“Esto puede pasar en cualquier día de nuestra vida. Un día vas a un lugar,
y ¡mira por donde!, que algo despierta dentro de ti haciéndote ver la vida de
otra manera. “
Hace muchos años fui a un parque de atracciones que hay
en Barcelona. Allí fui a visitar a una sala donde habían unos espejos. Eran
grandes, y a medida que iba pasando por delante de cada uno de ellos, lo que
veía era grotesco, todo yo deformado, mostrando una imagen caricaturesca. La
gente que pasaba por allí y se miraba, se ponía a reír y se lo pasaba muy bien.
Yo también me miraba y quien veía, no era yo. No me reconocía. La imagen que
tenía de mí no se correspondía con lo que estaba viendo. ¿Yo era esto? – me preguntaba. Era divertido, de alguna manera,
verme diferente a como me veía normalmente. Todo estaba distorsionado. La
imagen que se veía no se correspondía con la realidad. La gente se lo pasaba
muy bien al ver las deformidades de su cuerpo, su imagen, a medida que iba
pasando por delante de cada uno de los espejos. Cada uno de ellos tenía el don de distorsionarte y deformarte de
una manera concreta. Por momentos parecías un enano, otras un ser muy delgado y
alto, otro con una cabeza deformada y graaaaannnnde. Era la visión que teníamos
cuando nos poníamos delante de los espejos de aquella sala.
Era la Sala de los Espejos.
Había quien salía y volvía a entrar, como si no quisiera
olvidar y acabar el buen rato que habían pasado mientras estaban en él.
Al final, salían y recordando cómo se habían visto, reían
y disfrutaban con lo vivido. ¡Ay, qué
recuerdos! – parecían decir o pensar mientras se dirigían a otras atracciones.
No he podido recordar y encontrar mejor metáfora del ser
humano viviendo en una serie de encarnaciones, y concretamente, la vida actual.
La Sala de los Espejos es el planeta Tierra y nuestra
visión que tenemos de nosotros mismos cuando nos miramos con los ojos físicos.
Distorsionamos la realidad. Nuestras almas parecen pasárselo bien al vivir lo
que viven. Depende de cada uno y del momento, nos vemos de una manera u otra,
pero todo es fruto de nuestra mente, según el filtro por el cual miramos.
Mientras estamos dentro de la sala, la experiencia
terrenal, todo parece una cosa, pero en el fondo, solo es fruto de nuestra
ignorancia. Cuando más despertamos de la somnolencia espiritual, más nos damos
cuenta que aquello que vemos solo es fruto de una interpretación basada en
nuestra mente.
Hay muchos que han entrado en la sala de los espejos
siendo conscientes de quienes son. Se miran en cada uno de ellos y pueden hacer
una sonrisa para sentirse unos afortunados de saber que aquello que se ve no
es, y lo que son les mantiene enraizados en su esencia, por más que alguien de
fuera (los espejos), les hagan verse de otra manera. Hay quien se cree deformado,
pequeño, delgado o grueso, pero solo es fruto de nuestra mente. Quienes somos
realmente no tiene nada que ver con lo que nos quieren hacer ver.
Así ha sido con el ser humano durante muchos siglos, y
hoy, en nuestro año 2012, hay muchos que entran en la sala y piensan: “Todo
esto es divertido y te hace pasar un buen rato, a pesar de que este que veo no
soy yo”. Sé quién soy y darme cuenta de la distorsión que quieren hacerme creer
activa el amor que hay en mí para abrazar a todo aquel que vive en el convencimiento
de la limitación, con mi amor y presencia.
Salimos de esta sala y volvemos a menudo, pero cada vez,
los espejos que nos esperan tienen menos fuerza y poder sobre nosotros, aunque
aceptemos su visión sobre nosotros, pero ya no nos identificamos con ellos.
Llegará el día que vernos deformados ya no nos hará
ninguna gracia. Entonces serán los espejos quienes se irán retocando ellos
mismos hasta mostrarnos la imagen de quienes somos realmente.
Cuando, cada vez vaya entrando más gente consciente de
quien es en esta sala (planeta Tierra), seremos nosotros quienes nos hará
gracia los espejos, no porque nos mostrarán quienes no somos, sino porque
entonces, veremos al verdadero ser que somos, y nos gustará lo que veremos
desde el corazón, dándonos cuenta de la grandeza y majestuosidad de nuestra
presencia. Nos agradará lo que veremos y los espejos nos mostrarán aquello que
realmente somos y no quienes ellos quieren que nosotros nos pensemos quienes
somos.
Vivir dormidos nos ha hecho creer y ver la vida de una
manera distorsionada. Nos hemos creído todo lo que nos han dicho.
Los tiempos han cambiado. Las almas están empujando el
muro de la limitación que no les permitía ver más allá de su condición humana.
La Sala de los Espejos tiene los días contados. El fin de
la distorsión está llegando a su fin. Muchos todavía creerán lo que verán en
ella, quedando atrapados en una ilusión alejada de su verdadera naturaleza.
Abrirán los brazos para recibir más dolor de lo que han vivido hasta ahora.
Llegará el día que no les tocará más remedio que bajarlos y reconocer lo
inevitable: aquel quienes realmente son.
Cuando el corazón ocupa el lugar que le corresponde en el
ser de cada uno, entonces, el camino se allana y podremos disfrutar mucho más
de él. A media que lo vayamos haciendo, el pasado se irá alejando de nosotros,
liberándonos de un viejo ser que nos hemos ido identificando para dar paso al
verdadero ser que somos: lleno de Luz y Amor.
Encontrarnos en
aquella sala está bien para darnos cuenta de quienes no somos. Nos distorsionan
tanto que nos hace reír, pero en el fondo, solo es una muestra de cómo nos
distorsionamos nosotros mismos al querer hacer predominar en nuestra vida la
mente, olvidando aquello que nuestro corazón nos dicta diariamente y nosotros
ignoramos.
A veces, para darnos cuenta nos han de ridiculizarnos y
distorsionarnos de tal manera para llegar a decir: “¡Hala! ¡Yo no soy así!”. Bueno, este día ya llegó. Desde entonces,
la humanidad está despertando su consciencia, haciendo que todo cambie. La
Tierra también sigue las pautas de este cambio, y juntos, elevamos la presencia
del Gran Plan Divino en el cual nos encontramos.
A la Sala de los Espejos ya casi no va nadie, y de cuando
en cuando alguien se atreve a entrar, no sabe si reír o inquietarse. Aquí las
limitaciones se potencian.
¿Qué tal si cerramos para siempre, estos momentos donde
nos sentimos poca cosa, incapaces o inquietos preguntándonos constantemente:
¿por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?.....
Al final, este espacio ya no tendrá ningún sentido que
exista y desaparecerá.
Que el Amor y la Paz sean en todos vosotros.
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