-         (Después de una pausa): Cuando me encuentro ante alguien, solo sé lo que siento con esta alma ante mí. No sé como irá el encuentro, pero suceda lo que suceda, será lo mejor para ella. Cuando la persona está preparada, entonces siente “algo especial y una gran sensación de bienestar”. No soy yo quien produce estos momentos de paz y sosiego, estos instantes de bienestar. Aquel quien yo soy en mí, actúa en el otro ser. Dios sabe qué hacer y qué decir para volver al camino, según cada uno. Yo soy el vehículo, el canal por el cual la Divinidad puede manifestarse a través de mí. Pero, por favor, no soy nadie especial por expresar estas palabras. Todos, cada uno de vosotros también sois divinidad. Sois Luz y Amor.
-         Sé lo que dices, David, y espero que los que puedan leer estas palabras también, todo y así, ¿qué les dirías a todos aquellos que no sienten lo que tú sientes?
-         La fruta necesita madurar para estar en su punto más dulce o carnoso. La fruta tiene las semillas de donde procede, y en algún momento estas semillas que se albergan en su interior surgirán para ser regadas y empezar a brotar la esencia que son. Darán sus frutos, y cada uno de ellos será la esencia de su máximo resplandor. (Pausa). Necesitan su tiempo y las condiciones adecuadas para poder crecer. Llegará el tiempo que se darán cuenta que ha llegado su hora, y ésta, son los tiempos actuales.
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-         Todo aquel que todavía no sienta el cambio interior de una manera consciente, nada debe de temer ni de preocuparse, porque él también tiene su hora. Abriendo el corazón y sintiendo el amor en uno mismo, la consciencia y el conocimiento de quien es empezará a florecer. Ya no hay espacio ni tiempo para los negados al cambio. Pronto verán la necesidad de él en ellos y se entregarán al proceso por el cual nacieron.
-         Me gustaría preguntarte un poco más sobre cuando tienes que estar ante un grupo o transmitir algo sobre un tema cualquiera por el cual hayas creado o ido a este grupo. Lo que dices, y si te he entendido bien, no siempre eres tú quien habla o hace. Si no he entendido mal, es la Divinidad en ti quien habla. Es decir, Dios, o alguien puede llamarlo Alá, Inteligencia Superior, Yo Superior, Amor,…. ¿Es esto lo que has dicho?
-         Cada uno de vosotros sois Dios. Todos lo somos. ¿Pero realmente el ser es consciente de ser Divinidad, de ser Dios? El fruto lleva la simiente de su creación en él. Deja que el proceso de maduración continúe. No se cuestiona, ni se pregunta. No tiene prisa por madurar ni se niega a seguir el curso como fruta que es. Sencillamente ES. Cuando sencillamente es, deja que todo sea, y por lo tanto, su maduración llega. Es recogida del árbol o arbusto y sirve de alimento. Así el ser debería de actuar. Dejarse ir por el proceso y sentir su conexión con la voz de su corazón. Éste le indicará el camino de la paciencia y la realización, el sendero del deleite y la alegría, el agradecimiento y la humildad.
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-         Cuando dejamos que la divinidad en nosotros nos guíe y se manifieste a través nuestro, toda nuestra presencia será la adecuada según cada momento. Nuestras palabras serán las justas y apropiadas, nuestros pensamientos, los más elevados, y nuestros actos y expresiones, darán familiaridad y coraje según el momento, para abrirnos o seguir el impulso de una transformación en nuestra vida. (Pausa). No hay nada que pueda llenar más a un ser en evolución que sentir a Dios manifestándose a través de uno mismo. Llega el día que él y tu sois Uno. No hay diferencia entre tú y él. Eres tú, pero es, a la vez, él.
-         Te estoy escuchando y puedo sentir lo que dices. Es como sentir la plenitud amorosa en ti, con todo lo que esto conlleva.
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-         Tengo la sensación que pronto el mundo va a saber de ti. Ahora somos unos cuantos, pero siento como si un gran resplandor se abriera debido a tu presencia a nivel planetario – le digo mirándole a los ojos y viendo su profundidad y seguridad que desprenden su expresión y su mirada.

En medio del silencio me hace una especie de sonrisa y un gesto con los hombros, como de complicidad y veracidad de lo sentido por mí. Percibo que él sabe que pronto tendrá que dar nuevos pasos, para seguir su servicio al Padre y al Universo.
-         ¿Quieres comentar algo más?
-         Si algún día alguien me reconoce y recuerda este encuentro, que no me pregunte por si soy yo o no soy yo cuando hablo; sencillamente, escuche las palabras emitidas,  discierna en su corazón si tenerlas presente o no. Lo importante es el mensaje, no el continente. Todos somos fruta, aunque de diversas formas o volumen, pero todos somos semillas procedentes de la misma naturaleza: Luz y Amor.
-         Gracias David por este nuevo encuentro. Para mí es todo un placer poder estar contigo y charlar un rato sintiendo tu presencia. Hasta la próxima.
-         Lo mismo en mí de ti – acaba diciendo con una sonrisa.  





                                      




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