jueves, 25 de diciembre de 2014

Desde la cuna del sosiego



La suave languidez de la armonía interior no tiene obstáculos ni retos a superar. No hay muros ni situaciones que puedan alterar este estado innato del ser. Al sentir la llamada sosegada de tu esencia, hace que te libres a ella para ser balanceado por la gracia divina de tu majestuosidad.
El flujo que te rodea, abraza y alienta te hace sentir la fortaleza en ti, la capacidad de sentir el absoluto control, sin ningún esfuerzo en este sentido. La plena paz interior te lleva a ser observador del proceso, haciéndote entender cada paso, decorado y escena que puedas llegar a ver o sentir.
Desde la presencia como observador, divisas el camino más allá del presente y percibes la evolución del ser según su proceder actual. Entiendes este “ahora”, dándote cuenta de la perfección que hay en cada acto y espontaneidad que uno pueda llegar a tener. No hay mayor satisfacción que poder ver la evolución de la existencia espiritual en cada uno y el Todo en cada uno.
Ves. Sientes. Sientes. Sientes. Ves. Sientes y sientes. Ves y Sientes en el grado más álgido de nuestra capacidad de amar.
El orden y el sosiego interior son parte de nuestra naturaleza. Volvemos a ella con aceleridad, sin forzar ni acelerar, por nuestra parte mental, ningún paso realizado. Sintiendo, somos. Siendo, aceleramos el proceso.
Desde los hangares de nuestra alma dispuesta a mostrar su plena libertad, la Tierra se conjura con el Universo para ser Uno y poder elevar cada alma despierta, desplegando las consciencias para alzar el vuelo.
El vórtice de la ascensión se va mostrando ante nosotros para poder subirnos a él y elevarnos hacia lo más alto de nuestra voluntad, guiada por la divinidad que dentro de cada uno hay.
No hay mayor belleza que abrir el corazón y sentir la perfección de lo existente.
No hay mayor plenitud y éxtasi espiritual que saber del sentido de nuestra existencia.
Las aguas del plácido destino creado por nuestro ser, bajan suavemente, acariciando todo margen de la Vida, esperando, nosotros, el podernos adentrar en él, cuando llegue nuestra nave celestial. Ella ya ha salido en dirección a donde nos encontramos para recogernos en el ahora adecuado y podernos subir en ella, dejándonos llevar hacia los amores de nuestro universo.
Nuestra próxima parada ya nos espera.
La calidez de la tierra donde anclaremos, nuestras raíces más profundas está dando sus brotes para recoger, a tu llegada, los frutos deseados. ¡Déjate llevar, amada alma, por el soplo del Hogar! Déjate llevar por la candidez y familiaridad de los encuentros de tu camino actual. Lo que vives, resuena en tu interior, porque así fue acordado por la Fuente y tú. Vuelves a recordar aquel quien eres.
El sosiego sentido con tu armonía interior, hace que pares el tiempo y puedas darte cuenta que solo el presente existe y tiene sentido. Solo eres. Un halo de paz, luz y serenidad te rodean y albergan cada rincón de tu materia celular, elevando la vibración de tu ser, e irradiando el resplandor de tu presencia.
Es en este estado que entiendes el concepto de la infinidad del universo. Sientes tu infinidad, tu universo interior. Sientes la magnitud de tu esencia.
Siendo, llegas. Siendo, te empoderas. Siendo, sabes.
Cuando llegas, sientes tu fortaleza, capacidad de creación y coraje y la sabiduría emerge de ti como un surtidor de aguas cristalinas y puras.
Tú te conviertes en esta Fuente Mayor en medio de tu entorno, alimentando los seres que te rodean.
Percibes la melodía del silencio y la emoción de poderlo sentir.
¡Hay tanto por sentir, como único camino de la sabiduría celestial en nosotros!
El estado interior de nuestro ser que nos recuerda aquel quien somos, se debe a la entrega incondicional de nuestra alma y todo nuestro ser, no a unas pautas externas, sino a la guía y voluntad emanada de nuestro corazón. Es entonces, donde los susurros más allá de nuestro presente llegan a nuestro interior y la Verdad se manifiesta en nosotros.
 Nosotros somos la Verdad. Nuestra esencia es la Verdad Universal en cada uno. Nosotros somos parte de este flujo de aguas apacibles, siguiendo su curso en la materia.

Esperamos en la orilla hasta divisar nuestra nave, ya en camino para recoger aquel en quien nos convertiremos, siento ya, la divinidad guiándonos.
El murmullo de las aguas nos anuncian nuevos tiempos para nuestro ser, donde lo que fue, ya no será. Los sueños empezarán a tomar forma dentro de nuestro proceso de ya no pedir, controlar ni imponer a la vida aquello que nuestros miedos del pasado quisieron imponernos. ¡Ya no!

Aquiétate y déjate llevar por lo que sientes y por el vacío interior que estos instantes puedan proporcionarte. Alégrate por sentir y por permitir que el silencio te abra las puertas de tu belleza y tu verdadero ser.

No hay mayor plenitud que sentir tu Divinidad habitando en ti.



Desde mi corazón, que el Amor y la Paz sean en cada uno de vosotros. 

No hay comentarios: