lunes, 26 de diciembre de 2016

Momentos de interiorización

¡Hola amada familia! Nos encontramos a finales de este año 2016.
Llevo un tiempo donde mis Hermanos Celestiales, ya no solo me acompañan, sino que llevamos alguna que otra época en contacto continuo, sintiendo su amor, y recibiendo sus mensajes, llegando a mi corazón y a la activación de mis emociones más elevadas.
Después de todo este año 2016, he tenido la necesidad de ir a mi interior cada vez más para transcender mi humanidad y poder percibir mi esencia multidimensional.
Son momentos de interiorización aunque nuestra cultura nos lleve a celebrar unas tradiciones de apertura y fiesta. Cojamos la esencia de lo que se celebra e integrarla en vuestro interior para acabar de dar el paso que cada uno necesita dar.
Mi situación me lleva a tomarme mi tiempo para lo que me acontece. Estas navidades mi corazón me ha llevado a la dedicación de todo mi tiempo para los demás, y ahora, necesito tener mi espacio para poner un poco más de orden, silencio y luz en mis momentos actuales para mi misión en esta vida.
Como ya he dicho, me tomaré unos días, y es probable que hasta el inicio del próximo año no encontréis ningún escrito mío en las redes sociales, a no ser que el Hogar así lo quisiera. Necesito unos días de estar con mis Hermanos Celestiales, y con ellos, recibir su amor y sus comunicaciones para poder llevar de la manera más adecuada el motivo por el cual me encuentro en esta dimensión y en estos tiempos álgidos de la evolución del planeta Tierra.
Aquellos que me acompañan del Hogar, como Maestros Ascendidos o del mundo Angelical me han hecho ver la necesidad de tomarme un tiempo para estar conmigo y sus presencias.
Mi corazón me hará saber del momento de mi retorno.
Desde mi corazón, quiero daros un fuerte abrazo, abrazando a cada una de vuestras almas y diciéndoos que os amo y os estoy muy agradecido por vuestra presencia en mi vida.
Gracias y que el Amor y la Paz sean en cada uno de vosotros.


¡FELIZ 2017!

domingo, 18 de diciembre de 2016

¡Gracias!

Gracias a todos. Sinceramente muchas gracias por vuestra presencia en mi vida.
Mi corazón se ha ensanchado con cada una de vuestras intenciones hacia mi ser. Me he sentido amado por vosotros, aunque con la mayoría estemos a miles de quilómetros.  Hemos acortado esta distancia, sintiéndoos en mi presente esté donde esté.
Agradezco, con todo mi corazón, vuestros  mensajes de buenas intenciones, luz y amor hacia mi alma. Me siento muy afortunado por recibir constantemente palabras de agradecimiento, emanadas de vuestros corazones abiertos, recibiendo y aceptando los mensajes y escritos transmitidos a lo largo de este año.
¡He recibido tantas bendiciones de vosotros!,… que solo agradecimiento puedo sentir ante la vida, sintiéndome apoyado y protegido por este amor, no tan solo vuestro, sino unido al de nuestros hermanos de la Luz. Ahora puedo entender porque este año, aunque haya sido de mucho movimiento, y por momentos habiendo de poner todo lo habido por mi parte, he podido estar centrado en mí, sintiendo la Paz y el Amor en mi interior, así como mi esencia en cada instante de los presentes vividos.
Me siento a rebosar de vuestro amor hacia mí.
 ¡GRACIAS! ¡GRACIAS! ¡GRACIAS!
Mi Amor también está en cada uno de vosotros, y os abrazo con él para que vuestra alma pueda sentir la calidez del Hogar y mi esencia y proseguir con vuestro proceso hacia la plena felicidad y realización en vuestra vida. Así lo deseo para todos vosotros con todo mi corazón y mis buenos deseos para cada uno de vosotros.  
Me habéis enviado muchos comentarios y opiniones a lo largo de este año. A la mayoría no os he respondido, pero quiero deciros que todos, absolutamente todos los comentarios que me habéis hecho llegar han sido leídos por mí y sintiéndolos en mi corazón. No ha habido uno que haya sido descartado. Todos los recibidos han sido leídos con todo mi respeto.
Nos vamos acercando cada vez más, los unos a los otros. Nos vamos uniendo, haciendo que las distancias vayan desapareciendo y haciéndolas más cortas debido a nuestra consciencia y evolución. Mi agenda cada vez está más llena debido a vuestra presencia. Agradezco todas vuestras amistades para hacer de este mundo, un lugar donde poder vivir según nuestros corazones y donde el Cielo tenga un lugar aquí en la Tierra. Así es y siempre.

A todos ¡Gracias!, y que el AMOR y la PAZ sean en cada uno de vosotros.




viernes, 16 de diciembre de 2016

jueves, 8 de diciembre de 2016

El hombre de la sonrisa

Paseando por un pequeño pueblo me encontré sentado en una silla, a un hombre que sonreía a todo aquel que pasaba ante él. La reacción de los paseantes era diversa según cada uno. Cuando yo pasé ante él, me hizo una sonrisa y yo le devolví, haciendo un gesto de consentimiento con la cabeza.
Al cabo de pocas horas, volví a pasar justo por donde se encontraba aquel hombre y al cruzarme ante él, me volvió a hacer una nueva sonrisa. Yo le devolví acercándome donde estaba.         
-         Buenas tardes, buen hombre – le dije. ¿Me permite ponerme a su lado y también sonreír a la gente?
Él, encantado, me hizo un lugar a su lado, entrando en su casa y trayéndome una silla para ponerla a su derecha. Era media tarde, y juntos, sonreíamos a todos aquellos que pasaban ante nosotros. Algunos nos devolvían la sonrisa y otros nos miraban como si estuviéramos locos y quisiésemos reírnos de ellos. Hubo, incluso, quien se molestó por nuestros gestos. Hubieron, también, quienes giraban la cabeza al pasar por delante nuestro para no recibir nuestro pequeño regalo.
Al día siguiente quise volver donde se encontraba aquel buen hombre, y la sorpresa que tuve, fue al darme cuenta que había cuatro sillas más, a parte de la suya. Todas una al lado de la otra. Con los minutos, aquellos asientos fueron ocupados por otros seres, que como yo, querían compartir y acompañar a aquel buen hombre. A medida que pasaban los días, la hilera de sillas era más larga. La gente se la llevaba de su casa para poder sentarse y añadirse al grupo de aquel hombre que hacía una sonrisa a todos los que pasaban por delante de él. Hubo un momento que éramos tantos los que estábamos sentados allí que habíamos de ponernos en la calzada, reduciendo los carriles de los coches a uno de solo. Cuando alguien pasaba por allí, aunque fuera por la otra acera, cincuenta y seis sonrisas le eran enviadas, de manera que, quien las recibía sentía la necesidad de hacer una para todos nosotros.
Con los días, lo que fue un solo hombre, se convirtió en una multitud, llegando a ser más de cien personas en aquel lado de la calle, rodeando a un hombre dedicado a regalar un pequeño gesto de amabilidad. Finalmente, los coches, les costaba circular por aquel trozo de la calle, tomando la decisión de cambiar de ruta, de manera que por allí ya solo circulaban bicicletas, alguna moto y los peatones. Un día, la guardia municipal local decidió cortar aquella calle, ya para siempre, convirtiéndola exclusivamente en peatonal.  
La gente continuaba añadiéndose al grupo, de manera que se llegó al punto que toda una acera de aquella calle estaba llena de sillas “sonrientes”, y los transeúntes pasaban por la calzada y la otra acera. Todos, absolutamente todos, fueron recibiendo una sonrisa de todos aquellos que se encontraban al otro lado. La gente ahora nos miraba y nos devolvía aquella sonrisa. Algunos repetían expresamente la experiencia porque les hacía sentirse bien y acompañados.
Con el tiempo, no hubo vecino de aquella población que no pasase, como mínimo, una vez al día por aquella calle para recibir centenares de sonrisas que le hacían desde el otro lado.
Aquel lugar fue conocido más allá de zona donde se encontraba, viniendo gente de todos los lugares para poder vivir personalmente la experiencia de recibir tantas sonrisas a la vez. Era una sensación maravillosa y de plenitud. Tenías la sensación que todos te aceptaban, y te sonrían. Tú te sentías feliz y con una sensación de paz contigo mismo. Aquella calle se llenó de una energía amorosa, no sentida hasta aquellos momentos, por la gente de la población todos querían repetir la experiencia una y otra vez.
Un día, al levantarme e ir a la “calle de la sonrisa”, que fue como se bautizó a aquel lugar, estábamos todos menos uno faltaba aquel hombre, que con su expresión bondadosa dedicó su tiempo a aliviar el corazón de la gente a través del gesto que tan bien sabía hacer: una sonrisa. Pregunté a los vecinos si sabían alguna cosa de él y me dijeron que aquella misma noche murió y que una ambulancia vino a llevárselo. Todo el pueblo se sintió triste por esta perdida. El viejo amable llegó a ser una llama de bienestar y amabilidad para todos.
El día de su adiós, el lugar donde se hizo, estaba repleto. Casi no cabían. En el entorno donde le enterrarían estaba rodeado por centenares de sillas, y la gente continuaba trayendo cada una la suya para hacerle el último homenaje. Cuando las cuerdas fueron cediendo para bajar el féretro dentro de la fosa, todos a la vez, hicimos una sonrisa, la última sonrisa para aquel hombre que hizo despertar los corazones de todos nosotros. A continuación, y como si todos nos hubiésemos puesto de acuerdo, sin hacerlo, cogimos nuestras sillas y nos dirigimos hacia “la calle de las sonrisas”. Nos sentamos y empezamos a hacer aquello que habíamos aprendido a hacer tan bien: una sonrisa a todos aquellos que cruzaban por delante de nosotros. Los niños, jóvenes, padres y abuelos, todos nos respondían con otra sonrisa.
La vida continuó en aquel pueblo. Cada vez se añadían más gente. Ya no era aquel trozo de calle, sino toda ella.
Con el tiempo, supe que se empezaron a hacer nuevos grupos en otras pueblos y ciudades. El mensaje era bien claro:

“Haz una sonrisa para alegrar la vida de los demás. Te lo agradecerán. El día será diferente, tanto para ellos, como para ti. Habrá valido la pena vivirlo. “