miércoles, 18 de diciembre de 2013

El medicamento


Oigo que llaman a la puerta. Me dirijo a ella, la abro y veo a alguien que me dice:

-        Le traigo el medicamento que nos pidió.

-        Lo siento, me parece que se equivocan – respondo.

-        ¿Es usted quien vive aquí?

-        ¡Sí! – contesto.

-        Bien, pues este medicamento es para usted.

-        ¿Seguro que no se equivoca? La vecina de al lado no se encuentra bien, quizás sea para ella.

-        ¡Oh, no! La dirección es la correcta – dice alargándome su brazo para darme una pequeña caja que parece contener un medicamento.

-        ¿Quién me lo envía? – pregunto.

-        Usted nos lo pidió, y aquí le traemos.

-        ¿Quién? – insisto para saber del remitente.

-        ¿Últimamente no se siente bien, duerme poco, ha perdido el apetito que tenía y tiene ganas de estar solo?

-        Sí, eso es – le digo

-        Pues este medicamento es para usted.

Un poco desconcertado por estar hablando con esta persona que desconozco, alargo mi brazo y tomo el medicamento. A continuación, el desconocido me dice:

-        Tendrá que firmarme esta entrega.

-        ¿Por qué? – pregunto.

-        Para saber que no nos repetimos.

-        ¿Cómo dice?

-        Usted nos ha pedido este remedio, y queremos tener constancia de nuestra entrega y no dar por dar.

-        No comprendo – digo.

-        Lo siento. A veces hablo para mí – me responde quien me ha hecho la entrega.  No queremos llevar medicamentos a quien no los quiere.

-        Pero si los entregan es porque las personas les han solicitado – digo sonriendo.

-        Cierto, pero todo tiene un límite.

-        ¿Yo también? – le pregunto.

-        Sí, tú también.

-        ¿Eso quiere decir que algún día no me traerán el medicamento que pueda llegar a necesitar?

-        Bueno, eso depende de ti – me responde.

-        ¿De qué?

-        De que lo quieras tomar.

-        ¡Hombre! Ya lo creo que me lo tomaré.

-        Bueno esto se verá al abrir la caja.

Luego, quien me ha hecho la entrega me vuelve a decir:

-        ¿Puede firmarme, por favor?

Lo hago. Cierro la puerta y me dirijo al comedor donde me siento en una butaca y me dispongo a abrir la caja para ver el medicamento que es, recordando las últimas palabras: “bueno, esto se verá al abrir la caja”.

La caja es pequeña, un poco rectangular. La abro por un lado y me encuentro dos pastillas, una de color azul y la otra blanca. También hay un papel que dice:

Se recomienda tomar solo una de las dos pastillas.

Para los decididos, tomar la pastilla azul; y para los que quieran más pastillas, tomar la blanca.

En casos urgentes, tomar la mitad de cada una de las dos, pero para esto, consultar con vuestro corazón.

Si no sabe qué hacer, espere a nuestra llamada.

 

-        ¡Pero si no saben cuál es mi teléfono, ni yo tengo el suyo! –expreso en voz alta.

A continuación pienso sobre qué pastilla tomar, si la blanca o la azul.

-        Yo quiero estar bien, por lo tanto, me parece que tomaré la azul, pero no soy valiente. Me cuesta decidirme y hacer aquello que siento. Tengo miedos. (Pausa). No quiero tomar más pastillas, por lo tanto, me parece que me decidiré por la azul. Sí, me parece que así lo haré.

Mientras estaba pensando sobre mi decisión, oigo que suena el teléfono.

-        ¿Sí? – digo.

-        Soy quien le ha traído el medicamento. ¿Se ha decidido ya por cuál tomar?

-        Pensaba tomarme la azul.

-        ¡Perfecto! – me responde la voz del otro lado del teléfono. Tendrá que tirar la blanca, pues – acaba diciendo.

-        De acuerdo, así lo haré. ¡Ah, por cierto!, ¿con la pastilla azul se me irán todos los miedos, dormiré bien y recuperaré el apetito? – pregunto.

-        Quizás – oigo que me dice.

-        ¿Cómo que quizás? Si no es seguro, ¿entonces por qué tomarla?

-        Recuerde que la azul es para los valientes.

-        Sí pero yo quiero estar bien.

-        Bueno, entonces es la mejor decisión que habrás podido tomar.

-        (silencio)….

-        ¿Alguna pregunta más? – me dice

-        ¿Cuánto tardaré en ver los efectos a mi favor?

-        Bueno, esto depende.

-        ¿De qué? – pregunto.

-        De lo valiente que seas.

-        ¿Por qué valoran tanto el ser valiente o no? – pregunto por curiosidad.

-        Los valientes entenderán la situación que viven.

-        ¿Y los que no?

-        ¡No! – contesta tajantemente.

-        ¿Me la puedo tomar ahora?

-        Como quieras – me responde

-        ¿Tendré que pedir más medicamento?

-        Eso depende de ti.

-        ¿De qué? – vuelvo a preguntar

-        De lo valiente que seas.

En fin, que vuelvo a estar en las mismas sin verlo del todo claro.

-        Bueno, gracias – le digo a la voz del otro lado del teléfono.

-        Escucha a tu corazón. Él te dirá – acaba diciéndome y colgando a continuación.

Cojo la pastilla azul, y con un poco de agua, me la pongo en la boca y la engullo.

Al día siguiente se me ocurrió mirar en la memoria del teléfono por si constaba de donde procedía la llamada de ayer en relación a las pastillas. En el visor ponía: 609 333 168. Quise guardármelo en mis contactos, y cuando lo hice, apareció la palabra: EL HOGAR.

Nunca se sabe.
 

A principios de la semana siguiente, recibí una llamada.

-        ¿Sí, diga?

-        Le llamaba para saber cómo le fue la pastilla – dijo la voz del otro lado.

-        ¡Oh, muy bien, muy bien! Me la tomé y a los dos, tres días empecé a sentirme mejor. Lo extraño fue que los miedos que tenía empezaron a menguar. Todo yo me tranquilicé y también pude dormir mejor, no como tiempo atrás, pero más profundo, y a más a más, teniendo unos sueños que me hacían levantar con ánimos.

-        Bueno, me alegro – dijo la voz. Esta será mi última llamada para saber de su resultado. ¿Querría preguntarme algo antes de colgar?

-        ¡Sí! ¿Estos efectos durarán ya para siempre?

-        Eso depende de usted – me dijo mientras reía con una especie de complicidad. Este estado puede mantenerse siempre y cuando haga algo.

Hubo un silencio, interrumpido por mi curiosidad:

-        ¿Qué es ese algo?

-        Amarte – oí que se me decía de una manera firme y compasiva. No te olvides de amarte cada día. La pastilla hizo su efecto, pero ahora tienes que mantenerlo. Esa es la clave del resultado final: mantenerte en Ti. No deberá de hacer nada especial que no sienta en su corazón. Él le guiará. Ya le dije la semana pasada: aquello que sienta, ¡hágalo! porque será el agua que regará a la pastilla para ir creciendo. Ya tiene la semilla, ahora hay que cuidarla. ¡Cuídese! ¡Ámese! porque no hay fecha de caducidad,…..para el medicamento que ya se encuentra en usted.

-        Supongo que ahora ha llegado la hora de poner de mi parte.

-        Esta es la valentía que hay en ti, la fuerza que en un momento olvidaste y volviste a recuperar con tu intencionalidad. Te deseo lo mejor.

-        Gracias – le dije, a la vez que me colgó.
 

Volví a mirar el visor del teléfono y leí: EL HOGAR, a la vez que colgué  el mío, haciendo una sonrisa por saber que algo importante estaba cambiando en mi vida….y lo deseaba. 

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