jueves, 18 de marzo de 2021

La estación de tren

 


Alguien se encontraba sentado en uno de los bancos de la estación del tren. Esperaba la hora prevista para poder coger el tren que le llevaría allí donde cada día le llevaba.

Eran las 7’15h de la mañana  y el tren llegaría a esta estación a las 7’22h.

Antes de llegar, apareció otro viajero previsto para coger su propio tren. Se le veía preocupado y como siguiendo una rutina diaria.

No fueron los únicos que se encontraban allí. Como si fuera un paseo matinal, aparecieron dos personas más. Las dos adultas. Dos mujeres llegaron mirando la procedencia de las vías hacia aquella estación para ver si se divisaba el tren previsto a coger. La otra mujer sencillamente se dirigió a otro de los bancos de la estación y se sentó.

Así durante todo el día. Llegan unos seres esperando su tren, y cuando llega, se suben a él para que les lleve al sentido de aquel día y puedan llenar las horas con las que cuentan en cada jornada.

Una vez, una joven llegó a la estación con unos auriculares puestos escuchando una música. Parecía estar centrada en ella. Pasó un tren y no lo cogió. Llegó otro tren y sólo lo observó desde donde se encontraba sentada. Al final, se levantó y empezó a caminar por el andén de un extremo al otro.

Llegó un momento que se quedó en uno de los extremos de aquella estación, sentándose en el suelo bajo uno de los faros que había en aquel andén. Llegó otro andén, y tampoco se subió en él. Así a lo largo de gran parte de aquella mañana.

Al día siguiente, cuando los primeros viajantes de aquella jornada desaparecieron de la estación por haber cogido su tren, volvió a llegar aquella joven, pero esta vez sin los auriculares. Parecía estar con ella misma y con nadie más.

En un momento determinado apareció por un lado de la estación un joven, sentándose en el otro extremo del banco donde se encontraba la chica. La miró y vio como su mirada estaba como perdida. Parecía ausente de aquel lugar donde se encontraba. 

Se creó unos momentos de silencio. Pasó un tren, y ninguno de los dos lo cogió. Llegó otro tren, y salió sin sus presencias.

-         A veces cuesta encontrar el tren que buscamos – dijo el chico en voz alta.

La chica fue como si no le hubiera oído.

De repente, el chico se puso a reír, haciendo girar la cabeza a la joven para mirarlo.

El chico le dijo:

-         Los niños nos ayudan a reír – dijo mirando al andén que tenían delante, donde habían llegado una mujer con un niño que estaba riendo. Ellos  - continuó diciendo – no esperan tanto. Sencillamente cogen el tren y se divierten en el trayecto para bajar donde deba de ser.

-         Cómo mínimo saben qué tren coger – dijo la chica en voz alta mirando a aquel niño.

A continuación añadió:

-         Llevo tiempo para ver si encuentro mi tren, y no lo veo por ningún lado, ni los que vienen por la izquierda, ni por la derecha. No siento su llamada para subirme a él.

-         No debemos de temer lo que nos podamos encontrar en el camino, ni en dónde nos permitirá bajar – dijo el joven. Hace años yo cogí uno que me hizo vivir una serie de experiencias aparentemente no queridas, y resulta que con el tiempo, he llegado hasta aquí.

La chica miró por primera vez al joven y sintió algo especial en ella. Mirándole, le preguntó:

-         ¿Cómo es que estás aquí ahora?

-         Sentí que debía de venir.

-         ¿Tú también debes de coger un tren?

-         Ahora no, pero sí el hecho de estar aquí. Sencillamente he venido y aquí estoy.

-         ¿Por qué estás aquí si no sabes el por qué? – preguntó la joven.

-         No es que no lo sepa, pero sí el tener que estar ahora aquí. ¿Quieres irte para empezar de nuevo?

-         Me gustaría- le respondió.

-         ¿Puedo hacerte una pregunta? – preguntó el chico.

-         Pregunta – le respondió ella.

-         ¿Qué tipo de tren quieres coger?

Después de un silencio respondió:

-         Uno que me haga sentir bien y me motive para hacer la vida que siento en mí.

-         ¿Que no la estás haciendo?

-         Estoy cansada de hacer siempre lo mismo. No me motiva.

-         Por eso vienes cada día aquí para ver si encuentras algún tren que te lleve donde sientes.

-         ¿Cómo sabes que vengo casi cada día? – preguntó la chica.

-         Me lo has hecho saber tú sin decírmelo, por tus palabras dichas.

-         Tengo ganas de irme y no sé cómo hacerlo.

-         Puedes sentir cómo quieres vivir. A veces ayuda.

-         ¿Tú eres feliz? – preguntó ella.

-         Yo me encuentro bien y soy feliz. Llegué a coger diferentes trenes, y al final encontré el que necesitaba.

-         ¡Cómo me gustaría que eso me ocurriera a mí!

De repente vieron como un tren llegaba a la estación.

-         ¿Quieres subir a él? – le preguntó el joven.

-         No – respondió.

En unos segundos, el tren que tenían delante cerró sus puertas y empezó a moverse hasta dejar la estación.

-         ¿Cómo crees que será el siguiente tren? – preguntó el chico.

-         Divertido no – dijo inicialmente -, aunque dejándome llevar por lo que siento, te diría que estando en él me sentiría bien.

-         Puede ser un buen momento para iniciar tu nueva vida.

-         No sé donde me llevará.

-         Pero te sentirás bien en él me has dicho.

-         Sí. (Pausa). Crees que si te quedas aquí serás feliz?

-         No!!! Respondió la chica de una manera tajante y convencida.

-         Deja, pues, que te lleve allí donde debe de llevarte. Quizás encuentres parte de aquello que sientes para llegar a sentirte bien del todo.

La chica lo escuchaba, pareciendo que la situación que vivía de querer cambiar no era tan degradable.

-         Tienes la suerte de tener una estación junto a ti para poder coger el tren que elijas.

La joven sintió un alivio el oír estas palabras.

-         Ahora está en ti el decidir. Tú puedes conseguirlo. No estás sola. Seguro que allí donde vayas vas a encontrar otras personas que te harán sentir bien. Si dejas pasar todos los trenes no sabrás si lo que te espera se acerca más a lo que sientes dentro de ti. La mejor manera es dar el paso.

-         Y coger el tren, ¿verdad?

-         Sí. Así es – le respondió el chico.

Después de un buen rato casi en silencio, y ya hacia el atardecer, llegó un tren como si viniera de la puesta de sol que se percibía desde donde estaban.

De repente la chica se levantó dirigiéndose y subiendo en uno de los vagones de aquel tren. Una vez dentro, y todavía con las puertas abiertas, se giró. Miró al chico y le dijo:

-         Gracias – haciendo una sonrisa, la primera, desde que estaba con él.

Las puertas se cerraron, y cuando el tren desapareció del andén, todos los bancos estaban vacíos, incluido donde aquella chica  y el joven se encontraban. El andén quedó vacío.

 

A veces, por miedo, no cogemos el tren de nuestra vida. Hay veces que necesitamos vivir algo muy diferente a lo que se quiere, para poder dar el primer paso hacia nuestro sentido en esta vida.

Siempre hay un tren para nosotros, aunque el supuestamente previsto ya se haya ido. Éste previsto, procedía de vuestra mente, no de aquel quien en verdad sois.

No temas, porque tu tren está a punto de llegar.

Él sabe de tu presencia en tu estación, por eso te viene a buscar para llevarte allí donde acordaste llegar. A todos nos llega el momento de empezar de nuevo. Una nueva vida abre sus brazos para recibiros.

Tu tren ya está entrando en tu estación. Las puertas se abrirán para ti.

 

¡Adelante!

 

 

 

 

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