jueves, 7 de abril de 2011

La divinidad manifestada

Siento el universo fluyendo en mi interior como si fuera parte del Todo, de la belleza que alberga el silencio de la inmensidad respetando la obra del Creador. Así me siento en estos instantes. Soy paz, armonía, serenidad, aceptación y entrega absoluta al flujo amoroso que alimenta mi ser y mi esencia. Soy parte del Hogar de la cual procedo y pertenezco. La plenitud está en mi. Yo Soy plenitud. Yo Soy corriente cálida y amorosa que abraza a la humanidad y a todo lo que existe, porque Yo Soy Uno con el Todo. Siento el amor manifestándose en cada célula de mi biología. Soy el firmamento aquí a la Tierra. Llevo la calma y el equilibrio a la densidad. Yo Soy. La divinidad en cada uno es la plenitud manifestada en el sentimiento, más allá de toda vibración en la materia. Sentir la divinidad que hay en cada uno es darte cuenta quien eres tu realmente y sentir el Hogar de la Voluntad Amorosa Creadora de toda Vida. Es no ser nadie y todos a la vez, sabiendo que tú eres tú y parte importante del Todo, porque este Todo no existiría y no tendría sentido si tú no existieses. Es vivir en la experiencia terrenal y no sentirla, sino al verdadero ser que eres. Nada te influencia ni te altera, a pesar de que el mundo donde experimento está removido e inquieto. Me encuentro en el centro y desde aquí nada me altera. No soy quien aparento ser. No soy quien los ojos físicos pueden llegar a ver. Hay quien abre su corazón y se me acerca. Hay quien siete mi presencia, y desde la distancia sabe que estoy. Desde el corazón abierto nos unimos, y entonces es cuando la Unicidad se produce reconociéndonos sin abonarnos en la vanidad y el conocimiento. Es en el silencio y en el respeto individual donde las luces se van encontrando y haciendo una de sola. Despertar el SENTIR permite darnos cuenta de la magnificencia de nuestro ser encarnado. Es sintiendo como llegaremos a encontrar a nuestros hermanos de la Luz y de camino en nuestro presente. Sobran las palabras, sólo la abertura de corazón y el sentir las energías de quien se encuentra cerca de nosotros. Así es como nos identificamos cuando sentimos el universo en nosotros. Más allá de las meditaciones y los silencios se encuentra nuestra esencia. En la quietud y la no palabra nos adentraremos a nuestra existencia y en recordar quienes somos en verdad. Para definir este estado, hay una palabra que representa bastante bien lo que se siente: AMOR. Es una sensación sublime de total éxtasi sereno conforme todo tiene sentido y está en perfecto orden. Es una sensación de estar acompañado, velado y guiado, pero a la vez, todo procede de ti y de la energía que eres y te acompaña. AMOR en su estado más puro e incondicional. Si hubiese una palabra que definiese la totalidad amorosa, esta sería: ¡Tú! Te encuentras en un envoltorio ajustado y si no estás atento te puede llegar a distraer, como a menudo sucede, pero dentro de él hay el tesoro más preciado para la esencia nacida de la Voluntad Divina: tu alma, tus capacidades innatas de Dios en ti. Todas están a punto de ser utilizadas, pero a menudo, también, se encuentran abandonadas en las estanterías de polvo de nuestra conciencia celular durante años y siglos sin que se le haya abierto la puerta y ser encontradas. Nuestro ADN está activado para ser transmutado, pero para eso, hemos de encontrarnos a nosotros mismos para recordar quienes somos. El cielo espera poder manifestarse aquí en la tierra y tú tienes la llave para que así sea. Deja que la divinidad que hay en ti se muestre al mundo tal como eres. Necesitamos de tu Luz y del verdadero ser que eres porque la tierra se ilumine. El cielo está llamando a la puerta de la tierra. ¡Ábrela!

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