- Papá, es muy bonito todo esto – dijo un niño de siete años a su padre respecto a la visión que tenía desde la cima de una colina.
- Sí, hijo. Cuando uno está en silencio y mira, puede llegar a ver la belleza que le rodea.
- ¡Mira, mira! – dijo señalando unos pájaros que pasaron ante ellos en grupo. Me gusta lo que estoy viendo – continuó diciendo.
Su padre lo escuchaba en silencio mirando lo que su hijo observaba.
- Me gusta venir aquí y al bosque a pasear y jugar – dijo el niño.
- A mí también me gusta ir y poder pasear, escuchar los sonidos de los pájaros y la olor de la tierra cuando está mojada.
- A mí también – respondió aquel ser joven.
- ¿Sabes?, mamá y yo veníamos muy a menudo a la montaña. Nos hacía sentir bien – le dijo su padre
- Estamos más cerca del cielo – añadió el niño.
- Hace que estemos más cerca del cielo, pero no por la distancia, sino porque nos sentimos mucho mejor y cuando uno está bien con él mismo, hace que el cielo se acerque a él.
- Yo lo siento muchas veces.
- Me alegro hijo – respondió el padre. Todos tendrían que salir más a menudo a la naturaleza para estar bien. Cuando uno sale a pasear o a jugar en ella, luego vuelve a casa sintiéndose mejor.
De repente llega una brisa de aire y el niño extiende sus brazos y cierra los ojos para sentir mejor este elemento. Al cabo de unos instantes, el padre le dice:
- Me gusta mucho verte como aprecias la naturaleza y te encuentras bien aquí. Todos tendrían que venir y poderse sentir bien.
Era la tarde, y de repente, ya hacia el atardecer, alguna estrella empezó a verse. El niño empezó a contarlas en voz alta una vez se dio cuenta de ellas, hasta que preguntó:
- Papá, me gusta venir aquí y estar contigo.
- A mí también, hijo. Me gusta compartir contigo estos momentos. Estoy muy contento por estar juntos en instantes como éste.
A continuación añadió:
- Cuando estábamos allí arriba los dos, yo también te quería, y cuando volvamos allí – señalando el cielo – volveremos a estar juntos. Yo te quiero y siempre estaré contigo.
- Mamá está ahora con nosotros, ¿verdad?
- Sí, hijo. Ella desde allí nos ve y nos envía su amor.
- A veces he soñado con ella.
- Yo también – dijo el padre.
- Estoy contento que esté allí arriba – dijo el niño..
- ¿Por qué?
- Porque así puede estar siempre con nosotros.
- Ella nos recibirá cuando vayamos allí – señalando el cielo.
- ¿Ella está bien, verdad?
- Sí. Ahora ella está contenta porque nosotros dos estamos ahora aquí juntos.
De repente el niño dijo:
- ¡Mira papá, la luna! ¡Ahora hay muchas más estrellas!
- Sí, la de mamá también está allí.
- ¿Dónde?
- Es una de ellas. Siempre aparece para decirnos que está bien.
- ¿Sabes cuál es?
- Mira el cielo. Ahora cierra los ojos pero continúas viendo lo que veías. ¿Lo estás haciendo?
El niño asiente con los ojos cerrados.
- Ahora mira todas las estrellas que ves con los ojos cerrados. Mira bien porque hay una que se hace más grande.
De repente, y después de unos segundos, se oye una expresión:
- ¡Mamá!
- ¿Viene hacia ti?
- ¡Sí!. Está bajando.
- No hables y mira lo que ella hace. Quiere estar contigo.
Al cabo de unos momentos el niño abre los ojos y dice entusiasmado:
- Me ha dicho que me ama mucho y que siempre está conmigo y contigo. Era más joven.
- ¿Y tú que le has dicho?
- Que no se preocupara porque yo y tú estamos bien.
- ¿Te ha dicho algo para mí?
El niño miró a su padre y a continuación dijo:
- Te ama.
El padre abrazó a su hijo, y éste a él, dirigiéndose al coche para volver a casa.
Cada vez somos más conscientes de la importancia de la naturaleza para nuestras vidas. Cada vez hay más seres que se adentran a ella, o que cambian de domicilio para estar más cerca.
Es parte de nosotros y nosotros de ella. Hay una Unicidad con todo lo que nos rodea. No es porque sí su existencia en este mundo. A veces podemos necesitar un lugar donde sentirnos bien y armonizarnos. El cielo nos entregó la naturaleza, los bosques y campos. En ella apreciaremos el bienestar y podremos llegar a obtener la apertura de nuestro interior para recordar un poco más, aquel quien cada uno es.
No es porque sí su presencia. Es parte de nosotros, y nosotros de ella.
El silencio, el bienestar, el sentir, el no-tiempo y otros aspectos innatos son activados cuando nos encontramos en este espacio destinado a nuestro equilibrio.
Todo lo que necesitamos nos es dado, y la naturaleza, junto con los animales, es parte de nosotros, un espejo donde nos podemos ver y sentir todo nuestro interior, si abrimos nuestro corazón.
Los tiempos que vivimos nos están llevando cada vez más a ella. Así es y está siendo.
Respetémosla y cuidémosla, porque al ser parte de nosotros, cuando el humano la deteriora, nos está deteriorando a todos, a cada uno de nosotros.
Son tiempos de consciencia, y ésta apertura nos lleva a contactar y reunir todo lo que es parte de cada uno.
La Tierra es Sagrada para sus habitantes. Las consciencias nos unirán y haremos de este mundo, el paraíso inicial establecido.
Que vuestro Corazón guíe vuestros pasos.
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