- Mamá, tú no eres como las otras mamás – dijo un niño estando en casa con sus padres.
- ¿Qué quieres decir, hijo? – le preguntó la madre.
- Tú no eres igual.
La madre se acercó más al niño y se sentó en el suelo, a su lado, mientras este jugaba en la moqueta del comedor.
- ¿En que soy diferente? – le preguntó.
- No hablas igual que ellas. Siempre me amas.
- Sí, te amo, y los otros padres també aman a sus hijos.
- Pero tú eres diferente. Amas diferente.
- ¿Te gusta como amo? – preguntó la madre.
El niño la miró e hizo una sonrisa con una expresión de alegría, asintiendo con la cabeza mientras decía:
- ¡Sí!
- ¿Qué hacen ellas que yo no haga, o qué hago yo que, según tú, ellas no hacen?
- Tú no gritas y esto me gusta. (Después de una pequeña pausa, continuó): A veces estás callada y siento que estás muy bien y yo, entonces, también me siento muy bien. Y me gusta.
- …
- Tú no te enfadas y me explicas las cosas bien. Yo las entiendo. Y más cosas – dice mientras continua jugando.
- Me alegro hijo. Siempre quiero lo mejor para ti. Todos los padres y las madres quieren lo mejor para sus hijos.
- Sí, pero los tratan como a niños pequeños.
- ¡Claro, y ahora tienes 4 años!
El niño miró a su madre y asintió con la cabeza. Entonces la madre precisó:
- ¡Cuatro años y medio!
- Tú sabes lo que quiero decir – respondió el niño.
- Para mí – continuó la madre - lo más importante es el respeto y el amarte.
El niño la miró y se quedó quieto escuchándola.
- Amo y valoro tu alma. Todos tenemos una aquí dentro – señalando el pecho - …..y quiere volar. Yo quiero que la tuya extienda las alas tanto como pueda y vuele muy alto y me gustaría que lo hiciéramos juntos.
- Y a mí también. Me gusta volar. Y me siento bien.
- ¿Conmigo?
- ¡Sí! – respondió el niño. ¡Y con papá!
La madre continuó estando a su lado y el niño mirándola, escuchando las siguientes palabras:
- Lo más importante para mí es sentirte feliz, contento, y ver tu cara cada día. Me gusta cuando te veo,….y me pongo contenta. Me haces sentir bien y me lo paso muy bien contigo. ¡Sí!, me gusta jugar contigo al escondite y hacer los puzles y salir juntos con la bicicleta. Estoy muy contenta – continuó diciendo la madre – que hayas nacido en nuestra familia. Eres un ángel.
- Mi otro Padre me dice que tú también lo eres.
Miró a su hijo y sonrió, entendiendo lo que le decía. A continuación dijo:
- Te amo hijo. ¡Ven! – dijo acercándose más a él y dándole un abrazo.
- Yo también te amo mamá.
Después del abrazo y sentir la calidez del otro, el niño preguntó:
- Mamá, ¿los otros padres también dicen que los aman? (a sus hijos)
- Supongo que a su manera – respondió.
- ¿Lo ves?, esto es lo que quería decir antes.
- ¿Antes?
- ¡Sí!, que tú eras diferente.
- Y papá, ¿qué es diferente también?
- Él es como tú.
- Te amamos, hijo.
- Y yo también.
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