jueves, 30 de octubre de 2014

Navegando por el ancho mar de mi interior

              ….y la nave continúa adentrándose en la inmensidad del océano celestial. Sin titubear y con aparente serenidad sigue el camino marcado desde su corazón hasta los confines de su divinidad.

Y la nave se balancea entre los designios de su alma. Pactos anteriores se manifiestan entre los suaves vaivenes, meciendo la nave en la cual se encuentra mi ser. Claridad y expansión, apoyo y ternura, dejadez en las manos del flujo que inició mi nueva etapa en esta existencia eterna, sintiendo la calidez de mi protector celestial.

Una vida más allá de la materia se divisa a cada instante de avance en este océano cósmico. Soy parte de esta inmensidad no terrenal. Siento como se mece la cuna donde se encuentra mi ser. Aquí no soy la imagen que los ojos físicos pueden divisar desde la dimensión de la forma.

Avanzo con las velas extendidas. Todo sigue. Todo fluye ante lo incierto de lo que puede suceder. En mi barco todo es presente. Solo existe este instante omnipotente y amoroso. Es ahora que mi ser puede sentir y apreciar la belleza de nuestra creación. Solo ahora, solo el presente puede crear los maravillosos tesoros llenos de felicidad, ternura, sabiduría y amor en mi vida. Ésta existe en el ahora. No hay otro momento más allá de mi presente en la nave donde me encuentro. Solo soy ahora. No existo más allá de mi presente.

Siento la brisa de los cambios en mi interior y la mano que empuja y acompaña mi viaje hacia la manifestación de la Luz, la Realización y el Amor en mí.

Las aguas de mi camino están tranquilas, sabedoras que mi alma las ha aceptado. Tiempos de tempestad quedan atrás, cuando las resistencias imponían su voluntad. Todo ha cambiado. El control ha dejado paso a la plena confianza y Fe en mi camino. El querer llevar mi vida ha dado paso al querer que la Voluntad Superior para el mayor bien de todos, sea a través de mí. El conducto que fui, ya no soy.

Mis palabras y mensajes recibidos del Océano Universal han llegado a confines de mi amado mundo, cruzando fronteras y acortando distancias entre los unos y los otros, entre todos y mi ser, uniéndome a todos ellos.

El grumete se ha convertido en capitán de barco, dirigiendo el rumbo de su existencia hacia la plena realización de su presencia en este mar. Su voluntad y su predisposición hacen que la nave siga su curso sin necesidad de estar con las manos al timón en todo momento. Ya no.

Momentos plácidos de navegación, a pesar de los pesares mundanales, donde los nuevos aires han empujado a toda la humanidad a cambiar su rumbo hacia los designios del corazón. Muchas almas se han sublevado, pero no pueden prevalecer durante mucho tiempo con la negación de su ser. Pronto dejarán de oírse sus gritos de protesta y lamentación por no poder continuar creando injusticias celestiales. El empoderamiento de cada ser, debido a la iluminación de las nuevas energías conducen al fin de cómo se ha ido gestionando hasta ahora este mundo, para abrir la puerta de la manifestación de cada ser para dar Luz a su divinidad. Los pilares de lo que fue se tambalean y nuevos aires se manifiestan para sentir la serenidad y el amor en cada uno.

La vieja usanza se está debilitando a pasos agigantados. Cada vez deben de “chillar más”, hacerse notar con más notoriedad para que se les haga caso. Estos tiempos ya han finalizado, y la voz de la imposición está cayendo en una agonía para resurgir entre las cenizas, como el ave Fénix de la Integridad, y adentrarse en el camino, el verdadero camino a seguir: el del Amor. El planeta y la humanidad viven tiempos gloriosos.

Mi nave surca las aguas, acariciándolas y llenando mis bóvedas con el aliento divino que saciará nuestra sed y hambre para siempre.

Y la nave va.

Oteo a babor y estribor, viendo otras naves, que como la mía en su momento, se han alejado de los convencionalismos de la dualidad para adentrarse en el sendero interior y empezar a SENTIR aquel quien cada uno es. Las veo a lo lejos, con una gran calma y serenidad como ahora estoy sintiendo. No tenemos en cuenta las naves que podemos ver, porque sabemos que cada uno hará que de nuevas se adentren en este mar de la iluminación y el sosiego amoroso de saber de nuestra procedencia. Aunque pueda divisar alguna más a lo lejos, no prestamos atención a ellas, porque todas tienen su espacio, como yo el mío.

Todos sus tripulantes sienten aquel quienes son, y esto permite que otras almas también puedan liberarse de sus lazos terrenales y, con su nave, entrar a formar parte de la tripulación Celestial.

En estas aguas, solo hay armonía, melodía angelical y una inmensa paz en tu interior. Sientes la protección de lo no visible y te sientes totalmente respetado y amado.

Y la nave va.

Continúa con su presencia entre los mares de la Calma y el Amor. Mi vida es esta nave que fui construyendo a lo largo del tiempo que vivía en la dualidad y fui despertando hasta mi presente.

Mi corazón guía mi existencia y pone rumbo a  mi realización según lo que he venido a hacer. Mi espíritu se relaja, sintiendo la guía de la Divinidad en mí.

Navego en la serenidad del tiempo y la paciencia de saber que mi presente tiene un sentido, al servicio de la Voluntad Divina Superior. ¡Me satisface tanto que así esté siendo! Una gran sensación de agradecimiento invade cada rincón de mi interior.

Mi vida ya no es mi vida. Ya no me pertenece. Aquel que fui, ya no existe. El presente vivido ya no es mi presente, sino la manifestación de aquel quien nos creó.

Gracias. Gracias. Gracias.

Todo es armonía. Todo está en perfecto orden.

Nada sobra. Nada falta. Todo está.

Todo es.

Yo Soy. Yo Soy. Yo Soy.

Gracias.

Levanto la vista y observo el firmamento cubriéndome para sentir la esencia de aquel quien Yo Soy.

Me sonríe y, entonces sé, que todo va bien.

Mi vida está en buenas manos.

 
Dejad que vuestra nave interior os lleve allí donde vuestro corazón os dicte.
 

A todos, un abrazo, y que el Amor y la Paz sean en todos vosotros.


Gracias por ser y estar.

 

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