miércoles, 28 de agosto de 2013

Sobre la Comunicación

 
En mi vida cotidiana soy un ser de pocas palabras. No siento la necesidad de hablar, sintiéndome, a menudo, muy bien en silencio. El entorno que me rodea actualmente, me ha llevado a un punto donde he aprendido a hablar sin decir nada importante y de las cosas más banales que puedan existir, pero para mucha gente, estas banalidades, representan toda su vida: el ir a comprar el pan, el ir a una tienda y encontrarse con alguien en concreto, el estar sentado en una terraza de un bar y ver un casamiento a las puertas de la iglesia de su pueblo,…en fin, toda una serie de pequeñas cosas que hacen de su vida, un narrador del día a día a nivel externo.
Me di cuenta que era la manera de acercarme a ellos y ser parte de ellos, sin quererlos cambiar, ni criticarlos ni juzgarlos. Aceptarlos como son ha permitido que nos acercásemos y ellos se abrieran a mí. Ahora me encuentro entre ellos, aceptado y amado; todo y así, permanezco más tiempo callado. No siento la necesidad de hablar por hablar, repitiendo siempre lo mismo y sin decir nada nuevo ni interesante para nuestra alma.
¿Dónde se encuentra el alma en ellos? Arrinconada por el dolor vivido en sus vidas, reprimiendo las emociones y siendo sumiso, el ser, a lo que su entorno prevalece. Cuando quieres, porque te gustaría que se expusieran otros temas en la conversación, automáticamente, se encierran en sus creencias y prefieren mejor dejar la conversación porque ellos no piensan igual que yo. Es como si en una comunicación siempre alguien deba de tener la razón y todos acabando identificándose con alguna de las posturas existentes de los que allí nos podamos encontrar. ¡No! Nada de eso es ni debe de ser. Una comunicación no debe de acabar siempre con alguien teniendo la razón o con todos identificándose con alguna de las posturas expuestas. No hay que convencer a nadie de nada. La conversación no debe de llevarse hacia un lado u otro. Una conversación es la puesta de lo que piensa o siente cada uno. Va más allá de la cotidianidad que podamos vivir. A menos consciencia, más importancia tomará nuestro entorno.
Expresar lo que sentimos o hemos vivido con lo que esto nos ha comportado es expresión. Los demás no deben de tomar partido por lo emitido. Una conversación puede ser la manifestación de quienes somos, y si tenemos el corazón abierto puede servir para reflexionar sobre lo oído. Para muchos, este oír que representa una postura muy lejana a la suya, es cerrarse y potenciar las diferencias con el otro, creando una barrera pensando que hasta que el otro no cambie, no podrá haber un entendimiento y un acercamiento entre los del grupo.
Últimamente estoy viendo como lo que se entiende como comunicación, se convierte en imposición, sumisión y distanciamiento cuando, entre dos o más personas, deberíamos de borrar de nuestra actitud el hecho de querer tener razón, rigidez, y de aceptar lo diferente en nosotros. Hablar como si fuésemos la verdad basada en una racionalidad, nos lleva al estancamiento y al distanciamiento con aquellos que nos rodean. Es apegarnos a lo conocido para no desestructurar nuestros pilares construidos desde la inseguridad, miedos, escasez mental y una mente adaptada e identificada con nuestro entorno de generaciones atrás hasta el presente.
No siempre alguien debe de tener una razón absoluta para decir: “hoy he vuelto a ganar yo. Lo que yo creo y he vivido es la verdad absoluta”. ¿Seguro?
Así surgen los radicales, los movimientos ultras, los de la extrema (derecha o izquierda), los fanatismos, independentismos, las fronteras, las reglamentaciones, los dominantes, agresores y víctimas, los sumisos y las diferentes clases sociales.
Las comunicaciones son necesarias para el bienestar interior y para acercarnos los unos con los otros, pero también para dar y recibir.
Nuestros pensamientos son piezas valiosas para nuestro proceso.
Las palabras, maná para nuestra unión con nuestros semejantes, pero cuando estas tienen una finalidad de imponer o de pensar que alguien sabe más que nosotros y nos creemos todo lo que dice, entonces las palabras se convierten en proyectiles que destruyen al ser humano, pudiendo, ya no solo sanar y equilibrar, sino destruirnos los unos a los otros.
Somos seres perfectos, tal como somos. Cuando no somos conscientes de nuestro potencial es cuando distorsionamos la realidad y nos identificamos con un detalle cotidiano, perdiendo la perspectiva de nuestra existencia. Este detalle depende de cada uno y del ambiente que se encuentre, y éste, dependerá de nuestro estado interior. ¿Seguro que el detalle o la visión personal según nos han hecho representa el TODO? Muchos todavía así lo piensan, encerrándose en sus creencias de antaño para hacer creer que son el presente actualizado.
Debe de haber comunicación entre los seres humanos, desde el corazón y para compartir, sin querer tener razón ni imponer, y los oyentes deben de ser capaces de mostrar su desacuerdo si así es. Nadie debe de ganar con la dialéctica. No es la facilidad de palabra la que llega a los corazones, sino su contenido, y éste, a menudo escasea.
La verdadera comunicación es aquella que sale del corazón y nos expresamos libremente, sin importar lo que puedan pensar los demás. Tú tienes necesidad de expresar lo que sientes o lo que has vivido. Aprendamos a escuchar sin criticar ni juzgar,….sencillamente escuchar y sentir amor y comprensión por el otro.
No hay motivo para salir airoso en una conversación. Ésta puede ser muy beneficiosa para todos. Estemos abiertos a lo nuevo y dejemos de dar el papel principal a otro, o pensar que tú eres el que sabe. Los dos os engañáis. Los dos os frenáis en vuestro proceso, y en una comunicación no hay ni vencedores ni vencidos. Todos sois iguales. Todos sois importantes porque, con vuestras diferencias estáis abriendo una puerta para que el otro pueda avanzar en su camino. No tengáis miedo de aceptar la diferencia en vosotros. El camino, el verdadero camino se encuentra en lo nuevo, en la oportunidad que la vida te da para hacer reflexionar al ser que eres y abrir la puerta de par en par de tu corazón y despertar tu consciencia.
Cuando hablamos con consciencia, dejamos de querer convencer, aceptando la opinión de los demás, sin juicios hacia tu persona, pensando que a lo mejor el otro es más que tú y debes de aprender de él. Escucha a tu corazón que él te hablará de una manera clara, pura y lo mejor para ti, para tu alma, según lo oído.
La comunicación une. El raciocinio separa. Cuando en una conversación no hay acuerdo, es el raciocinio que lo impide, una o unas mentes ancladas en el pasado obsoleto.
El corazón puede hacer de las diferencias el mejor manjar para tu alma. Deja que te alimente. El corazón os unirá porque será el Amor quien se manifestará.
Mi comunicación es cada vez más silenciosa. Siento el respeto y amor por los que se encuentran a mi lado, en mi entorno, permitiendo que cada uno pueda ser él.
Sólo el Amor puede obrar los milagros tan esperados.

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