jueves, 11 de mayo de 2017

No hay plan B


-         Maestro – dijo un día un discípulo ante su mentor, llevo años a su lado y siento que ya no soy el mismo del primer día que le conocí. Hay algo que quiero preguntarle en relación a lo que nos sucede en nuestro sendero individual.

El maestro se quedó observándole esperando la pregunta del joven que tenía ante sí.
-         Espiritualmente, cuando algo no sale como debería de salir, ¿hay un plan B, una segunda opción a realizar?
Los ojos del tutor no dejaron de mirar a los de su discípulo, haciendo una sonrisa y teniendo un respeto por la pregunta realizada. De repente, sus labios se dispusieron a hablar, diciéndole:
-         Amada alma, no hay segundas opciones en el camino espiritual. No hay errores en la adjudicación de los hechos a vivir por parte de alguien. El universo, señalando hacia arriba con su dedo índice derecho, no envía al azar las bendiciones para los que vivimos encarnados en esta vida. No hay equivocación en los designios celestiales. Todo tiene su sentido desde la Fuente de la cual procedemos. (Después de una pausa, prosiguió diciendo:) Aquello que vivimos en este plano, así debe de ser. No siempre el ser humano entiende lo vivido, debido a la forma en que convive. Aquello que nos es designado, es lo adecuado para nuestra alma. No hay nada erróneo en nuestro proceso. Todo sigue un flujo para nuestro mayor bien y el de todos. Lo que puedes llegar a experimentar influye a todos aquellos que te rodean. No es en vano, ni superfluo lo que de la vida recibes. No existe una segunda opción por si la primera no es la adecuada. Toda opción es la adecuada para nuestro camino. Hay diferentes oportunidades depende de la reacción del discípulo que todos llevamos dentro, pero la bendición recibida como primera opción es la adecuada.  
Después de una pausa, el maestro continuó:
-         Toda nuestra vida tiene un sentido mayor a nuestras creencias. Nuestros pensamientos, a veces traen hacia nosotros una explicación según el momento que nos encontramos, no desde la elevación del alma.
Entonces el discípulo intervino diciendo:
-         Pero no siempre lo que vivimos nos hace sentir bien.
-         Al igual que una semilla en su proceso de brotar y elevarse necesita el agua para crecer, así el alma necesita de su esencia para elevarse. La semilla puede pasar por períodos de sequía, pero la humedad existe en el interior de la tierra, por más profunda que esté. El humano, en los períodos de sequía necesita ir, también, a lo más profundo de su interior para reconectar con su esencia que le permitirá sentir aquel quien es y su sentido en esta vida. Este hecho de ir a su interior, permitirá que lo exterior no influya en lo interior, y que lo interior, haga cambiar el entorno de uno mismo. ¿Entiendes mis palabras, amado ser? – dijo el mentor al joven.
-         Sí, maestro – le respondió. No hay nada que vivamos que no tenga un sentido para nuestra alma, y así poder seguir nuestro proceso hacia aquel quien somos.
-         Así es – dijo el maestro, asintiendo con la cabeza.
-         Y teniendo presente esto – continuó diciendo el joven, todo lo que recibimos y el universo nos da es para avanzar o rectificar algo que nosotros no somos conscientes o no nos damos cuenta en aquellos momentos.
Quien le escuchaba hizo un movimiento afirmativo con su cabeza. Luego, dijo:
-         Cuando aprendemos, dejamos el dolor y el malestar a un lado del camino, porque ya no nos pertenece.
-         ¿Hasta cuando este proceso, amado maestro?
-         Hasta que ya no te cuestiones más la vida. Solo la sentirás y sabrás qué hacer. Será entonces, cuando sentirás aquel quien eres y sabrás qué hacer en todo momento. La paz y la serenidad serán en ti. Sentirás el amor intensamente y solo querrás transmitirlo según tus cualidades. Entonces, todos se beneficiarán porque serás el espejo de cada una de las almas que se te acercarán.
Se hizo una pausa, y en unos instantes el discípulo dijo:
-         Gracias maestro. Ahora entiendo tu silencio y tu presencia.  
Los dos se saludaron haciendo una suave reverencia y el maestro se giró y se fue.
El discípulo se quedó allí quieto, en el lugar donde se había producido el encuentro entre una visión terrenal y la espiritual.
Hizo una respiración profunda y se dispuso a irse, sintiendo un gran agradecimiento por lo recibido.

Había dado un paso importante hacia su maestría. 

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