El ser, dándose cuenta de lo vivido hasta ahora y siendo consciente
de lo que ha representado en su proceso encarnado, sintió que una etapa estaba
finalizando en su vida.
Sentía una inmensa expansión en su interior, así como una
paz, una serenidad y un pertenecer a una Familia más allá de donde se
encontraba como humano.
Su consciencia le llevó a aceptar su estancia en este mundo
físico, donde su alma ha tenido que vivir situaciones donde no siempre ha
podido manifestarse. Es así como aquel ser consciente, pudo darse cuenta que
esta vida solo es el aprendizaje para un sentido superior donde las almas
elevadas a lo largo de los tiempos, han podido volver a su verdadero Hogar
ayudando a este mundo desde su dimensión actual.
Nuestra alma, paseando por la cima de donde vivía podía
sentir la brisa del aire como le abrazaba, sintiendo en su piel el contacto de
su presencia. Veía, también, cómo el sol iba poniéndose a medida que iban
pasando los instantes en este día terrenal. Todo era tranquilo. Todo estaba en
paz, como el interior de aquel ser que sentía su esencia innata irradiada a
través de cada uno de los poros de su piel, su mente, su corazón y todo su ser,
sintiéndose iluminado, acariciando cada planta, piedra, arbusto o árbol que iba
dejando a su paso a lo largo de este camino en medio de la naturaleza.
Esta alma encarnada llegó a darse cuenta de su procedencia,
su verdadera esencia y del sentido por el cual accedió ser presente en estos
tiempos de este mundo terrenal, físico, que se encontraba. Entendía su papel.
Habiéndose detenido y mirando la puesta de sol con los tonos
solares rebajados, sentía el silencio y su esencia expresándose en él. El sol
dejaba lugar a los momentos de interiorización del humano para que pudiera
sentir aquel quien en verdad era.
Ya no era el mismo. Aquel quien fue, ya no está. Su nueva
etapa requería un cambio vibracional en todo su ser para poder llevar a término
los aspectos más notables en este mundo, realizando sus obras más relevantes
para toda la humanidad. Era el momento de cruzar la puerta encontrada y
adentrarse en su plena realización de lo que ha venido a hacer. Así lo acordó y
pactó.
Nunca ha estado solo, y tampoco lo estará en la nueva etapa
que se le avecina, y que sus pasos ya han empezado a adentrarse en ella. Su
momento actual es como estar finalizando aquello por lo que se encontraba en
aquel lugar, y a la vez, adentrarse en una nueva luz para su plena realización.
Había llegado su hora.
La tranquilidad imperaba en su estado interior. La paz y el
silencio permitían sentir los momentos comentados hasta ahora. Eran constantes.
En su vida ya no había dudas, ni preguntas ni
preocupaciones. Era un alma entregada a su Divinidad interior. Su esencia era
quien le guiaba, le hablaba y le protegía, sintiendo el amor en su estado más
puro e incondicional.
La vida de este ser no era como la de los demás. Su estado
consciente le permitía entender, y así aceptar, todo lo vivido, dándose cuenta
de los aprendizajes que sus situaciones le aportaban.
Este ser dejó su humanidad para mostrar aquel quien en
verdad era.
Todos somos divinidad. Cuando nos liberamos de lo mental y
lo adquirido desde nuestro exterior, es cuando empezamos a esclarecer el camino
para llegar a nosotros mismos.
Este es el proceso de la humanidad en este mundo, con todas
las consecuencias que esto conllevará: dejar la humanidad para mostrar la
divinidad de cada uno, que a la vez, es la misma para todos. Entonces es cuando
los habitantes de este mundo se unirán, al vivir desde el corazón para aceptar,
comprender y sentir la aportación del otro en nuestra vida y la de los demás.
Cada vez hay más seres conscientes, que son los que dan de
la mano a la humanidad y a este mundo.
Entregarse a la Divinidad es uno de los pasos más decisivos
para vivir según sientes y en acorde a la Voluntad Superior. Entonces cada uno
tomará el verdadero papel por el cual ha venido a este mundo. Mientras se
continúe adaptándose y viviendo desde las pautas exteriores, terrenales, el
camino para la elevación de este planeta irá avanzando lentamente. Cuando el
ser humano decida ser él mismo y empezar a adentrarse en su interior para
sentir y conectar con quien en verdad es, entonces, su humanidad irá liberándose,
hasta llegar a conectar y mostrar su divinidad, hasta el punto que cuando ya
así sea en todos los ámbitos de la vida de uno, entonces, él ya no será él,
sino la Voluntad Divina en manifestación. Es entonces, que como nuestro ser del
principio, se entrega a sus manos y ya no toma decisiones, porque todo le
llega. Ya no planifica, porque todo se le da en su momento. Sencillamente, se
deja llevar por quién es y el mundo donde vive deja de tener la visión que
tenía hasta el momento de su transmutación vibracional y entrega.
Su presencia se convierte en sabiduría, serenidad, bienestar
para quienes le rodean, mucha paz y un sentirse respetado y acogido por él. Su
calidez abraza a todos los que puedan estar presentes en aquel momento.
Uno se convierte en un ser donde la sencillez, la
naturalidad, la comprensión y la pureza emanan de su esencia.
Esta es la dirección del mundo donde vivimos. Cada uno tiene
la llave de su vida, y cada uno se suma a la de los otros, y juntos, crean una
nueva vida y un nuevo mundo, donde la humanidad que la habita va dejando atrás,
elevando sus vibraciones y dando paso a la Divinidad que cada uno es, llevando
a término el sentido de nuestras presencias en esta vida.
Entonces, es cuando el Plan Divino Superior para este mundo
de una sola luna empezará a mostrar los resultados de un libre albedrío inicial
adjudicado a cada alma después de la era glaciar de este planeta. Fue cuando se
introdujo la consciencia en cada uno para que ésta fuera activándose y
despertando según cada ser encarnado.
Todo siguió su curso hasta los tiempos que vivimos.
Nuestro ser consciente del principio de estas palabras era
uno de los que activarían el despertar y la elevación de este mundo y humanidad
para llegar a crear la vida según el Hogar del cual todos procedemos.
Para ser uno mismo, debemos de hacer nuestra entrega total a
aquel quien en verdad somos y dejar que la Divinidad actúe de una manera libre
y plena a través nuestro.
En el fondo, nosotros somos los canales y la esencia para que así sea.
Nosotros somos la Divinidad encarnada.
Que el Amor y la Paz sean en cada uno de vosotros.
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