domingo, 19 de abril de 2009

La Humildad


La grandeza de una persona se encuentra en el grado de humildad y sencillez que manifiesta”.

Se reclama mucha humildad en los demás, pero esta exigencia, a veces, expresa la conciencia dormida que uno puede llegar a tener.
Humildad es una palabra que contiene una de las virtudes del nuevo ser de los tiempos en que nos encontramos. Para mostrar la divinidad que habita en nuestro interior hemos de dejar a un lado nuestro pasado y aceptarnos tal como somos, reconociendo nuestro presente según somos, pensamos y aceptando, a la vez, nuestras faltas de visión y apegos a una manera de ser forjada por lo vivido hasta el presente. El desamor, a veces, nos hace actuar con un corazón cerrado y abrazado a unas creencias y pensamientos fruto de nuestros miedos y resentimiento. Cuando nuestro corazón está dolido, distorsionamos la vida y no nos permite aceptarla, ver claro, y sencillamente, ser nosotros y no aparentar o mostrar una imagen de: “yo sé y lo puedo todo”. Ante esta postura, a menudo inconsciente, debido que durante muchos años hemos pensado que la vida era muy dura y no podíamos confiar en los demás. Tu verdadera esencia se resiente y dejas de ser tú. En estas situaciones, la humildad se encuentra ausente en la vida de uno, por no abrir la mente y el corazón, pensando que todo lo que uno sabe y hace es lo correcto, y no lo que hacen o dicen los demás. Los apegos son desesperantes. La identificación con tu entorno, con la condición terrenal del ser humano, es total. Solo sufrimiento puede esperarse ante una actitud así ante la vida.
La humildad es un acto de reconocimiento y de aceptar que todos somos un complemento de los demás.
La humildad es una actitud ante la vida de conexión con tu divinidad, porque tu Yo Superior te hace darte cuenta del proceso evolutivo de cada uno, aportando entendimiento y una plena aceptación de todos.
La humildad es el amor manifestado basado en el respeto absoluto y reconocimiento de los valores del otro, sabiendo que tú ya eres completo y el otro también. No se necesitan palabras ni gestos elocuentes para darte a conocer y ver, porque tú ya sabes lo mucho que eres y cual es tu verdadera naturaleza. No necesitas pregonarlo a los cuatro vientos, ni crearte una imagen de vanidad o apariencia para alimentar a tu ego.
Una persona iluminada no necesita hacerse ver ni querer tener razón, ni pensar que él sí que sabe y tiene la razón por la experiencia que ha vivido. Cada uno es único, y lo que tú vives no tiene por qué ser válido para otro. El proceso que uno sigue en la vida no es válido para otro porque todos tenemos un camino a seguir diferente al de los demás. Todos nos encontramos en un proceso de evolución diferente en relación a quienes nos rodean. Cada uno se encuentra en un punto del camino, y por lo tanto tu presente es el adecuado para ti, pero quizás no para otro.
Aprendamos a ser humildes a vivir la vida de una manera sencilla. Podemos poseer, pero sin apegos, sin miedos. Las diferencias aportan un avance para la humanidad. Los demás pueden llegar a ser unos maestros de la vida para nosotros si nos predisponemos a abrirnos y a ver lo bueno que hay en ellos, y no solo las diferencias en relación a nosotros pensando que somos los que tenemos la razón.
Sé humilde, liberándote del ego. Sólo entonces sentirás a Dios en tu interior.
La humildad te dará paz y serenidad en tu vida.

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