domingo, 2 de agosto de 2020

El Caminante ciego


Había una vez un ciego que andaba con su bastón por un camino de montaña.       

De frente se le acercó otro hombre que le preguntó cuando se encontró cerca de él:

-           Buen día, buen hombre, ¿sabría decirme si falta mucho para llegar al pueblo más cercano?

-          El tiempo suficiente para conocerte – le respondió el ciego.

-          ¿Cómo dice?

-          Sigue el camino y en la bifurcación que encuentres déjate llevar por tu corazón.

-          Gracias – dijo.

Cuando el hombre llegó al cruce de tres caminos, recordó las palabras del ciego y se quedó quieto, reflexionando cuál dirección tomar.

Después de escuchar su intuición, se decidió por el que se encontraba más a su derecha.

Mientras, el hombre ciego continuaba su camino cuando se encontró a una pareja de viajeros que le preguntaron si faltaba mucho para llegar al pueblo más cercano. El ciego les respondió:

-          El tiempo suficiente para conoceros.

Los dos jóvenes se quedaron extrañados por la respuesta obtenida, preguntándole:

-          Perdón, ¿cómo ha dicho?

-          Cuando lleguéis al cruce de caminos, dejaros llevar por vuestro corazón.

-          ¡Gracias! – le respondieron continuando con su camino.

Cuando los dos jóvenes llegaron al cruce de los tres caminos, decidieron tomar el de la izquierda.

El ciego continuaba avanzando cuando, esta vez, se encontró con una chica y su padre que habían salido a hacer una excursión hasta el pueblo más cercano de aquella zona. Hacía poco que vivían en su nuevo domicilio y habían salido a conocer su entorno. Cuando se encontraron ante el hombre ciego, le preguntaron:

-          Buen hombre, ¿podría decirnos si queda mucho para el próximo pueblo?

-          El tiempo suficiente para conoceros – les respondió.

Pensando que no les había entendido, el padre le volvió a preguntar:

-          ¿Queda mucho para llegar al siguiente pueblo?

-          Cuando lleguéis al cruce de caminos, dejaros llevar por vuestro corazón.

-          ¡Gracias! – le dijeron padre e hija, pensando que aquel hombre era un poco extraño.

Cuando llegaron al punto de decidir, entre ellos reflexionaron cual de los tres caminos decidir. De repente la chica señaló el del medio.

Al cabo de unas tres horas, padre e hija llegaron al pueblo más cercano, tal como querían. Después de visitarlo, se sentaron en unas mesas de una especie de bar y comentaron el encuentro con el ciego y su decisión para llegar hasta donde se encontraban en aquellos momentos.

A la mesa de al lado se encontraba el primer caminante que se encontró con el ciego, y escuchando las palabras que oía no pudo resistirse a presentar-se y  sentarse con ellos, comentando también, su experiencia con él.

Estando allí los tres explicando sus vivencias, llegaron a oír como un par de jóvenes, en voz alta, se expresaban enfadados diciendo:

-          ¡Maldito ciego! ¡Si nos hubiera indicado bien el camino no hubiéramos tardado tanto!

-          ¡Perdonad, jóvenes! Os hemos oído quejarse sobre un ciego.

        Entonces los invitaron a sentarse con ellos, y juntos, narraron el camino que cogieron y lo que habían vivido a lo largo de él. Cada uno vivió unas experiencias concretas en el sendero elegido. Nuestros segundos caminantes, enfadados comentaron que se habían encontrado con el camino cortado y que por este motivo debieron de dar toda una vuelta a la montaña, hasta perderse, encontrando por fin, una especie de camino que les llevó hacia el valle donde se encontraba el pueblo donde ahora estaban. Ellos, que tenían la intención de disfrutar de un día precioso y de la feria artesana que se hacía cada año, pues resulta que las paradas ya estaban cerrando y no pudieron visitarlas ni comprar nada de lo que tenían previsto adquirir. Los otros tres caminantes ya hacía rato que estaban allí y les comentaron que este año era la mejor de los últimos realizados, según comentarios oídos de los asistentes habituales.

El padre y la hija comentaron que el camino que habían elegido, fue por iniciativa de la chica, y que llevaba directo al pueblo. En el fondo fue la chica quien tomó esta decisión, convenciendo al padre, debido que éste quería tomar el que cogieron los caminantes que protestaban.       

-          Yo me decidí por el de la derecha – dijo el primero.

En un principio no lo veía claro, pero sentí una tentación de adentrarme en él.

-          ¿Y cómo te ha ido? – le preguntó el padre de la chica, mientras que ésta escuchaba.

-          Todo iba bien, cuando encontré un lobo en medio del camino.

-          ¡Ostras! – exclamó ahora la chica. Continuó preguntando: ¿Y qué hiciste?

-          Me quedé quieto. Él me miraba y yo no me las tenía todas. Entonces, vi una rama en el suelo, y acercándome poco a poco, la cogí por si un caso. El continuaba mirándome y no hubo manera de apartarse del camino. Alzando yo el palo, el lobo se apartó momentáneamente del sendero. Continué avanzando poco a poco sin dejar de mirar al lobo.

-          ¿Y no tenías miedo? – le preguntó la chica.

-          Si él supiera que por dentro temblaba como un flan, supongo que hubiera saltado sobre mí.

-          ¿Qué pasó? – preguntó uno de los dos jóvenes que le escuchaban.

-          Pues que éste no se movió de donde se encontraba. Yo no sabía si continuar o apartarme un poco del camino para poner más distancia con él. Cuando estaba con este pensamiento, oí un ruido entre unos arbustos más allá, y vi aparecer dos lobeznos jugando que se acercaban a su madre. Ésta los miró, los acarició con su lengua y se adentró dentro del bosque con los dos cachorros. Uno de ellos se quedó un rato más mirándome, y después, corrió desapareciendo de mi vista.

-          ¡Qué emocionante! – exclamó la joven.

-          Sí, pero esto no es todo. Después de continuar un poco más mi camino y rehacerme del susto tenido, me encuentro una serpiente de unos dos metros de largo. Ahora sí que tuve miedo. Aquí sí que no sabía dónde ponerme. Yo andaba, cuando pisé una rama que travesaba  el camino. Resulta que, detrás de esta rama vi algo que se movía. ¡Relámpagos! ¿Esto sí que era una serpiente!

-          ¿Y qué pasó? – preguntó uno de los dos jóvenes que le escuchaban.

-          Me quedé quieto, inmóvil. La serpiente se enroscó, a la vez que estiraba su  cabeza un poco hacia atrás para saltarme y morderme, cuando me retiré rápidamente, unos tres metros. Desde esta distancia pude observarla como cruzaba el camino en el cual debía de continuar. Así lo hice, y aquí no acabó todo, no. Cuando ya empezaba a ver la población, sentí mucho miedo.

-          ¿Por qué? – preguntó la chica.

-          (Mirándola y haciéndole una sonrisa amable dijo): vi como mi tobillo sangraba, y rápidamente pensé que la serpiente me había mordido. Me descalcé y me di cuenta que no podía haberlo hecho, porque la zona estaba protegida por el calzado de montaña que llevaba y la bota no mostraba ninguna mordedura, por lo tanto, no podía ser fruto de un ataque de la serpiente. Era, sencillamente, un golpe dado con una piedra, en un momento que tropecé anteriormente.

        ¿Quién había tomado la mejor decisión? ¿Quién eligió el mejor camino? La respuesta es:…..¡¡¡Todos!!! Cada uno de nuestros personajes experimentaron aquello que necesitaban vivir y encararse. Uno fue con sus miedos; otros a tener paciencia y confiar, y el padre y la chica, sencillamente tomaron el camino directo. Un corazón joven y puro elige en todo momento la mejor decisión para él y para los que con ellos están, por lo tanto, el padre se benefició de la determinación tomada por su  hija. Al final, todos llegan donde deben de llegar, pero unos viven unas experiencias necesarias para su alma, y los otros, otras según el momento que se encuentren en su vida, a nivel evolutivo. Al final, todos nos encontraremos, habiendo aprendido de nuestro camino.

Es ciego aquel que no ve el verdadero sentido de la vida. La verdad se ve con los ojos del corazón.

Las decisiones que tomes en tu camino te llevarán al aprendizaje. Confía en él i aprende mientras te adentras en tu proceso. ¡Adelante! Algún día, todos nos reencontraremos contentos.

Déjate llevar por tu corazón y confía en él. 

 

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